Significado de MATRIMONIO Según La Biblia | Concepto y Definición

MATRIMONIO Significado Bíblico

¿Qué Es MATRIMONIO En La Biblia?

Pacto de unión sagrada entre un hombre y una mujer que se concreta cuando realizan un juramento ante Dios de lealtad y amor mutuo para toda la vida y cuya señal y sello lo constituye la relación sexual.
Naturaleza del matrimonio
Dios instituyó el primer matrimonio en el huerto del Edén cuando le entregó a Adán a Eva como esposa (Gén 2:18-25). La idea de que los matrimonios posteriores debían seguir el modelo del primero se indica en la conclusión de la instrucción divina (ver Mat 19:4-6): “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gén 2:24). La unidad singular entre Adán y Eva se observa en que ambos se convirtieron en “una carne”. La unidad del matrimonio separaba a la pareja de los demás a fin de formar una unidad familiar aparte.
Dado que Dios lo instituyó, el matrimonio es más que una simple ceremonia. Los pasajes bíblicos que muestran que la relación matrimonial se basa en un pacto o voto efectuado ante Dios son Pro 2:17; Eze 16:8; Eze 16:59-62; Ose 2:16-20; Mal 2:14; Mat 19:6. Cualquier violación de ese pacto provoca el juicio divino.
Propósitos del matrimonio
 
La gloria de Dios
Si el objetivo principal del hombre como imagen de Dios es glorificarlo y disfrutar para siempre de una relación con Él (Sal 73:28; 1Co 10:31), evidentemente este es el propósito del matrimonio. Pablo explica en Efe 5:21-33 que esta institución tiene que seguir el modelo de la relación entre Cristo y la iglesia. De esto se deduce que el esposo y la esposa deben exhibir en su unión las características de la relación que gozamos con Cristo, nuestro Esposo divino, y en la que ambos forman parte de Su esposa, la iglesia. Este mismo principio también se puede deducir del AT, donde la relación matrimonial era una de las analogías para describir la relación de Jehová con Israel (por ej., Jer 2:1; Jer 3:6; Jer 31:32; Ose 1:1-11; Ose 2:1-23; Ose 3:1-5).
El matrimonio también constituye el don exclusivo de Dios a fin de proporcionar el contexto para una relación íntima que compone el medio para la procreación y el canal de expresión sexual conforme a los parámetros bíblicos.
Compañerismo
Si bien el resultado de la creación de la humanidad conformada por el hombre y la mujer era “bueno en gran manera” (Gén 1:31), la creación del varón solo no alcanzó a concretar el propósito de Dios para el hombre que llevaba Su imagen (Gén 2:18). Esto no expresa ningún fracaso divino; más bien, enseña que una criatura masculina sola no es la creación perfecta que Dios tenía en mente. Adán necesitaba una esposa para ser todo lo que Dios tenía en mente para él, tal como sucede normalmente con todos los hombres, a menos que Dios lo disponga de otro modo (ver Mat 19:10-12; 1Co 7:6-7). Desde luego, lo mismo sucede con la mujer ya que Dios la hizo para el hombre (ver 1Co 11:9).
Adán necesitaba una “ayuda idónea”, es decir, alguien que lo complementara o completara y cuya naturaleza se correspondiera con la suya (Gén 2:21-23). Él necesitaba más que un sistema para producir hijos; precisaba una “ayuda”, término que no es degradante ya que Dios también lo emplea (Gén 49:25; Éxo 18:4; Deu 33:7; Deu 33:26; 1Sa 7:12; Isa 41:10; Sal 10:14; Sal 33:20). Juntos, bajo la guía de Dios y el liderazgo del esposo, podrían hallar satisfacción al cumplir el propósito para el cual Dios los había creado. El compañerismo que se comparte en el matrimonio entre el esposo y la esposa permite gozar de salud física, sicológica, mental, emocional y espiritual.
El compañerismo dentro del matrimonio se expresa en actos de amor. Este modelo de amor se indica en 1Co 13:1-7. Por esta razón, el matrimonio debe ser un sitio de paciencia, humildad, gozo, verdad, paz, apoyo y esperanza. Por el contrario, el matrimonio no es un lugar para el abuso. En ningún lugar de las Escrituras se le otorga autoridad al esposo o la esposa para golpear o despreciar al compañero.
Procreación
El matrimonio también tiene como propósito la producción y la crianza de hijos piadosos (Gén 1:28; Sal 127:1-5). Los hijos son bendición y herencia de parte del Señor desde el momento de la concepción. Son una fuente de gozo dentro del matrimonio (Pro 17:6). Los padres son responsables de la educación moral y espiritual de los hijos (Efe 6:4), y tienen que guiarlos mediante un estilo de vida piadoso y una disciplina amorosa de manera que aprendan a tomar decisiones basadas en verdades bíblicas. Los hijos también son responsables de cuidar a sus padres cuando son ancianos. Si bien el AT valora mucho al primogénito, todos los hijos son valiosos para Dios desde la concepción hasta la madurez (Sal 139:14-16; Pro 17:6).
Intimidad sexual
El matrimonio también existe para la intimidad sexual. La intención de Dios al respecto es que se produzca exclusivamente dentro del matrimonio monógamo particular como recordatorio de que son “una carne”, unidos mediante un pacto. La intimidad sexual formaba parte de la buena creación de Dios (Gén 1:27-28; Gén 2:24-25). Las relaciones sexuales constituyen parte de la expresión natural de amor dentro del matrimonio y proporcionan intimidad emocional, profundizan la amistad de la pareja y ayudan a desarrollar una actitud de servicio dentro de la unidad matrimonial (Gén 2:24; Pro 5:15-19; 1Co 7:2-5). La intimidad sexual debe ser un momento de gozo y satisfacción mutua tanto del esposo como de la esposa (Cnt 6:1-13; Cnt 7:1-13). Dios ha otorgado derechos conyugales a ambos miembros del matrimonio (1Co 7:2-5).
Problemas en el matrimonio
 
Pecados sexuales
El adulterio es una violación del voto matrimonial efectuado ante Dios. La condenación bíblica del adulterio abarca conductas como matrimonio comunitario, intercambio de parejas, “matrimonios abiertos”, homosexualidad, incesto y voyerismo, como es el caso de la pornografía (Éxo 20:14; Lev 18:22; Rom 1:26-27; 1Ts 4:3; Heb 13:4).
Los pecados sexuales son graves porque minan el cimiento de la vida familiar, la unidad de la relación matrimonial y el compromiso de unión pactado delante de Dios. En Israel el énfasis en la pureza moral tanto del esposo como de la esposa se manifestaba en las penas severas que se aplicaban a cualquiera de las partes cuando se producía el pecado (Lev 18:1-30; Pro 5:1-23). Dios compara la idolatría con el adulterio debido a la similitud entre la relación divina-humana y de esposo-esposa.
Yugo desigual
El matrimonio bíblico tiene lugar entre cristianos. La expectativa de que un creyente se case con otro creyente se refleja en la enseñanza de Pablo de casarse con quien uno quiera, “con tal que sea en el Señor” (1Co 7:39). Su expectativa también se observa en los comentarios que efectúa acerca de no unirse “en yugo desigual con los incrédulos” (2Co 6:14). Los que deciden casarse con incrédulos violan mandamientos de las Escrituras.
Un creyente que ya está casado con un incrédulo no tiene permiso para dejarlo sino que debe conservar la relación a fin de criar a los hijos en la fe y ganar a la pareja incrédula (1Co 7:12-16; 1Pe 3:1). Un ejemplo del impacto que el integrante cristiano de la pareja puede producir sobre los hijos se observa en la vida de Timoteo. Existen pruebas de que el padre de Timoteo no era cristiano (Hch 16:1), pero la madre le transmitió la fe a su hijo (2Ti 1:5; 2Ti 3:14-15).
Divorcio
Hay cierto desacuerdo entre los creyentes en cuanto a la enseñanza bíblica sobre el divorcio. No obstante, casi todos concuerdan en que el divorcio va en contra de la enseñanza bíblica que dice que el matrimonio debe durar toda la vida porque está basado en un pacto mediante el cual un hombre y una mujer se convierten en “una carne”. En Mat 19:6, Jesús declaró: “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. En respuesta a la pregunta de los fariseos sobre Deu 24:1-4 donde se permite el divorcio, Jesús añadió: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mat 19:8). Sin embargo, bajo ciertas circunstancias, Dios parece permitir el divorcio y el nuevo casamiento. En el mismo pasaje, Jesús además declara que “cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera” (Mat 19:9; ver también Mat 5:32). De aquí se deduce que divorciarse de la pareja porque él o ella cometieron inmoralidad sexual (es decir, adulterio) y luego casarse con otra persona no es adulterio sino que Dios lo acepta. (Algunos cuestionan esta inferencia debido, en parte, a que los pasajes paralelos de Mar 10:11-12 y Luc 16:18 no presentan la excepción.) Tomando como base 1Co 7:10-11, algunos argumentan que la legitimidad del divorcio no implica que sea legítimo volver a casarse. Pero da la impresión de que, en el pasaje de Corintios, Pablo está tratando una situación (como podría ser el abuso) que no incluía adulterio. Pareciera también que el creyente puede divorciarse de su pareja incrédula si esta lo ha abandonado (1Co 7:15-16), pero dicha interpretación no es tan clara.
El divorcio, justificado o no, es una tragedia que quebranta la vida de los hombres, las mujeres, los hijos y el testimonio de Cristo que los creyentes le dan al mundo perdido. No obstante, los Evangelios están repletos de ejemplos sobre cómo Jesús trató con personas que luchaban con el sentimiento de culpa y fracaso, incluso el caso de una mujer que se había casado cinco veces y que en ese momento vivía con un hombre que no era su marido (Jua 4:1-42). Allí donde el pecado y la culpa estaban presentes, Jesús no lo minimizó sino que en todos los casos actúo otorgando redención. Su meta era ayudarlos a comenzar otra vez mediante la gracia y el poder de Dios.
Sumisión bíblica
El matrimonio cristiano debe ser un refugio para el esposo y la esposa, un ambiente seguro y saludable donde ambos sean alentados y renovados. La Escritura expone funciones específicas para el marido y su mujer. Estas funciones de ninguna manera disminuyen el valor de la otra parte. Ambos están creados a la imagen de Dios y tienen el mismo valor ante los ojos divinos (Gén 1:27). La relación matrimonial es un modelo de cómo Dios se relaciona con Su pueblo.
La Biblia describe el matrimonio que agrada a Dios en términos de sumisión mutua producida por el Espíritu Santo (Efe 5:18-21; ver también Flp 2:1-4). Dicho matrimonio también proporciona la satisfacción sexual y el compañerismo que Dios desea que produzca. No obstante, el esposo y la esposa deben expresar esa sumisión mutua de manera diferente. El marido debe poner en práctica la negación personal y alimentar el amor tal como Cristo lo hizo (Efe 5:25-33). Él es quien posee la iniciativa y la responsabilidad de guiar con sabiduría y entendimiento a su esposa. También debe protegerla, proveer para ella y honrarla (1Pe 3:7; Col 3:19). Por otro lado, la mujer tiene que expresar su sumisión siguiendo el liderazgo del esposo con respeto (Efe 5:22-24; Efe 5:33; Col 3:18), manteniendo una vida pura y reverente con “un espíritu afable y apacible” (1Pe 3:1-6). Ver Adulterio; Divorcio; Familia.

Brent R. Kelly y E. Ray Clendenen