Significado de ECONOMÍA Según La Biblia | Concepto y Definición

ECONOMÍA Significado Bíblico

¿Qué Es ECONOMÍA En La Biblia?

En la antigua Palestina la economía comprendía el simple deseo de mejorar las condiciones de vida y ampliar el contacto con otras personas. El éxito estaba determinado en gran medida por las condiciones del ambiente. Las lluvias y las fuentes de agua adecuadas, las tierras cultivables y los campos de pastoreo, y la disponibilidad de recursos naturales eran los factores ecológicos más importantes. Una vez que se constituyó la nación y se estableció la monarquía, comenzaron a pesar los requerimientos de los mercados locales e internacionales, la estabilidad del gobierno y los efectos de la política internacional. Sin embargo, a lo largo de su historia, la economía del pueblo de Israel estuvo gobernada, al menos en parte, por las leyes de Dios sobre la manera de tratar a los compatriotas israelitas en cuestiones de negocios y de caridad. Como en casi todo el resto del Cercano Oriente, la economía de la antigua Palestina era principalmente agrícola. Sin embargo, a diferencia de las grandes civilizaciones de la Mesopotamia y de Egipto, la economía de Israel no estaba completamente dominada por los intereses del palacio o del templo, como sucedía en otras naciones. Por ejemplo, no había monopolio estatal sobre la propiedad de la tierra cultivable. La propiedad privada de la tierra y la empresa privada eran el sistema que rigió durante la historia inicial de las tribus de Israel. Esta situación cambió en cierta medida cuando se estableció la monarquía y se formaron propiedades más extensas (2Sa 9:10) para sostener a los reyes y a la nobleza. También hubo intentos de parte de la burocracia real de controlar todo aquello que fuera posible dentro de la actividad económica y de la tierra de la nación (1Re 4:1-19).
Después de que la nación fue conquistada por Asiria y por Babilonia, hubo más cambios. A partir de ese momento, los esfuerzos económicos (la producción agropecuaria, la industria y el comercio) de la nación estuvieron en gran medida sometidos a las exigencias tributarias de los imperios dominantes (2Re 18:14-16) y al mantenimiento de las rutas de comercio internacional. Este esquema continuó durante el período neotestamentario, cuando las rutas romanas facilitaron el comercio aunque también mantuvieron sometido al pueblo. Si bien la economía era relativamente estable, estaba sobrecargada de elevados impuestos (Mat 22:17-21) para mantener al gobierno y al ejército de ocupación.
Condiciones ambientales
Muchos aspectos de la economía del pueblo estaban determinados por las condiciones ambientales en que vivían. Palestina tiene una geografía notablemente variada y grandes cambios climáticos. Entre sus ambientes se encuentran la estepa y el desierto al sur y al este en el Neguev y en el territorio correspondiente de Cisjordania. En estas regiones solo es posible el cultivo seco o por irrigación, y gran parte del terreno se les deja a los pastores que guían sus manadas y rebaños. Cerca del Mar Muerto hay una región desierta e inhóspita, mientras que en la meseta de la Sefela (entre la llanura costera y la zona montañosa) y en el área de Galilea en el norte de Palestina se encuentran las tierras húmedas de cultivo. El territorio ondulado y montañoso domina el centro del país; allí se desarrolla la agricultura “en terrazas”, y el riego y la conservación del agua son indispensables para el crecimiento del cultivo.
El clima semitropical de Palestina incluye veranos y otoños cálidos y secos durante los cuales no llueve por seis meses. La sequía se acaba en septiembre u octubre, y las lluvias continúan a lo largo del invierno boreal hasta marzo y abril. La cantidad anual de precipitación, que puede caer en forma torrencial en el término de pocos días, promedia los 1010 mm (40 pulgadas) anuales en el norte y en la zona occidental de la región montañosa y de la Sefela. Bajo la influencia de los vientos del desierto y de la barrera montañosa, esta cantidad disminuye hacia el sur y el este, con unos 200 mm (8 pulgadas) anuales en las regiones áridas del Desierto de Judá y el Neguev. Las temperaturas medias también varían ampliamente; las zonas elevadas y la franja costera son más frescas, mientras que las regiones bajas y desérticas alcanzan temperaturas superiores a los 32º C (90º F).
Con frecuencia, las condiciones climáticas inestables determinaban la actividad económica de los pueblos, de la región y de la nación. No es sorprendente que la primera experiencia de Abraham en Palestina fuera una hambruna (Gén 12:10). La sequía, que arruinaba las cosechas (1Re 17:1; Jer 14:1-6), producía un efecto en cadena sobre el resto de la economía. Algunas personas dejaban el país en busca del clima más predecible de Egipto (Gén 46:1-7), o se trasladaban a regiones de Cisjordania que no estuvieran afectadas por el hambre (Rut 1:1). Las dificultades económicas provocadas por las condiciones climáticas extremas también afectaban la actividad de los alfareros, los curtidores, los herreros y los tejedores.
Economía de la aldea
La agricultura en la antigua Palestina adquirió tres formas principales: la producción de granos (cebada y trigo), el cultivo de viñas y árboles frutales, y el cuidado de plantas oleaginosas (olivos, dátiles y sésamo) de los que se extraía el aceite para cocinar, iluminar y para uso personal. Los pobladores se dedicaban mayormente a arar los campos (1Re 19:19) y a la construcción y el mantenimiento de las terrazas de cultivo donde se plantaban las viñas (Isa 5:1-6; Mar 12:1) y los granos. En la región montañosa, las fuentes de agua generalmente se encontraban en los valles y, por lo tanto, hubiera sido demasiado trabajoso acarrear el agua hasta las terrazas. En consecuencia, se cavaban canales de riego para asegurar que las terrazas fueran humedecidas de manera continua por la lluvia y el rocío. Se construían fuentes para recibir el agua de los techos, y cisternas impermeabilizadas a fin de aumentar la provisión de agua de los pozos y de los manantiales de la aldea durante los meses secos del verano.
La situación ideal para un agricultor israelita era pasar sus días “debajo de su parra y debajo de su higuera” (1Re 4:25). A fin de asegurar esta posibilidad para sus hijos, la propiedad de la tierra se consideraba parte del patrimonio familiar que pasaba de una generación a la siguiente. Cada terreno era una garantía que Jehová daba a cada familia y, como tal, debía ser cuidado para que se mantuviera productivo. Su fruto era el resultado de un trabajo arduo (Pro 24:30-34) y se debía compartir con los pobres (Deu 24:19-21). La provisión de la tierra que Jehová les daba se pagaba (Núm 18:21-32) con la entrega de diezmos a los levitas y sacrificios. Las pertenencias de las familias eran debidamente marcadas. Era ilegal desplazar las piedras de los límites (Deu 19:14; Pro 22:28). Las leyes de la herencia estaban bien definidas y tenían previstas todas las eventualidades. Por lo general, el hijo mayor heredaba la porción más grande de las propiedades de su padre (Deu 21:17; Luc 15:31). A veces, la tierra era lo único que un hombre poseía para legarles a los hijos. Por esa razón se estableció la tradición de que la tierra no debía venderse en forma definitiva fuera de la familia ni del clan (Lev 25:8-17). La tradición tenía tanto peso que Nabot tuvo derecho de rechazar la petición del rey Acab de comprarle el viñedo, con el argumento de que no podía entregarle la heredad de sus padres (1Re 21:3). Sin embargo, más adelante los profetas denunciaban a los ricos “que acaparan casa tras casa y se apropian de campo tras campo” (Isa 5:8, NVI), aprovechándose del labrador pobre cuya tierra había sido devastada por los ejércitos invasores (Miq 2:2) o por la sequía.
Si un hombre moría sin dejar un heredero varón, sus hijas recibían la tierra (Núm 27:7-8), pero se les pedía que se casaran con alguien de la propia tribu a fin de asegurar que la parcela permaneciera dentro del legado tribal (Núm 36:6-9). La propiedad de un hombre sin hijos pasaba al pariente masculino más cercano (Núm 27:9-11). La tragedia de la falta de hijos se resolvía a veces mediante el deber del levirato. En esos casos, el pariente varón más cercano se casaba con la viuda del fallecido y así aseguraba un heredero (Gén 38:1-30). La obligación del redentor o go’el, como se llamaba el pariente, también incluía la compra de los terrenos familiares que hubieran sido abandonados (Jer 32:6-9).
Como la vida era incierta y la enfermedad y la guerra a menudo se cobraban la existencia de muchos habitantes de la aldea, las leyes incluían medidas para garantizar que la viuda, el huérfano y el extranjero no pasaran hambre. El propietario de cada campo debía dejar una porción de grano sin cosechar y de uvas en las viñas (Lev 19:9-10). Esto era para los pobres y los necesitados, que tenían derecho de recoger en esos campos (Rut 2:2-9). Se protegía la tierra de quedar agotada mediante la ley del año sabático, que obligaba a que la tierra descansara un año de cada siete (Lev 25:3-7).
A pesar del agobiante trabajo de cosechar los campos con hoces (Joe 3:13), el grano y los frutos representaban la supervivencia de la aldea y eran motivo de celebración (Jue 21:19). Después de la cosecha, el campo de la trilla se convertía en el centro de la actividad económica del pueblo y sus alrededores (Joe 2:24). Las espigas de grano de los campos cosechados en la región se llevaban allí (Amó 2:13) para que los bueyes las pisaran (Deu 25:4) y también las rastras de trilla (2Sa 24:22; Isa 41:15). Luego el grano se separaba de la paja con horquillas para aventar (Rut 3:2; Isa 41:16; Jer 15:7) y, por último, eran zarandeadas (Amó 9:9; Luc 22:31). Una vez completado el proceso, el grano se guardaba (Rut 3:2-7) hasta que pudiera ser distribuido a la gente. La aldea tal vez tenía un granero comunitario, pero la mayoría de los pobladores guardaba el grano en su casa en fosos de almacenamiento o en graneros (Mat 3:12).
Dada la importancia que tenía la distribución para el bienestar de la gente, la era gradualmente quedó asociada con la administración de justicia en la comunidad. Esto puede verse en la épica ugarítica de Aqhat (fechada aprox. 1400 a.c.), donde se describe a Daniel, el padre del héroe, cuando juzgaba casos de huérfanos en la era. De la misma manera, la forma en que Rut se acercó a Booz cuando este se encontraba durmiendo en la era después de la trilla (Rut 3:8-14) pudo haber sido un intento de obtener justicia en relación al derecho de propiedad sobre la heredad de su marido muerto. En otro ejemplo correspondiente al período monárquico puede observarse que la era se había convertido en el lugar simbólico para la administración de justicia usado por los reyes para acrecentar su autoridad. En 1Re 22:10 (TLA, RVA, BJL) se describe al rey Acab y a Josafat sentados en sus tronos frente a las puertas de Samaria en el campo de trilla, mientras analizaban los anuncios del profeta Micaías. La economía de los pueblos también incluía el cuidado de pequeños rebaños de ovejas y cabras. El pastoreo nómada, como el que se describe en las narraciones patriarcales, no formaba parte de la vida pueblerina. Cuando llegaba la estación seca del verano, los rebaños se trasladaban a nuevas pasturas en la zona de las colinas, pero esto solo requería de unos pocos pastores (1Sa 16:11). Solamente la esquila de las ovejas exigía mayor cantidad de personas de la comunidad (2Sa 13:23-24).
La escasa industria existente en las aldeas israelitas estaba orientada a complementar la actividad agrícola y a proveer tanto para las necesidades como así también algunos artículos de comercio. Esta actividad incluía la fabricación de ladrillos y tablas para construcción de casas, y el tejido de telas para vestimenta. Algunas familias tenían habilidad para fabricar utensilios de cocina y herramientas para el campo con arcilla, piedra y metal. Unos pocos tenían talento para fabricar sus propias armas, y los demás se protegían con garrotes y varas para arrear bueyes (Jue 3:31).
En casos excepcionales, los artesanos del pueblo instalaban puestos donde ofrecían artículos más especializados como alfarería fina, armas de bronce y joyas de oro y plata. Se podía prescindir de cualquier otro objeto u obtenerlo mediante el intercambio con otras aldeas o naciones donde había artesanos especializados (1Sa 13:20). También existía la posibilidad de que, durante la visita anual a la ciudad (Luc 2:41) para asistir a las fiestas religiosas, el aldeano concurriera a los puestos de comerciantes para comprar productos que llegaban de todo el Cercano Oriente.
Economía urbana
A medida que las aldeas y los pueblos crecían, el comercio local se fue expandiendo con la venta del excedente de mercadería de primera necesidad y de productos artesanales. El crecimiento de la población, estimulado por el establecimiento de la monarquía y de la estabilidad social, también incrementó la necesidad y el deseo de poseer metales (oro, estaño, cobre, hierro), artículos de lujo y productos manufacturados. En forma gradual se fue extendiendo una red de caminos a fin de facilitar esta actividad económica y vincular las aldeas y los pueblos del país. Los reyes encararon la construcción de caminos más sofisticados destinados al tránsito de vehículos pesados, y también llevaron a cabo otras obras públicas; para ello reclutaban una gran cantidad de trabajadores que realizaban esa tarea en lugar de pagar impuestos (1Re 9:15-22). Ezión-geber, un puerto en el Mar Rojo, se les compró a los edomitas para recibir una flota de barcos que traía oro de Ofir, maderas valiosas y otros artículos de lujo para la corte real (1Re 9:26; 1Re 10:11-12). Otra flota se sumó a la de Hiram de Tiro en el comercio por la zona del Mediterráneo (1Re 10:22).
En el interior de las aldeas y de las ciudades amuralladas, la mayor parte de la actividad comercial tenía lugar en las puertas de acceso y sus alrededores. Estos eran los lugares donde el tránsito era más intenso en cualquier pueblo y, probablemente, los sitios preferidos para instalar puestos y negocios de venta en lugar de hacerlo en las casas (Jer 18:2-3). Como también se atendían allí los asuntos legales (Deu 21:18-19), se podía dar fe de los contratos (Gén 23:15-16) y resolver disputas (Rut 4:1-6). Las tiendas también se podían establecer dentro de las murallas de las ciudades donde la construcción de aquellas incluía casamatas.
Como esta economía funcionó sin monedas acuñadas hasta alrededor del 550 a.c. , las medidas de intercambio eran la permuta y el peso convenido (siclo, mina, talento) de metales preciosos. Como siempre, los precios quedaban fijados por la ley de la oferta y la demanda (2Re 6:25; Apo 6:6), con un adicional para cubrir los costos de transporte y, si correspondía, la manufactura. Por ejemplo, artículos de lujo tales como especias y perfumes de Arabia, marfil y animales exóticos se cotizaban a precios elevados. Ser fácilmente transportable hacía que el negocio resultara rentable. Las pesas y medidas también se aplicaban a la venta de artículos de primera necesidad en el mercado del pueblo. Estas pesas variaban en los diferentes distritos y de un período de tiempo a otro (2Sa 14:26; Eze 45:10). Sin embargo, la ley exigía que los israelitas aplicaran una medida justa a sus clientes (Lev 19:35-36). El clamor de los profetas contra las pesas engañosas (Miq 6:11) y las balanzas alteradas (Amó 8:5) comprueba que la ley no impedía totalmente el fraude. Evidencias arqueológicas dan muestras del intento de la administración de los reyes para uniformar el peso del siclo. Los símbolos hieráticos en estos marcadores demostraban la dependencia del sistema egipcio de pesas y medidas.
El trabajo de los esclavos también fue parte de la evolución de la urbanización de Israel y de las continuas campañas militares de los reyes. El enorme número de prisioneros militares se agregaba a los equipos de trabajo forzado (1Re 5:13; 1Re 9:20-22) que construían caminos y reparaban las murallas de las fortalezas que protegían el reino. Las propiedades reales eran administradas por mayordomos (1Cr 27:25-31) y cultivadas por numerosos grupos de esclavos que eran propiedad del estado, y también por hombres libres contratados (1Sa 8:12).
Es poco probable que los individuos particulares tuvieran tantos esclavos como los monarcas o la elite. Dado que las leyes sobre la esclavitud eran bastante rigurosas (Éxo 21:1-11; Éxo 21:20; Éxo 21:26; Lev 25:39-46), lo más probable es que la mayoría de los propietarios de campos contrataran trabajadores por jornada (Mat 20:1-5). El arrendamiento de la tierra a campesinos era otra alternativa para resolver el problema laboral, pero no fue común en Israel antes de la época neotestamentaria (Mat 21:33-41; Mar 12:9).
Para cancelar una deuda, los israelitas podían vender como esclavos a miembros de la familia o a sí mismos (Éxo 21:7-11; Lev 25:39; Mat 18:25). La ley regulaba esta situación a fin de que la duración normal de la esclavitud o del contrato no excediera los seis años. Después el esclavo debía ser liberado y recibir una parte del rebaño o de la cosecha, con lo que podía comenzar de nuevo (Deu 15:12-14). La esclavitud perpetua solo tenía lugar cuando el propio israelita eligiera permanecer en esa condición. Esta decisión podía ocurrir cuando no se quería separar de la esposa y de los hijos que había obtenido durante el tiempo de esclavitud (Éxo 21:1-6), o al considerar que no podría vivir mejor por sus propios medios (Deu 15:16).
La urbanización y las exigencias impuestas por los conquistadores extranjeros produjeron mayor complejidad a la vida económica de los pueblos de Palestina. Aumentaron los viajes y el comercio, y con el aumento de los pedidos de los consumidores y la influencia de nuevas ideas y tecnologías de otros países la variedad de bienes y servicios creció. La agricultura se mantuvo como actividad principal, pero creció en función de los proyectos de obras públicas de los reyes y los gobernantes extranjeros. El tránsito comercial y privado aumentó y se agilizó con la construcción de mejores carreteras y medios de transporte. También se hizo más frecuente el trabajo de esclavos, aunque la mayoría eran prisioneros militares adquiridos en las guerras que consolidaban y protegían las fronteras nacionales. Ver Agricultura; Comercio; Esclavo, siervo; Pesos y medidas; Transporte y viajes.

Victor h. Matthews