Lucas 9:57 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Lucas 9:57 | Comentario Bíblico Online

Referencia de tres distintos hombres que se ofrecieron a seguir a Cristo:

I. El primero parece completamente dispuesto a seguir a Cristo inmediatamente, pero muy a la ligera y sin haberse sentado antes a calcular el costo.

1. Le hace a Cristo una promesa incondicional: «Señor, te seguiré adondequiera que vayas» (v. Luc 9:57). Ésta debería ser, por cierto, la resolución de cuantos son verdaderos discípulos de Cristo, como los de Apo 14:4 «que siguen al Cordero por dondequiera que va».

2. Cristo le hace una seria advertencia, si es que quiere seguirle, para que no se prometa demasiadas cosas buenas en este mundo al ser discípulo de quien vivió siempre de prestado: «El Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza» (v. Luc 9:58). Con esto, podemos ver:

(A) La condición tan pobre en que el Señor Jesucristo vivió en su paso por este mundo. No sólo no disfrutó de los deleites y de las comodidades de los príncipes de este mundo, sino que careció aun de las necesarias comodidades de las que hasta las zorras y los pájaros disfrutan. El que creó los cielos y la tierra no tuvo casa de su propiedad ni lecho propio donde acostarse. Se llama a Sí mismo Hijo del Hombre, no sólo como título mesiánico sino también como descendiente de Adán y que por tanto, participó de lo mismo que nosotros: de carne y sangre (Heb 2:14). Se gloría así en Su estado de humillación en el que condescendió a nuestro nivel humano, pero sin pecado; con ello, nos muestra también Su amor a nosotros, y el desprecio en que tenía todas las cosas de este mundo, enseñándonos así a que también nosotros tengamos el corazón desapegado de las cosas de abajo y a que suspiremos por las cosas de arriba (v. Col 3:1-3). Cristo, pobre, santificó la pobreza y endulzó así la condición pobre de los Suyos.

(B) La condición que exige de quienes estén dispuestos a ser Sus discípulos. Si de veras nos proponemos seguir a Cristo, no hemos de poner empeño en poseer muchas cosas de este mundo, sino que hemos de estar dispuestos a dejarlo y a perderlo todo por seguirle; a pasar frío y calor; a vivir sin comodidades y con desprecios; si no estamos dispuestos a todo esto, mejor es que no pretendamos seguir a Cristo. Por lo que se deduce del texto sagrado, parece que este hombre, ante tal anuncio, se volvió atrás; pero todo aquel que se percate de lo que es Jesucristo, y la vida eterna con Él, no dudará en arrostrar todas las dificultades con tal de seguirle.

II. El segundo no se ofrece primero, sino que es llamado por el Señor a seguirle: «Y dijo a otro: Sígueme» (v. Luc 9:59). Éste no se arredró ante las dificultades, pero le puso plazo para comenzar a seguirle: «Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre». Vemos, pues:

1. La excusa que dio para no seguir a Jesús de inmediato, dando a entender que su padre era ya muy viejo, y que quizás estaba enfermo y le necesitaba junto a sí; tan pronto como su padre se muriera, le seguiría. Aquí podemos ver tres tentaciones: (A) La de descansar en una promesa de discipulado a largo plazo, a fin de no comprometernos demasiado pronto. (B) La de diferir el cumplimiento de lo que sabemos muy bien que es nuestro deber; dar largas al asunto y dejar siempre para un mañana incierto lo que necesita una resolución urgente en el día de hoy (v. 2Co 6:12). (C) La de pensar que nuestros deberes para con los de nuestra familia nos excusan de cumplir las obligaciones que tenemos con el Señor. Lo primero que hemos de pensar y buscar es el reino de Dios y su justicia (Mat 6:33).

2. La respuesta de Cristo a tal excusa (v. Luc 9:60): «Deja que los muertos entierren a sus muertos, y tú ve, y anuncia por doquier el reino de Dios». No significa esto que Cristo desee que los creyentes y los ministros de la Palabra se despojen del afecto natural a sus familiares, sino que no pongan como excusa para no seguir al Señor el afecto que deben a sus padres y demás familiares. Si el familiar más íntimo que tengamos se cruza en nuestro camino para impedirnos seguir a Cristo, es necesario que nos armemos del celo y coraje necesarios para olvidar al padre y a la madre antes que desobedecer el llamamiento del Señor.

III. Finalmente, tenemos un tercero que está dispuesto a seguir a Cristo, pero pide un poco de tiempo para ir a despedirse de sus familiares y amigos. Veamos:

1. La condición que pone al Señor para seguirle: «Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa» (v. Luc 9:61). Hay quienes entienden la frase del original en el sentido, no de despedirse de sus familiares, sino de poner en orden los asuntos de su casa, y parece ser que el griego admite también este sentido. En todo caso, la actitud de este hombre muestra: (A) Que veía en el seguimiento de Cristo algo peligroso o melancólico, cuando quería despedirse de los suyos; como quien se va a morir y dice adiós a todas sus cosas; cuando en el seguimiento de Cristo debería haber visto el consuelo y las innumerables bendiciones que tal seguimiento comporta. Cuando al difunto doctor M. Lloyd-Jones le expresaba alguien su admiración por haber renunciado a su brillante carrera de médico para dedicarse a la predicación del Evangelio, solía contestar: «No, yo no he tenido que renunciar a nada, sino que lo he recibido todo». (B) Que parecía tener el corazón demasiado apegado a las cosas temporales y la mente demasiado preocupada con los negocios del mundo, lo cual le impedía seguir a Cristo con toda prontitud y alegría. (C) Que estaba dispuesto a entrar en una grave tentación al ir a despedirse de las personas y de las cosas de su casa, pues era muy probable que sus familiares, en lugar de animarle a seguir a Jesús, le pusieran todos los inconvenientes imaginables para que no llevase a cabo su propósito, y le rogarían con encarecimiento que no se marchase de casa. Quienes de veras están resueltos a seguir al Redentor, no deben pararse a conversar demasiado con el tentador.

2. La reprensión que Cristo le dio por pedir esta dilación: «Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios» (v. Luc 9:62). Cuando un labrador está arando un campo no debe mirar hacia atrás, sino hacia delante; de lo contrario el surco le saldrá torcido y el suelo que está arando no quedará a punto para una siembra con orden y concierto. De la misma manera, quien vuelve la vista atrás, después de emprender el seguimiento del Señor, no es apto para sembrar la semilla del Evangelio, porque el que no sabe arar, tampoco sabrá sembrar; y el que continuamente vuelve los ojos atrás, pronto volverá también los pies y se apartará del camino recto. Pablo no se comportaba de esta manera, sino que «olvidando lo que quedaba atrás y extendiéndose a lo que estaba delante, proseguía a la meta» (Flp 3:13-14).

Lucas 9:57 explicación
Lucas 9:57 reflexión para meditar
Lucas 9:57 resumen corto para entender
Lucas 9:57 explicación teológica para estudiar
Lucas 9:57 resumen para niños
Lucas 9:57 interpretación bíblica del texto