Marcos 12:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Vemos cómo algunos de los fariseos y de los herodianos tientan (o atentan tentarle) a Jesús, con una pregunta sobre la licitud de pagar tributo a César (v. Mar 12:13).

I. Con dos grupos tan distintos, esperaban hacer que Jesús cayera en la trampa. Los fariseos se alzaban a sí mismos como los grandes campeones de la libertad de la nación judía y, por eso, si el Señor decía que era lícito dar tributo a César encenderían el odio popular contra Él. En cambio los herodianos eran los grandes campeones a favor del poder romano; de modo que si decía que no había de darse tal tributo a César, podían denunciarle ante el gobernador romano. No es cosa nueva el que, quienes son enemigos entre sí, se confabulen contra Cristo.

II. El pretexto para su perverso designio fue que deseaban plantear ante Él un caso de conciencia (v. Mar 12:14). Son dignas de notarse las viles muestras de adulación con que se expresaron. Le llaman «Maestro», «que enseña el camino de Dios con verdad», y que no se deja sobornar por «el aspecto exterior de las personas»; declaraciones tan falsas en los labios de ellos como verdaderas en su contenido, con lo que se volvían contra ellos mismos, pues, al saber que Cristo enseñaba el camino de Dios con verdad, rechazaban en contra de sí mismos el propósito de Dios.

III. La pregunta que le hacen es: «¿Es lícito dar tributo a César, o no?» (v. Mar 12:14). Parecen deseosos de conocer su deber cuando en realidad lo único que deseaban era ver cómo respondía, con la esperanza de que, cualquiera que fuese su respuesta tuviesen la oportunidad de acusarle. Parecen dejar a Cristo la decisión sobre la materia, y le urgen a responder: «¿Hemos de dar, o no?» Diríase que están resueltos a seguir la pauta que Jesús les señale. Por cierto, es muy corriente el caso de quienes acuden al ministro de Dios a pedir consejo, sólo con la esperanza de que les confirme en la decisión que previamente han tomado, y echarle después la culpa si la cosa les sale mal.

IV. Cristo responde sabiamente, y escapar de la trampa (vv. Mar 12:15-17). «Sabedor de su hipocresía.» Por muy bien que se represente la comedia, la farsa no puede quedar oculta a los ojos de Jesús. Él ve perfectamente el feo rostro que se esconde tras la linda máscara. Sabía que deseaban tenderle una trampa y resolvió la cuestión de tal forma que era Él quien les tendía ahora la trampa a ellos. Les hizo reconocer que la moneda corriente en la nación era romana, al tener la imagen del emperador en una cara, y la inscripción del emperador en la otra. Al ser ello así:

1. César podía imponerles el tributo para el beneficio público «lo de César, devolvédselo a César» (v. Mar 12:17). La forma misma de la moneda muestra que es de César; César es como la fuente de la que procede la circulación de la moneda y, por tanto, a él debe volver.

2. César no siempre intenta imponerse a nuestras conciencias, ni pretendía hacerlo en este caso. Por consiguiente, «pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo» (Rom 13:7); pero aseguraos también de dar «a Dios lo de Dios». Hay muchos que se esmeran en dar a los hombres lo que les pertenece, pero no se cuidan de dar a Dios la gloria debida a Su santo nombre.

V. «Y quedaban admirados de Él.» Todos cuantos escuchaban a Cristo se maravillaban de sus respuestas, pero habría que preguntarse cuántos eran persuadidos por ello de cómo debían darle a Dios lo que a Dios se debe. Hay muchos que ensalzan al predicador, pero se niegan a seguir la ruta marcada por la predicación.

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