1 Corintios 13:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, el apóstol pone de relieve una cualidad absolutamente propia, exclusiva, del amor: su perpetuidad. Cuando todo lo demás, aun los dones más excelentes y las más eminentes virtudes, haya cesado, el amor perdurará por toda la eternidad, porque es lo mayor.

1. Compara primero la perpetuidad del amor con la transitoriedad de los carismas más significativos: el don de profecía, el de lenguas y el de conocimiento (v. 1Co 13:8): «El amor nunca cae (es decir, nunca se acaba. Comp. con Cnt 6:8). Mas; ya (sean) profecías, quedarán desvirtuadas (según el sentido primordial del verbo katarguéo, reducir a la impotencia), es decir, caerán en desuso; ya (sean) lenguas, cesarán; ya (sea) conocimiento, quedará desvirtuado (el mismo verbo katarguéo), es decir, se desvanecerá». Ésta es la traducción literal del versículo. Por el contexto posterior, quedan pocas dudas de que esta cesación se refiere al momento de la Segunda Venida del Señor. Cuando estemos en la presencia del Señor, no habrá necesidad de profetas ni de locuciones extáticas e ininteligibles. Por otra parte, el conocimiento actual que ahora poseemos de las cosas espirituales palidecerá ante la venida de lo perfecto (v. 1Co 13:10). En efecto, nuestro conocimiento es ahora parcial (v. 1Co 13:9): conocemos en parte, no porque conozcamos sólo una parte, sino porque lo que conocemos, lo sabemos todavía imperfectamente (comp. con el v. 1Co 13:12), mientras que en parte profetizamos, es decir (con la mayor probabilidad), el don de profecía sólo parcialmente nos da un atisbo de la verdad oculta en el misterio, con lo que «el profeta, lo mismo que el sabio, sólo recibe de Dios un parcial atisbo de la verdad» (Morris). Esta idea se halla desarrollada en 1Pe 1:10-12. Cuando el plan de Dios llegue a su consumación, lo que es en parte quedará fuera de uso (v. 1Co 13:10. De nuevo, el verbo katarguéo).

Al ser, pues, el sentido escatológico el más obvio en toda esta porción resulta demasiado aventurado sacar del versículo 1Co 13:8 un argumento apodíctico contra la opinión de los hermanos pentecostales a favor de la continuación de los carismas en la época actual. Digo «apodíctico», pues tampoco quiero negar cierta probabilidad a la opinión de hermanos tan competentes en la exposición de la Palabra como Trenchard y Ryrie. Dice éste en nota al versículo 1Co 13:11: «Hay estadios de crecimiento dentro del presente tiempo imperfecto antes del regreso de Cristo. Después del comienzo de la Iglesia, hubo un período de inmadurez, durante el cual se necesitaban dones espectaculares para el crecimiento y la autenticación (Heb 2:3, Heb 2:4). Al quedar completo el Nuevo Testamento, y con el crecimiento de la madurez de la Iglesia, desapareció la necesidad de tales dones».

2. Pablo ilustra con una comparación tomada de la vida humana ese contraste entre lo parcial y lo perfecto que expuso en los versículos 1Co 13:9 y 1Co 13:10: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; mas cuando me hice hombre, dejé a un lado lo que era de niño» (v. 1Co 13:11). Los niños pequeños (gr. néplos) tienen nociones muy confusas acerca de las cosas y, de acuerdo con sus nociones, se expresan y razonan también confusamente, sin tino ni precisión. Pero al hacerse adultos, abandonan con toda naturalidad dichas nociones y se ríen de ellas. Para el verbo «dejé a un lado», Pablo usa de nuevo el verbo katarguéo (por cuarta vez en pocos versículos), en el sentido de que tenía decidido no hacer uso de las nociones infantiles. Los dos verbos están en pretérito perfecto («me he hecho hombre … he dejado a un lado»), e indica que el proceso no fue instantáneo, sino progresivo (contra la opinión de L. Morris, que ve en el perfecto katérgueka una muestra de que Pablo «puso a un lado las cosas infantiles con decisión y finalidad», es decir, definitivamente).

3. El versículo 1Co 13:12 muestra, mediante la conjunción gar («porque»), que el versículo 1Co 13:11, lo mismo que este versículo 1Co 13:12, se refieren a la Segunda Venida del Señor: «Porque ahora vemos mediante un espejo y en enigma (lit.; es decir, de manera borrosa), mas entonces (veremos) cara a cara; ahora conozco en parte (comp. con el v. 1Co 13:9), mas entonces conoceré perfectamente, así como fui perfectamente conocido» (lit. Comp. con 1Co 8:3). Hay aquí varios detalles dignos de especial observación:

(A) Los espejos antiguos eran de metal pulido, por lo que no reflejaban las imágenes con la misma perfección que los espejos de azogue que ahora tenemos; de ahí que Pablo use la metáfora del espejo, no sólo para dar a entender el modo «indirecto» de ver las cosas celestiales en esta vida, sino también la oscuridad que la visión actual de tales cosas comporta.

(B) Pablo añade que entonces, cuando el Señor regrese, veremos cara a cara. ¿A quién? Los catolicorromanos tienen por «dogma» la visión facial, directa e intuitiva, de la esencia divina. Algunos hermanos mal informados (¡y son muchos, aun entre los expertos!) ven aquí, como en otros lugares, una alusión a la visión de Dios (el Padre) en el cielo. Esto contradice a toda la Escritura, especialmente a 1Ti 6:16. No cabe duda, por todo el tono de la porción (comp. con 1Jn 3:2-4), así como por el contexto general de la Escritura, que Pablo se refiere a la visión facial del Señor Jesucristo. Dice la versión Las Grandes Nuevas (NVI), en nota a este versículo: «Todo el que conozca la mentalidad cristocéntrica de Pablo, no dudará de que se refiere a la visión del Señor (comp. con 2Co 5:6-8; 1Jn 3:2)».

(C) Del ver, pasa Pablo en la segunda parte del versículo 1Co 13:12, al conocer. En la vida presente, nuestro conocimiento de Dios y de las cosas celestiales es imperfecto; pero, tras el paso a la eternidad, nuestro conocimiento será perfecto (en este sentido intensivo ha de tomarse el verbo compuesto epiguinosko); como dice M. Henry: «¡Oh glorioso cambio! ¡Pasar de la oscuridad a la luz, de las nubes al claro resplandor solar del rostro de nuestro Salvador, y ver la luz en la propia luz de Dios! En lo mejor, es únicamente el crepúsculo mientras estamos en este mundo; allí será día perfecto y eterno».

4. Finalmente (v. 1Co 13:13), el apóstol termina el capítulo con las frases siguientes: «Lo permanente es, pues, fe, esperanza y amor estas tres cosas juntas. Pero la más excelente de ellas es el amor» (NVI). Con esta versión, el versículo gana enormemente en claridad, a la vez que hace entera justicia al sentido del original. Merece un análisis especial:

(A) Aunque la conjunción griega de, que indica una especie de secuencia, suele traducirse por «mas» (adversativa suave, en vez de «pero»), aquí es clara la idea de resumen o conclusión, como la interpreta la NVI.

(B) Es muy de notar que el original coloca delante de la tríada «fe, esperanza, amor» (sin artículo en ninguna de las tres) el verbo ménei, permanece, en singular. Aun cuando esto es correcto gramaticalmente (lo mismo que en latín y castellano), al concertar el verbo, en singular, con el sujeto siguiente, el contexto posterior («estas tres cosas») da a entender que la intención del apóstol es tomarlas en conjunto, como algo que en la vida del creyente va sólidamente coligado (v. Rom 5:2-5; Gál 5:5, Gál 5:6; Col 1:4.; 1Ts 1:3; 1Ts 5:8; Heb 6:10-12; 1Pe 1:21.; etc.).

(C) Al apóstol no le preocupa ahora ni el valor «salvífico» de estas tres gracias, ni si una es raíz de otra, ni si el amor permanecerá por toda la eternidad (lo cual es cierto, a la vista del versículo 1Co 13:8; aunque incluso aquí la comparación podría ser entre el amor y los dones que se enumeran a continuación) mientras la fe dará paso a la visión (comp. con 2Co 5:7; Heb 11:1), y la esperanza a la posesión (comp. con Rom 8:24). El capítulo 1Co 13:1-13 no es un paréntesis, no es una especie de delicioso «sandwich» entre los capítulos 1Co 12:1-31 y 1Co 14:1-40, sino que ha de entenderse en conexión con ellos (v. 1Co 11:31). Como comenta L. Morris: «En vista del aprecio que los corintios sentían por lo espectacular, él (Pablo) les dice: Las cosas realmente importantes no son lenguas y cosas por el estilo, sino fe, esperanza y amor. Y no hay nada tan grande como el amor». La importancia de dicha tríada está, pues, en que, más que ninguna otra gracia y más que ningún otro carisma, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

(D) Una última observación: Si se admite que el verbo ménei indica una permanencia eterna, no sólo del amor (lo cual está fuera de duda), sino también de la fe en forma de «confianza», y de la esperanza en forma de «expectación» progresiva, como lo hacen Hodge y Trenchard, entonces quedará demostrada, sí, la importancia mayor de la tríada sobre los demás dones y gracias, pero ya no podrá esgrimirse contra los hermanos pentecostales el argumento de que las lenguas, etc., cesaron ya después de completado el canon del Nuevo Testamento, mientras que la fe y la esperanza permanecen hasta el retorno del Señor. La única conclusión que podría sacarse, ante los verbos katarguéo y paúsomai del versículo 1Co 13:8, es que los carismas son de carácter temporal (mientras se edifica la Iglesia), mientras que la fe, la esperanza y el amor son de carácter eterno.

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