Significado de JERUSALÉN Según La Biblia | Concepto y Definición

JERUSALÉN Significado Bíblico

¿Qué Es JERUSALÉN En La Biblia?

Ciudad construida sobre una altiplanicie en los montes de Judá, considerada sagrada por el judaísmo, el cristianismo y el islam. La importancia bíblico-teológica radica en su condición de lugar escogido por Yahvéh para Su divino reino y para el reino de David y sus descendientes, los vicerregentes de Yahvéh. Además de llamarse Jerusalén, también se la conoce como “la ciudad de David” y “Sion” (que en un principio se refería a una zona de la ciudad, la “fortaleza de Sion” que David conquistó de manos de los jebuseos; ver 2Sa 5:6-10).
En el Pentateuco no se menciona de manera directa. Moriah (Gén 22:2; relacionada con el lugar donde se levantaba el templo de Salomón en 2Cr 3:1) y Salem (Gén 14:18; relacionada con Sion en el Sal 76:2) al parecer se refieren al mismo lugar y establecen conexión entre la ciudad y el patriarca Abraham. La ciudad (conocida previamente como Jebús; ver Jue 19:10-11) fue conquistada en la época de Josué (Jue 1:8), pero los jebuseos no fueron expulsados (Jos 15:63; Jue 1:21). Cuando David tomó la ciudad y la convirtió en capital de Israel (2Sa 5:6-10; 1Cr 11:4-9), trasladó a Jerusalén el arca del pacto (2Sa 6:17) y la convirtió en sede no solo de su reino sino también de la monarquía de Dios (comp. 1Re 11:36; 1Re 14:21 y Sal 132:1-18, que enfatiza que es la morada escogida y deseada por Yahvéh). Jerusalén pasó a ser “la ciudad de nuestro Dios”, “la ciudad del gran Rey” y “la ciudad de Jehová de los ejércitos” (Sal 48:1-14). Durante el reinado de Salomón se construyó el templo (2Cr 3:1-17; 2Cr 4:1-22; 2Cr 5:1-14; 2Cr 6:1-42; 2Cr 7:1-22) y la nación alcanzó la cima política y económica con Jerusalén como centro (2Cr 9:1-31).

En los libros proféticos, además de las referencias literales a la ciudad, “Jerusalén” aparece como representante colectiva de toda la comunidad en los discursos de juicio y salvación futura. La centralidad teológica de Jerusalén y sucesos como la liberación histórica divina de manos de Senaquerib (2Re 19:1-37), hizo que la gente creyera erróneamente en la invencibilidad de la ciudad. Esta postura la denuncian profetas como Jeremías (Jer 7:1-15) y Miqueas (Miq 3:11-12) ya que indujo al pueblo a la apostasía. Como el pueblo abandonó a Yahvéh, Él abandonó a Su ciudad escogida a manos de los babilonios en el 586 a.C. (2Re 23:26-27).
Sin embargo, el juicio no fue definitivo. El rey Ciro de Persia (por decreto en el 538 a.C.) fue un siervo de Yahvéh al facilitar el regreso de muchos exiliados y la reconstrucción de la ciudad y del templo (Isa 44:26-28; Isa 45:13; Esd 6:1-22; Neh 1:1-11; Neh 2:1-20; Neh 3:1-32; Neh 4:1-23; Neh 5:1-19; Neh 6:1-19). Por otra parte, la salvación futura de Jerusalén superaría la restauración temporal de la comunidad luego del exilio. Todos los pueblos irían a ella (Isa 2:2-4; Jer 3:17). La nueva obra de Dios a favor de Jerusalén marcaría el comienzo de una nueva era (Isa 65:18-25; Zac 14:8-21).
El NT presenta diversas profecías sobre Jerusalén que se cumplieron en y a través de Jesús, el Mesías de Israel. En los Evangelios, Jerusalén cumple roles irónicos y contrastantes. Por un lado, es “la ciudad del gran Rey” (Mat 5:35) y “la ciudad santa” (Mat 4:5; Mat 27:53). Por el otro, es la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados (Luc 13:34). Si bien algunos ansiaban “la redención [de] Jerusalén” (Luc 2:38), la ciudad y sus habitantes enfrentarían un juicio espantoso por no haber reconocido el tiempo de la divina visitación de Jesús (Luc 19:41-44). En efecto, la misión de Jesucristo finalizó con el rechazo de los gobernantes de Jerusalén y Su muerte fuera de los muros de la ciudad (Mar 8:31; Mar 10:32-34; caps. Mar 14:1-72; Mar 15:1-47).

Aunque el arrepentimiento de los pecados debe predicarse a todas las naciones “comenzando desde Jerusalén” (Luc 24:47), en el período siguiente a la muerte y resurrección de Jesús, la esperanza bíblica se centra en “la Jerusalén celestial” (Heb 12:22 NVI; comp. Heb 11:10; Heb 11:16; Heb 13:13-14). Los verdaderos adoradores no debían adorar al Padre “ni en este monte ni en Jerusalén […] [sino que] rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad” (Jua 4:21; Jua 4:23 NVI). La “Jerusalén de arriba” (la madre de los libres, de los hijos de la promesa) contrasta con la “Jerusalén actual”, que es la madre de los esclavos incrédulos (Gál 4:25-26). La ciudad donde el Señor Jesús fue crucificado “simbólicamente se llama Sodoma y Egipto” (Apo 11:8 LBLA), pero la “nueva Jerusalén” descenderá del cielo con la llegada de un nuevo cielo y una nueva tierra (Apo 3:12; Apo 21:1-2).
La promesa del reinado de Yahvéh (“el reino de Dios”) y de la salvación de Su pueblo, tanto judíos como gentiles, halla cumplimiento en la muerte y la resurrección de Jesús y en la llegada de un nuevo cielo y una nueva tierra. La esperanza bíblica ahora apunta a “la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial” (Heb 12:22 LBLA).

Randall K. J. Tan