1 Corintios 15:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En este capítulo, el apóstol se dedica a establecer la doctrina de la resurrección de los muertos, que algunos de los corintios negaban paladinamente (v. 1Co 15:12). Al negar la resurrección, renunciaban a un glorioso futuro personal, lleno de inefables recompensas. Pablo comienza con un compendio o quintaesencia del Evangelio que él predicaba. Con respecto a este Evangelio, obsérvese:

1. Cuán grande es el énfasis que en él pone (vv. 1Co 15:1, 1Co 15:2). Eso era lo que constantemente predicaba él. Ese era el Evangelio que los corintios habían recibido, pues no hay otro Evangelio. No era ninguna enseñanza nueva, extraña. Ése era el fundamento firme de su posición como creyentes (v. 1Co 15:1), y sobre ese firme pavimento caminaban seguros por la senda de la salvación (v. 1Co 15:2. El verbo está en presente continuativo de la voz pasiva: «vais siendo salvos»). Esta salvación era una realidad en ellos, si retenían la palabra que Pablo les había predicado (de la que formaba parte del núcleo la creencia en la resurrección), pues, si la negaban, era señal de que habían creído en vano (v. 1Co 15:2, comp. con v. 1Co 15:17); su fe no habría sido genuina, salvífica. Negado el núcleo del Evangelio, todo el edificio de la salvación cae por tierra. No hay salvación en el nombre de Jesús, a no ser sobre la base de la fe en su muerte y en su resurrección.

2. Cuál es ese evangelio al que Pablo se refiere: Es aquella enseñanza que el apóstol les había transmitido en primer lugar (v. 1Co 15:3); es decir, «como algo de la mayor importancia» (NVI). Era doctrina del más alto rango, las verdades fundamentales y más necesarias. La muerte y resurrección de Jesucristo son los dos hechos sobre los que, como sobre dos robustas y firmísimas columnas, se sostiene el edificio de las verdades evangélicas y la fe de todo el que se salva.

3. Esta doctrina es corroborada:

(A) Por las predicciones del Antiguo Testamento (vv. 1Co 15:3, 1Co 15:4): «Que Cristo murió (aoristo) por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado (prueba de que estaba realmente muerto), y que resucitó (lit. ha resucitado, en perfecto continuativo) al tercer día conforme a las Escrituras» (v. Isa 53:5-12, comp. con Sal 16:8.; Mat 16:21; Mat 26:24; Luc 24:25-27; Jua 2:21.; Hch 2:22, Hch 2:31; Hch 8:32.; Hch 17:2.; Hch 26:22.).

(B) Por el testimonio de muchos testigos de primera mano, quienes habían visto al Señor después de su resurrección de entre los muertos. Tantos ojos, en tantos lugares, y en diferentes tiempos, daban testimonio fehaciente del gran milagro (v. 1Co 15:11). Eso es lo que todos los testigos habían atestiguado, y eso era lo que los propios corintios habían creído.

(a) Entre los testigos, enumera Pablo (v. 1Co 15:5) primeramente a Pedro (v. Luc 24:34), a quien suele llamar Cefas, pues ése es el sobrenombre que le puso el Señor (Jua 1:42), después a los Doce (Luc 24:36). «Después (v. 1Co 15:6) se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales la mayoría viven aún, pero algunos ya se durmieron», es decir, ya se habían muerto. No sabemos si Pablo se refiere a la aparición mencionada en Mat 28:16. o si es alguna otra de la que sólo tenemos el informe que aquí nos da el apóstol. Dice L. Morris: «Es obviamente de la mayor importancia, pues en ninguna otra ocasión pudo una cifra tan alta de personas testificar del hecho de la resurrección». De la aparición a Jacobo, el hermano del Señor (v. 1Co 15:7), no sabemos nada más. Pablo vuelve a mencionar (v. 1Co 15:7) otra aparición a los Doce (Luc 24:50).

(b) En último lugar, menciona el apóstol la aparición que el Señor se dignó otorgarle a él. Veamos cómo expresa literalmente el original los tres versículos en que Pablo da cuenta de este suceso que tanta importancia tenía para él como testigo de la resurrección del Señor: «Y al último de todos, tal como al feto abortivo, se dio a ver (lit. fue visto) a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles, que no estoy cualificado (gr. hikanós, el mismo vocablo de 2Ti 2:2, entre otros muchos lugares) para ser llamado apóstol, por cuanto perseguí a la iglesia de Dios; mas por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia, la que a mí (me fue otorgada), no cayó en el vacío (lit. no fue hecha vacía), sino que más abundantemente que todos ellos me puse a trabajar con ardor (aoristo ingresivo), mas no yo (solamente), sino la gracia de Dios en unión conmigo». En esta porción, hay varios detalles que merecen ser analizados

Primero, el vocablo para «feto abortivo» es éktroma, que puede indicar aquí dos cosas: 1) La forma repentina, como antinatural, con que Pablo había sido, no sólo convertido, sino entrado a formar parte del grupo de los apóstoles; 2) como un insulto (así se empleaba con frecuencia dicho vocablo griego), ya fuese por su mala presencia física (comp. con 2Co 10:10), ya fuese por considerarle incompetente (comp con el v. 1Co 15:10) para ejercer el ministerio apostólico Dice J. Leal: «El artículo que precede (al vocablo) podría indicar que algunos habían echado en cara a Pablo su origen apostólico de segundo plano

Segundo, la gracia que, por tres veces, menciona Pablo en el versículo 1Co 15:10 no es «la gracia de la salvación» (así aplican erróneamente muchos este versículo), sino «la gracia del apostolado» (comp. 1Co 1:1, con Rom 1:1, Rom 1:5; Rom 12:3), es decir, el poder que Pablo había recibido como consecuencia del llamamiento de Dios al ministerio apostólico, siempre como fruto del favor, de la benevolencia especial, de Dios

Tercero, este poder de Dios en Pablo no actuaba automáticamente, por sí solo, sino mediante la cooperación ardua, afanosa, del apóstol. Por eso dice que dicha gracia en él no cayó en el vacío. Y para que nadie pensara que Pablo se atribuía a sí mismo la eficacia que su labor apostólica tenía, se apresura a especificar: «mas no yo, como si en mí mismo se originara ese poder, sino la gracia de Dios (que está) conmigo». Nótese que no dice: «sino con la gracia de Dios», sino que dice: «sino la gracia de Dios conmigo».

Para entender bien esta frase, es de notar que en griego hay dos preposiciones que significan «con» y otras dos que significan «sin». Las dos primeras son sun, que significa «en unión con» (ésa es la que tenemos aquí) y metá, que significa «en compañía de». Las otras dos son khorís, que indica «separación de» (la contraria de sun; por eso, la usa el Señor por la pluma de Juan en Jua 15:5, versículo con el que se ilumina la frase que analizamos) y áneu, que indica «sin la compañía» o «sin la intervención» de alguien, y es la contraria de metá. Lo que Pablo, pues, expresa en esa frase es que la gracia poderosa de Dios era como la «despensa inagotable» de la que él sacaba constantemente fuerzas para proseguir su trabajo. ASÍ, PUES, DE ESTE VERSÍCULO NO SE PUEDE SACAR NINGÚN ARGUMENTO A FAVOR DE LA COOPERACIÓN DEL ALBEDRÍO HUMANO EN LA OBRA DE LA SALVACIÓN PERSONAL.

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