Mateo 5:43 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Finalmente, tenemos en esta porción una exposición de la gran ley fundamental de la segunda tabla del Decálogo: Amarás a tu prójimo.

I. Veamos primero cómo fue corrompida esta ley por los comentarios de los maestros judíos (v. Mat 5:43). Dios había dicho: Amarás a tu prójimo; pero ellos entendieron por prójimo solamente a quienes consideraban como amigos, y de ahí dedujeron lo que Dios nunca intentó decir: y aborrecerás a tu enemigo, así entendieron por enemigo a cualquiera que no les cayese bien. Nótese cuán prestas están las pasiones corrompidas a sacar falsas consecuencias de la Palabra de Dios, y tomar ocasión del mandamiento para justificarse a sí mismas.

II. Veamos ahora cómo queda aclarada la ley por mandato del Señor Jesús, quien nos enseña otra lección: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos (v. Mat 5:44). Aunque los hombres somos malos por naturaleza, y nos portamos mal con los demás, eso no es ninguna excusa para descargarnos del deber que tenemos para con nuestros prójimos: el deber de amar al semejante, y en especial a los más allegados. Es un gran deber del cristiano amar a los enemigos. No significa que hayamos de complacernos en la maldad del enemigo, sino que hemos de desearles toda clase de bien e incluso complacernos en lo que tengan de agradable y encomiable. Debemos de tenerles, no sólo compasión, sino también buena voluntad hacia ellos. Recordemos que Dios nos amó cuando éramos sus enemigos (v. Rom 5:6-8). Aquí se nos dice:

1. Que debemos hablar bien de ellos: Bendecid a los que os maldicen. Si bendecir es decir bien, cuando les hablemos debemos contestar a sus insidias e impertinencias con palabras corteses y amistosas, sin responder a sus ultrajes con ultrajes. Aquellos cuya lengua es fuente de dulzura (Stg 3:11), pueden hablar palabras dulces a quienes les dirigen palabras amargas.

2. Que debemos hacerles bien: Haced bien a los que os aborrecen; esto es una prueba de amor más efectiva que las buenas palabras. Estemos dispuestos a hacerles todo el bien que esté en nuestra mano, y alegrémonos de la ocasión que se nos ofrece para ello.

3. Debemos orar por ellos: Orad por los que os ultrajan y os persiguen. Cristo mismo reaccionó de esta manera hacia los que le ultrajaron y llevaron a morir en la cruz. Si en alguna ocasión nos ocurre algo parecido, tenemos la oportunidad de mostrar nuestra conformidad, no sólo con el precepto de Cristo, sino también con su ejemplo, y orar por los que nos maltratan. Hemos de pedirle a Dios que les perdone, que no tengan que sufrir malas consecuencias por el daño que nos han hecho, y que Él haga de alguna manera que se pongan en paz con nosotros. Esto es amontonar sobre su cabeza carbones encendidos (Rom 12:20). Y hemos de hacerlo así:

(A) Para ser como Dios nuestro Padre: Para que así lleguéis a ser y lo demostréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos (v. Mat 5:45). ¿Podemos copiar un original mejor? Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. El sol y la lluvia son grandes bendiciones para toda la humanidad, y provienen de Dios. Las gracias y los favores comunes deben ser estimados como ejemplos y pruebas de la bondad de Dios, quien se muestra en ellos como bienhechor generoso. Estos dones generales de la divina providencia se imparten sin discriminación a buenos y malos, justos e injustos. Los peores entre los humanos comparten con los demás estos favores de la vida presente, lo cual es un ejemplo sorprendente de la paciencia y de la generosidad de Dios. Estos regalos de la generosidad de Dios a hombres perversos que están en rebelión contra Él, nos enseñan a hacer bien a los que nos aborrecen. Sólo quienes se afanen por parecerse a Dios, especialmente en su bondad, serán aceptados como hijos de Dios.

(B) Para que así actuemos mejor que los demás (vv. Mat 5:46-47). (a) Los publicanos o cobradores de impuestos también aman a los que les aman; siguen así la inclinación de la naturaleza y las direcciones de su propio interés. Hacer el bien a quienes se portan bien con nosotros es una cualidad común de los humanos. (b) Hemos pues, de amar a nuestros enemigos, para así superarlos; pues la cristiandad es algo más que humanidad. Se trata de una pregunta muy seria que deberíamos hacernos con frecuencia: «¿Qué hacemos más que los que no son creyentes? ¿En qué cosas les superamos?» Dios ha hecho más por nosotros que por los demás y, por consiguiente, con razón espera de nosotros más que de los demás pero ¿qué hacemos nosotros más que los demás? ¿En qué está nuestra vida por encima del nivel de la de los hijos de este mundo? No podemos esperar la recompensa de cristianos, si no nos elevamos sobre la virtud de los publicanos. Quienes esperan premio de vencedores han de procurar ser en todo los mejores.

(C) Nuestro Salvador concluye el tema presente con la siguiente exhortación: Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (v. Mat 5:48). Esto puede entenderse, (a) en general, incluyendo todo aquello en que debemos imitar a Dios como hijos suyos. Es deber de todo cristiano aspirar a la perfección en la gracia y en la santidad; perfección equivale aquí, no a impecabilidad imposible en esta vida sino a madurez, propia de quien no anda según la carne, sino conforme al Espíritu y en el Espíritu (Rom 8:4; Gál 5:16). (b) En particular, con respecto al amor que se ha de tener a los enemigos (v. Luc 6:36), lo cual está más en conformidad con todo el contexto anterior. Propio es de Dios perdonar y tener compasión (v. Dan 9:9), y ser bueno para con todos (Sal 145:9), para buenos y malos, para agradecidos e ingratos. ¡Seamos, pues, como Él! Nosotros que se lo debemos todo a la bondad divina, debemos afanarnos por imitar a nuestro Padre en todo, pero especialmente en su bondad para con todos.

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