Hechos 10:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Encuentro de Pedro con Cornelio. Aunque Pablo había de ser el apóstol de los gentiles, es a Pedro a quien se le encomienda romper el hielo y recoger los primeros frutos de los gentiles, a fin de que los judíos creyentes estuviesen mejor dispuestos a recibirlos en comunión eclesial al ser introducidos por el apóstol de la circuncisión.

1. El Espíritu le resuelve a Pedro el enigma (vv. Hch 10:19, Hch 10:20): «Mientras Pedro meditaba sobre la visión, le dijo el Espíritu: Mira, te buscan tres hombres» (v. Hch 10:19). Los que deseen ser enseñados en las cosas de Dios han de meditar en esas cosas. La instrucción le vino ahora a Pedro, no por medio de un ángel, sino directamente del Espíritu de Dios, quien es también el que ha enviado a los hombres que buscan a Pedro (v. Hch 10:20). El Espíritu ordena a Pedro (v. Hch 10:20): «desciende y vete con ellos sin vacilar». Quienes investigan el sentido de la Palabra de Dios no deben estar siempre meditando, ni aun orando, sino que han de mirar con frecuencia en torno suyo. Pedro debe pasar a la acción sin vacilar. Cuando veamos claro el llamamiento de Dios para algún servicio o ministerio, no debemos quedar perplejos con dudas o escrúpulos, ni con temor al qué dirán los hombres.

2. Con obediencia perfecta y sin vacilación alguna, Pedro desciende adonde estaban los hombres (v. Hch 10:21), se pone a disposición de ellos y pregunta: ¿cuál es la causa por la que habéis venido? Ellos (v. Hch 10:22) le comunican fielmente el encargo que de Cornelio han recibido «de hacerte venir a su casa para escuchar las palabras que tú hables». Esas palabras, les dirá después Pedro (Hch 11:14) son tales que, por ellas, será salvo Cornelio y toda su familia. Con toda cortesía, y ya sin prejuicio alguno de raza, Pedro (v. Hch 10:23), «haciéndoles entrar, los hospedó». Dice Trenchard: «Antes de entrar él como huésped en la casa de Cornelio, ya había quebrantado la costumbre por recibir a tres gentiles en la casa donde se hospedaba él».

3. Con ellos se marchó Pedro al día siguiente y con algunos de los hermanos de Jope (v. Hch 10:23), seis de ellos, según vemos en Hch 11:12. Era éste uno de los modos con que los primitivos cristianos mostraban su respeto a los ministros de Dios, acompañándoles en sus viajes, y es una pena que personas que están capacitadas para hacer bien a otros en conversación, por el conocimiento que tienen de la Palabra de Dios, se empeñen en viajar solos cuando tienen la oportunidad de ir acompañados. Cornelio, por su parte, «los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos» (v. Hch 10:24). Tal huésped como Pedro era bien digno de tal espera, lo cual era, por otra parte, un estímulo para el propio apóstol; más aún, cuando eran bastantes los que le esperaban. Así como Pedro traía seis consigo para que participasen del don espiritual que, por su medio, se había de otorgar, así también Cornelio había convocado a sus familiares y amigos para recibir con ellos la instrucción que Pedro les iba a impartir. No hemos de tener envidia de que otros participen de nuestro alimento espiritual, pues éste no se disminuye, como el corporal, con el número de los que de él participan, sino que aumenta, como la luz con el número de los objetos iluminados.

4. Tenemos ya la primera entrevista de Pedro con Cornelio (v. Hch 10:25). Con el más profundo respeto y teniéndole por un enviado de Dios, salió Cornelio a su encuentro y, postrándose a sus pies, adoró. Este verbo no significa aquí el culto que sólo a Dios es debido, sino, como dice Trenchard, «significa un acto de homenaje y de reverencia ante una persona reconocida como superior … Cornelio comprendió que la Palabra de Dios en la boca de Pedro se revestía de potencia infinitamente mayor que la de los decretos del César». Sin embargo, Pedro rehusó humildemente recibir tales muestras de respeto: «Levántate, pues yo mismo también soy hombre». (¡Cuán diferente es esta actitud de la de los llamados «sucesores de Pedro»!) Ni aun los ángeles admiten tales reverencias (v. Apo 19:10; Apo 22:8). Los fieles siervos de Cristo prefieren ser vilipendiados antes que ser deificados. ¡Que sepa Cornelio que Pedro es hombre como él, que el tesoro está en vasos de barro, para que así estime más el tesoro, atendiendo menos al vaso!

5. La información que Pedro y Cornelio intercambiaron, no sólo entre sí, sino también con quienes les acompañaban, de la mano de Dios que les había juntado (v. Hch 10:27): «Y conversando con él, entró». Después de entrar, «halló a muchos que se habían reunido», lo cual añadía al acto que iba a seguirse, no sólo oportunidad para hacer el bien, sino también solemnidad.

(A) Pedro declara la instrucción que Dios le ha dado de venir y acercarse a estos gentiles (vv. Hch 10:28, Hch 10:29). Ellos mismos sabían que era cosa abominable para un judío juntarse o acercarse a un extranjero; así lo era, en realidad no por ley divina, sino por tradición humana. Pero Dios había destrozado esta tradición mostrándole a Pedro que no debe llamar común o inmundo a ningún hombre. Pedro, que había dicho a los de su raza (Hch 2:40): «Sed salvos de esta torcida generación» (lit.), ha aprendido ahora a juntarse con esta «derecha» generación de gentiles. Vuelve, pues, a expresar (v. Hch 10:29) su completa disposición a servirles en lo que de él necesiten: «Por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?»

(B) Cornelio declara las instrucciones que Dios le dio para que enviase a llamar a Pedro.

(a) Primero, refiere la aparición del ángel y la orden que le dio de mandar llamar a Pedro. Dice qué era lo que estaba haciendo cuando tuvo la visión (v. Hch 10:30): «Hace cuatro días (esto es, aquel día era el cuarto, según el modo hebreo de computar el tiempo) que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa (no en la sinagoga; y a la hora en que la mayoría de la gente viajaba, negociaba, trabajaba en el campo, visitaba a sus amigos, echaba la siesta o se entregaba al placer), vi que se puso delante de mí un varón con vestiduras resplandecientes». Repite (vv. Hch 10:31, Hch 10:32) el mensaje que le había sido comunicado (vv. Hch 10:4-6); únicamente, tenemos, como variante de alguna importancia, la frase: «tu oración ha sido escuchada» (v. Hch 10:31). No se nos dice cuál era su oración, pero si el mensaje era respuesta a su oración, estaba orando que Dios le descubriese más ampliamente el camino de la salvación.

(b) Declara después la disposición en que, tanto él como sus amigos, estaban para recibir el mensaje que Dios había ordenado a Pedro para que se les transmitiera (v. Hch 10:33): «Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir (típica expresión de respeto entre los pueblos orientales)». Siempre «hacen bien» los fieles ministros de Dios que acuden a la gente deseosa de recibir instrucción. Y añade: «Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios te ha ordenado». Nótese eso de «todos» y «todo». El hombre entero debe estar presente, no sólo con el cuerpo, sino con el alma y el corazón. Pedro estaba allí dispuesto a predicar todo lo que Dios le había ordenado decir; y ellos estaban allí dispuestos a escuchar, no lo que les gustase, sino todo lo que Dios había ordenado a Pedro que predicase. No debía callarse nada, por muy desagradable que a los oyentes pudiese resultar o muy diferente de las nociones que de antaño pudiesen abrigar.

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