Jeremías 27:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Lo que se ha dicho a todas las naciones se aplica ahora, con especial ternura, a los judíos, por quienes Jeremías estaba particularmente interesado. El caso se presentaba del modo siguiente: Judá y Jerusalén se habían enfrentado al rey de Babilonia y lo habían pasado muy mal; tanto las personas de más alto rango como los bienes de mayor valor habían sido transportados ya a Babilonia y algunos utensilios de la casa de Jehová. ¿Cuál sería el resultado final? Había en Jerusalén falsos profetas que alentaban al pueblo a seguir resistiendo y aun ver de recobrar lo perdido. Pero Jeremías es enviado allá a pedirles que se rindan, porque, en lugar de recobrar lo perdido, perderán lo que queda si se obstinan en resistir.

1. Jeremías se dirige humildemente al rey de Judá, para persuadirle a que se rinda al rey de Babilonia. Su acción será representativa de todo el pueblo y, por eso, se dirige a él en plural (v. Jer 27:12): «Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia … y vivid». Era una muestra de sabiduría someterse al yugo de hierro de un cruel tirano, con el fin de salvar la vida del cuerpo. ¿No será muestra de muy superior sabiduría someterse al suave y dulce yugo de nuestro legítimo Señor y Dueño Jesucristo, a fin de asegurar la vida eterna de toda nuestra persona? Humillemos nuestro espíritu por medio del arrepentimiento y de la fe pues ése es el medio de hacer que nuestro espíritu suba a la gloria del cielo.

2. Se dirige igualmente a los sacerdotes y al pueblo (v. Jer 27:16), para persuadirles a servir al rey de Babilonia (v. Jer 27:17) y vivir. «¿Por qué añade ha de ser desolada esta ciudad, como lo será de cierto si os resistís?»

3. En todos estos discursos les amonesta que no den crédito a los falsos profetas que les halagaban con vanas seguridades (v. Jer 27:14): «No hagáis caso de las palabras de los profetas …»; (v. Jer 27:16): «No atendáis a las palabras de vuestros profetas … No son profetas de Dios, pues Él no los envió (v. Jer 27:15); son vuestros, porque dicen lo que vosotros queréis que digan, y sólo están tratando de complaceros». Dos cosas decían estos profetas:

(A) Que el dominio que el rey de Babilonia había ganado sobre ellos sería quebrantado en breve. Decían (v. Jer 27:14): «No serviréis al rey de Babilonia». No necesitáis someteros a él voluntariamente, porque no os veréis obligados a someteros por la fuerza». Y eso lo profetizaban en nombre de Jehová (v. Jer 27:15), como si Dios los hubiese enviado. Pero eso era una mentira, pues Dios no los había enviado.

(B) Que los utensilios del templo, que el rey de Babilonia se había llevado ya, serían devueltos en breve (v. Jer 27:16). Sabían cuánto agradaría esta falsa profecía a los sacerdotes, quienes amaban el oro del templo más que el templo que santifica al oro. Dichos utensilios fueron llevados a Babilonia cuando Jeconías fue deportado allá (v. Jer 27:20). Tenemos el relato de esto en 2Re 24:13, 2Re 24:15; 2Cr 36:10. El templo les llenaba de orgullo, y su desmantelamiento era una clara indicación de lo que el verdadero profeta les había dicho: Que su Dios se había alejado de ellos. Por consiguiente, sus falsos profetas no tenían otro medio de consolarlos que diciéndoles que el rey de Babilonia se vería forzado en breve a devolverlos. En vez de profetizar, Jeremías les dice que deben orar ahora a Jehová de las huestes (v. Jer 27:18), a fin de que el rey de Babilonia no se lleve también los utensilios que han quedado (vv. Jer 27:19, Jer 27:20). Pero pueden estar seguros de que también éstos serán llevados por Nabucodonosor a Babilonia; no sólo los que hay en la casa de Jehová, sino también en la casa del rey de Judá y en Jerusalén (v. Jer 27:21).

4. Jeremías concluye con una consoladora promesa de que llegará un día en que habrán de ser devueltos (v. Jer 27:22): «A Babilonia serán deportados y allí estarán hasta el día en que yo los visite, dice Jehová; y después los traeré y los restauraré a este lugar». De seguro estuvieron bajo la protección especial de la Providencia, porque, de lo contrario, los habrían derretido, pero tenía que haber un segundo templo, para el cual estaban reservados. En Esd 1:7-11 tenemos el relato de su retorno. A veces, los molinos de Dios muelen despacio, pero muelen siempre a su debido tiempo, porque muelen seguro.

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