Proverbios 31:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hay quienes opinan que Lemuel es otro nombre de Salomón y que se le llama así por estar dedicado «hacia (hebreo, lemo) Dios (hebreo, El)». En cambio, J. J. Serrano sostiene que su verdadero nombre es Muel, al ser le la preposición de dativo, como lo muestra el paralelismo con la segunda parte del versículo; en este caso, ha de traducirse «Palabras a Muel rey de Massá; el oráculo (lit. carga) con que le instruyó (o corrigió) su madre». Sea como sea, tenemos aquí «la discreta solicitud maternal de la madre de un joven rey, a quien advierte de los peligros que le acechan» (J. J. Serrano). Es deber de los padres y de las madres (nótese el sustantivo de la misma raíz en Pro 1:8, aplicado al padre) instruir a los hijos en el bien, a fin de que lo practiquen, y en el mal, a fin de que lo eviten; cuando son muy jóvenes, están más tiempo bajo el ojo de la madre, y ella tiene entonces la oportunidad de moldear el carácter de los hijos.

1. La apelación que hace esta madre a su hijo, en razón de la especial relación que tiene con él (v. Pro 31:2). Le llama «hijo mío», «hijo de mi vientre» e «hijo de mis deseos» (lit. votos. comp. con 1Sa 1:11). Ese «¿Qué?», tres veces repetido, parece ser una abreviatura de «¿Qué habré de decirte?» Como si dijese: «Hijo mío, tú eres algo de mi ser, algo muy mío, tengo para ti afecto, autoridad, y buenos deseos. Sé prudente y bueno, y me daré por bien pagada de haberte dado a luz».

2. El aviso que le da contra dos pecados especialmente destructores: la lujuria y la ebriedad (vv. Pro 31:3.). Si para todos resultan fatales dichos vicios, lo son de modo especial para los reyes, por estar más expuestos a ellos y por el deplorable efecto que causan en la sociedad. (A) No agotes tus fuerzas físicas en el harén (v. Pro 31:3), viene a decirle, quedando así mal equipado para el desempeño de las importantes funciones que un rey ha de ejercer. El verbo «destruir» (v. Pro 31:3) tiene probablemente, un alcance más largo que el de minar la salud del joven príncipe. Según Cohen, indica una conducta que ocasiona revueltas en la población y conduce a la destrucción de la dinastía. (B) El otro vicio es la embriaguez. Como siempre en la Biblia, no se recrimina el uso del vino, sino su abuso. Más que a ninguno de los súbditos, al rey le es necesario no abusar del vino ni del licor fuerte (v. Pro 31:4), no sólo porque es una vergüenza para la majestad regia, sino, especialmente, porque puede trastornarle el juicio e impedirle la discreción y la imparcialidad que necesita en el gobierno de la nación y en la administración de la justicia. También nosotros somos «regio sacerdocio» (1Pe 2:9) y, por tanto, hemos de abstenernos de los vicios que aquí se critican. Es muy triste la queja que se hace de los sacerdotes y de los profetas (Isa 28:7) de que desvarían por el licor, están trastornados por el vino.

3. El consejo que le da sobre el modo de comportarse con los demás. (A) En cuanto a la bebida, viene a decirle: «Tienes vino y licores a tu disposición; en vez de hacerte daño a ti mismo con ellos, haz bien a otros con ellos; que los usen quienes los necesitan, ya sea por debilidad física (comp. 1Ti 5:23) o por depresión de ánimo (vv. Pro 31:6, Pro 31:7), pues del vino se dice que alegra el corazón del hombre (Sal 104:15). (B) Ha de hacer el bien por medio de la justa administración, del amparo a los desvalidos, de la imparcialidad en los juicios (vv. Pro 31:8, Pro 31:9). El mudo es aquí, en sentido figurado, el que, por alguna razón, es incapaz de apelar o de defender su propia causa.

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