Isaías 27:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, el profeta declara que el castigo impuesto a Israel por sus pecados ha sido moderado y mezclado de misericordia, mientras que el castigo infligido por Dios a sus enemigos ha sido muy duro.

1. Esto se ve especialmente en el versículo Isa 27:7, cuya primera parte se aclara si intercalamos en paréntesis los sujetos y los complementos del modo siguiente: «¿Acaso le (a Israel) ha herido (Dios) como Él (Dios) hirió a quien le (a Israel) hería?»; la segunda parte viene a contener un cierto paralelismo de sinonimia, y vuelve las oraciones por pasiva, para mayor claridad. La respuesta a ambas preguntas es obviamente: «¡No!» Dios castiga a Su pueblo con moderación (v. Isa 27:8): «con medida». Slotki lo entiende de otro modo: «Justamente tanto como lo merecían los pecados de Israel; pero no más». Esta interpretación da a entender que el castigo de Dios es, a veces, superior a la culpa del hombre, lo cual es insostenible, ya que Dios es infinitamente justo. En realidad, siempre castiga menos de lo que el hombre pecador se merece.

2. La expiación del pecado de Israel muestra la justicia, la sabiduría y la misericordia de Dios: Arrojó lejos a Israel (v. Isa 27:8), a Babilonia. Y el medio eficaz (lit. el fruto) para apartar su pecado fue desmenuzar todas las imágenes idolátricas a las que el pueblo rendía culto de adoración. Esas imágenes idolátricas («los símbolos de Aserá o Astarté y las imágenes del sol») ya no volvieron a levantarse (v. Isa 27:9). Como dice Slotki: «El arrepentimiento sin retirar la causa del pecado no basta». ¡El gran fruto de la deportación a Babilonia fue arrancar de cuajo del pueblo de Israel la idolatría!

3. «La ciudad fortificada» (v. Isa 27:10), y todo lo que sigue en los versículos Isa 27:10 y Isa 27:11, hace referencia, según Slotki, Ryrie y Moriarty, a Jerusalén. En cambio, Trenchard ve en ella «la ciudad enemiga de Babilonia». En favor de la primera opinión está la semejanza de muchas expresiones del versículo Isa 27:11 con otras de Isa 1:3; Isa 5:13; Isa 9:17; Isa 17:7; Isa 43:1, Isa 43:7; Isa 44:2, Isa 44:21, Isa 44:24; Isa 54:5, así como de Deu 32:6, Deu 32:18, Deu 32:28; Jer 8:7. Por otra parte, en favor de la segunda opinión está la contradicción que se halla entre lo que dicen estos versículos Isa 27:10 y Isa 27:11 y todo el contexto anterior. Más aún, si dichos versículos se entienden de Israel, también el contexto posterior (vv. Isa 27:12 y Isa 27:13) resulta incomprensible.

4. En efecto, los versículos Isa 27:12 y Isa 27:13, dentro siempre de la perspectiva escatológica («En aquel día …») de los capítulos Isa 24:1-23; Isa 25:1-12; Isa 26:1-21; Isa 27:1-13, tienen un aire triunfal con respecto a Israel, cuyos hijos serán reunidos uno a uno (v. Isa 27:12, al final) en el granero de Dios. El verbo que nuestras versiones traducen por trillará significa «golpear», lo cual puede aplicarse a la trilla, pero, mejor aún, a la sacudida que se da a los olivos con un palo. Lo importante es la idea que aquí subyace y es expuesta así por Slotki: «La recogida de los esparcidos exiliados es comparada a la recogida esmerada de un fruto desparramado, olivas por ejemplo, tras de haber sido sacudidas del árbol». El río es el Éufrates, y el arroyo (o torrente) de Egipto es, con la mayor probabilidad, el moderno Wadi el Arish, aunque no faltan quienes opinan que se refiere al Nilo.

5. De nuevo se mencionan otros acontecimientos de «aquel día» (v. Isa 27:13): (A) «Se tocará con gran trompeta» (comp. con Lev 25:9; 1Cr 15:24; Mat 24:31; Apo 11:15). (B) «Vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria y los que habían sido desterrados a Egipto», es decir, desde los últimos confines de Israel por el este y por el sur. (C) «Y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén», para lo que la gran trompeta les habrá convocado (v. también Isa 19:21, Isa 19:23; Isa 49:7; Isa 66:23; Zac 14:16; Heb 12:22). Cuando los cautivos vuelvan a reunirse y regresen a su tierra, la principal ocupación a la que se dedicarán será adorar a Dios. Dice Moriarty: «El monte de Sion se convierte en el centro espiritual del universo».

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