Significado de ROMANOS, CARTA A LOS Según La Biblia | Concepto y Definición

ROMANOS, CARTA A LOS Significado Bíblico

¿Qué Es ROMANOS, CARTA A LOS En La Biblia?

La más larga y con más intenso contenido teológico de las 13 cartas del NT escritas por Pablo. Es también la más significativa en la historia de la iglesia. Martín Lutero estaba estudiándola cuando llegó a la conclusión de que una persona se justifica a los ojos de Dios únicamente por la fe. Su descubrimiento llevó al grito de batalla de la Reforma: sola fide, “solo por fe”.
Quién escribió Romanos
A pesar de que se ha refutado la autoría paulina de varias cartas, la evidencia de que él escribió Romanos es tan fuerte que solo los más innovadores la han puesto en tela de juicio. Sin embargo, los eruditos contemporáneos debaten el papel que tuvo Tercio en la redacción de esta carta (Rom 16:22). Algunos sospechan que Pablo le comunicó a Tercio solo temas generales y que este último la redactó. No obstante, como la carta a los Romanos es tan parecida a otras cartas paulinas sin la participación de Tercio, probablemente la haya dictado el apóstol.
Dónde y cuándo escribió Pablo la carta a los Romanos
Rom 15:25-29 indica que Pablo la escribió poco antes de hacer un viaje a Jerusalén. El apóstol llevó el dinero de las colectas de las iglesias gentiles de Macedonia y Acaya para los creyentes pobres en Jerusalén (Rom 15:26). Pablo tenía la esperanza de viajar desde allí a través de Roma hasta España, para “predicar el evangelio donde Cristo no sea conocido” (NVI). Esto coincide con la descripción que hace Lucas de los viajes de Pablo al final del relato del tercer viaje misionero (Hch 19:21; Hch 20:16). Hch 20:3 muestra que Pablo pasó tres meses en Grecia cuando viajó desde Macedonia a Jerusalén, y escribió Romanos en esa época. A pesar de que Lucas no especificó el lugar, diversos indicios sugieren que fue en Corinto. Primero, en 1Co 16:5-6 se ve que Pablo tuvo la intención de visitar dicha ciudad y probablemente pasar el invierno allí después de dejar Éfeso. Segundo, en Rom 16:1-27 se le encomienda a la iglesia de Roma que cuide de Febe, oriunda de Cencrea, una ciudad cercana a Corinto. Tercero, Pablo envía saludos de Gayo y Erasto (Rom 16:23), quienes probablemente residían en Corinto (1Co 1:14; 2Ti 4:20).
El hecho más significativo para poder fecharla es su comparecencia ante Galión, procónsul de Acaya (Hch 18:12-17), durante su estadía en Corinto en el segundo viaje misionero. Inscripciones antiguas indican que Galión fue procónsul de Acaya desde julio del 51 hasta julio del 52. Esto sugiere que el segundo viaje misionero terminó al final del verano o en el otoño boreal del 51 d.C. El tercer viaje misionero de Pablo incluyó una estadía de tres años en Éfeso que probablemente se haya extendido desde mediados o fines del 52 hasta mediados o fines del 55. No podemos determinar con precisión cuánto tiempo pasó Pablo en Macedonia desde su partida de Éfeso hasta el comienzo de su estadía de tres meses en Grecia (Hch 20:1-3). Sin embargo, sería razonable estimar que Pablo les escribió a los romanos desde Grecia en el 56 o 57. Tácito describió los disturbios ocurridos en Roma en los primeros años del reinado de Nerón (56–58 d.C.) a causa del cobro de excesivos impuestos; Rom 13:1-7 puede indicar que Pablo conocía esta situación, lo cual confirmaría la fecha propuesta.
Por qué Pablo les escribió a los romanos
Algunos intérpretes han considerado Romanos como un “tratado teológico”. Si bien es sumamente teológica, fue escrita con el fin de abordar la situación concreta de una iglesia en particular. La carta no presenta ciertos aspectos importantes de la teología paulina, como por ejemplo la doctrina sobre la Cena del Señor (1Co 11:17-24) o la segunda venida de Cristo (1Ts 4:13-18; 1Ts 5:1-11). Pablo también presta atención singular a asuntos que no son tratados en detalle en otras cartas, como la ira de Dios (Rom 1:18-32) y el rechazo de Jesús por parte de los judíos (Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36). Varios aspectos de Romanos, como la relación entre los débiles y los fuertes (Rom 14:1-23; Rom 15:1-6) y el modo en que los creyentes debían relacionarse con el gobierno, parecen reflejar la luchas que enfrentaba esta congregación en particular. Por consiguiente, Romanos no fue un libro de texto sobre teología escrito para destinatarios desconocidos.
Pablo tuvo varias razones para escribir esta carta. Primero, quería recordarles a los creyentes romanos algunas verdades fundamentales del evangelio para cumplir así su deber de proclamar el evangelio a los gentiles (Rom 15:14-16). El apóstol era consciente de que su mensaje podría ser mal interpretado o mal aplicado. Escribió para clarificar aspectos importantes de su mensaje a personas que solo habían escuchado acerca de él. Rom 16:17-20 muestra que Pablo estaba preocupado por la infiltración de falsos maestros en la iglesia. Ante este peligro, era imperioso expresar los puntos fundamentales del evangelio.
Segundo, Pablo quería tratar determinados problemas que enfrentaba la iglesia romana. En particular, quería llamar a la iglesia a la unidad. Era consciente de que ciertas diferencias en los puntos de vista de los creyentes gentiles y judíos habían causado desunión en la congregación. Esas diferencias surgieron en polémicas sobre el ayuno y la observancia de días festivos judíos. Probablemente el núcleo de la cuestión encerrara un tema más importante: “La inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios, ¿significaba que Dios había abandonado Sus promesas a Israel?” (ver especialmente Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36). Pablo hace hincapié en la igualdad entre creyentes judíos y gentiles. Tanto unos como otros son pecadores (Rom 2:9; Rom 3:9; Rom 3:23) y salvos por la gracia por medio de la fe, sin necesidad de las obras de la ley (Rom 3:22; Rom 3:28-30).
Tercero, Pablo quería presentarse formalmente a la iglesia romana y pedirle apoyo para su misión en España. Ya había proclamado plenamente el evangelio a través de todo el este del Imperio Romano, “desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico”. Ahora planeaba llevarlo a España, en el extremo occidental del imperio. Luego de dejar Jerusalén, viajaría a España pasando por Roma. El apóstol tenía la esperanza de recibir una ofrenda de la iglesia romana para colaborar con sus trabajos en España (Rom 15:21).
Cuál es la idea central de la carta a los Romanos
Quienes han profundizado en la interpretación de Romanos han buscado un único tema que unifique la epístola. Durante la Reforma, la tendencia era centrarse en la primera parte del libro y destacar “la justificación por la fe” como tema de la carta. Más adelante, los intérpretes sostuvieron que el núcleo de la epístola se encontraba en Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39 y que el tema principal era la unión de los creyentes con Cristo y la obra del Espíritu. Otros respondieron argumentando que el eje de la carta estaba en Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36 y que, en realidad, el tema central era la relación entre judíos y gentiles en el plan de Dios para la salvación. Incluso otros insistieron en que la sección práctica, Rom 12:1-21; Rom 13:1-14; Rom 14:1-23; Rom 15:1-33, expresaba el tema central del libro. La intención principal de Pablo fue llamar a la iglesia a la unidad y promover la armonía entre creyentes judíos y gentiles. Todos los enfoques anteriores tienden a enfatizar solo una parte de la carta y a restarle importancia al resto.
En la actualidad, los eruditos generalmente concuerdan en que el tema que puede abarcar todo el contenido del libro es “la justicia divina” aunque se discute el significado preciso de esta frase. En primer lugar, tradicionalmente los intérpretes protestantes han sostenido que la frase se refiere a una dádiva de Dios, quien juzga a los pecadores y los considera justos si creen en Cristo (Rom 3:21-22; Rom 4:1-8; Rom 10:3). Los intérpretes católicos, aun reconociendo que la justicia es un don, sostienen que se trata de una justicia real que Dios produce en los creyentes mediante Su poder transformador (Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39). Quizás la opinión más común en la actualidad es que esa “justicia divina” se refiere a un poder que Dios ejerce, Su poder para salvar. Esta interpretación enfatiza el concepto de justicia divina en el AT (Sal 98:2; Isa 46:13; Isa 51:8). Finalmente, otros opinan que la frase expresa una cualidad que posee Dios. Dios es justo. Esta justicia se expresa tanto en la justa condenación de los pecadores como en la justificación de aquellos que creen (Rom 3:3-5; Rom 3:25-26). Sin embargo, estas definiciones no se pueden tomar individualmente como el único significado de la frase. Cada definición se aplica a diversos contextos. No obstante, la cuarta y última definición tal vez haya sido la que Pablo tuvo en mente en Rom 1:17.
El concepto de “justicia divina” probablemente sea demasiado limitado como para constituir el tema de todo el libro. Un enfoque más acertado reconoce que el tema principal de Romanos es “el evangelio” o “el evangelio de la justicia divina”. La palabra “evangelio” y otros vocablos relacionados con este término aparecen con frecuencia en la introducción y la conclusión de la carta. Esta palabra se destaca aun más cuando Pablo anuncia el tema en Rom 1:16-17.
Cuál es el mensaje de Romanos
La introducción incluye un breve resumen del evangelio donde se destaca el AT como fundamento y Cristo como centro. Que Cristo sea del linaje de David confirma Su derecho de gobernar como rey mesiánico. Por virtud de Su resurrección, Jesús es también “Hijo de Dios con poder”. Dado que la siguiente instancia donde se menciona “poder” en el libro de Romanos se refiere al poder de Dios para salvar (Rom 1:16), el título implica que debido a Su resurrección, Jesús posee el poder de salvar (Rom 4:25; 1Co 15:14; 1Co 15:17; 1Co 15:20). Por último, Jesús es llamado “nuestro Señor”, título que claramente denota deidad (Rom 10:9; Rom 10:13; Joe 2:32).
En Rom 1:16-17 se expresa el tema de la carta. Pablo no se avergüenza de proclamar el evangelio, ya que lo que produce la salvación de todos los que creen, sean judíos o gentiles, es el poder de Dios para salvar. El evangelio revela la justicia de Dios, tanto el atributo en sí como Su acción de justificar a los pecadores (Rom 3:21-26). La salvación por fe no era un concepto nuevo; fue el mensaje de los profetas del AT (Rom 1:17; Hab 2:4).
Los gentiles merecen la ira divina porque sus pecados no han sido cometidos por ignorancia sino que suponen una negación de las verdades acerca de Dios que son evidentes para todos. El pecado que predomina en el hombre es no darle a Dios la gloria que merece. Él expresó Su ira divina al dejar al hombre librado al poder corruptor del pecado de modo que su comportamiento pecaminoso se vuelve cada vez más atroz y repulsivo a pesar de saber claramente que el pecado conduce a la muerte.
Ahora bien, que Dios condene a otros no impide que Él vea nuestra propia culpa. Dios juzgará a cada persona con equidad y le dará el castigo o premio que merezcan sus obras. Dios juzgará a judíos y gentiles por igual, con justicia y equidad, porque el juicio divino no se basa en favoritismos.
Tanto judíos como gentiles merecen la ira del Señor. A pesar de predicar y enseñar la ley, no la obedecieron, por lo cual deshonraron a Dios y blasfemaron Su nombre. La circuncisión no concede protección contra el juicio divino. El verdadero judío al que Dios elogiará es aquel que ha sido transformado en su interior. Los judíos ciertamente poseen algunas ventajas. Dios quiso concederles las Escrituras del AT y es fiel a Sus promesas a Israel. La justicia divina no deja de ser tal por castigar los pecados de los judíos, aunque se vería comprometida si no lo hiciera. La Ley que poseía Israel no era un medio de salvación. Lo que hacía era demostrar la pecaminosidad del hombre de modo que este perdiera las esperanzas de salvarse por su propia justicia.
Tanto la Ley como los Profetas testifican que Dios declara que los pecadores que no han guardado la ley son justos a Sus ojos si creen en Jesucristo. Este estado de justicia es otorgado gratuitamente por la gracia divina sobre la base de los méritos del sacrificio expiatorio de Cristo. Esta manifestación de justicia por gracia divina elimina toda presunción humana y sitúa en igualdad de condiciones tanto a gentiles como a judíos. La justificación por la fe más que por el cumplimiento de la ley no exime de la obediencia a esta última. Al contrario, afirma todo lo que la ley siempre ha expresado sobre la salvación. La ley dice claramente que Abraham, el padre de los judíos, fue declarado justo a los ojos de Dios por medio de la fe (Gén 15:6). La justicia fue un don recibido. De este modo, Dios le otorga esta justicia a una persona sobre la base de su fe, sin tener en cuenta la circuncisión.
Además, esta justicia se le otorgó a Abraham antes de que fuera dada la ley mosaica, como una muestra más de que Dios concede dicha justicia sobre la base de la fe y no del cumplimiento de la ley. Las promesas a la descendencia de Abraham (que incluyen el otorgamiento de la justificación y la vida en el mundo futuro) se conceden a los creyentes, tanto judíos como gentiles, al cumplirse la promesa de que aquel sería padre de muchas naciones. Abraham creía que Dios podía producir vida a partir de la muerte, hacer nacer a un niño de personas cuya ancianidad era equivalente a estar muertas. Del mismo modo, los cristianos creen que Dios pudo resucitar a Jesús de entre los muertos, y mostrar así la fe de Abraham y recibir la promesa de una justicia imputada.
Gracias a la justificación, los creyentes están en paz con Dios y esperan con alegría la completa transformación final. A través de la muerte expiatoria y propiciatoria de Jesús, los creyentes, que en el pasado eran enemigos de Dios y merecedores de Su ira, fueron reconciliados con Dios. El impacto que la desobediencia de Adán ejerció sobre la humanidad tiene su correlativo positivo en el efecto que produjo en los creyentes la obediencia de Cristo. Debido al pecado de Adán, todas las personas mueren, incluso las que vivieron antes de que fuera dada la ley y que, por lo tanto, no tenían mandamientos explícitos que pudieran desobedecer. Evidentemente, un solo acto de una persona puede tener un impacto universal y eterno. Sin embargo, la obediencia de Jesucristo tiene el poder de anular las consecuencias de la desobediencia de Adán. Si la desobediencia de un solo hombre puede causar la muerte de tantos, la obediencia de Cristo puede, del mismo modo, dar justicia y vida a muchos. Así como los efectos de la desobediencia de Adán fueron universales, los resultados de la obediencia de Cristo también lo son. La ley no introdujo la muerte en el mundo sino que les dio a los descendientes de Adán mandamientos explícitos que podían ser desobedecidos, tal como lo había hecho Adán. Por este motivo, el pecado fue más desenfrenado y atroz, lo cual sirvió para magnificar la abundancia y la grandeza de la gracia de Dios.
De lo expuesto anteriormente, no se debe llegar a la conclusión de que el pecado debería continuar. La unión de los creyentes con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección no es congruente con un estilo de vida pecaminosa. La vida vieja que tenía el creyente murió con Cristo. Ahora el creyente ha sido liberado del dominio del pecado. Al final, la unión del creyente con Cristo producirá su resurrección y la completa liberación del pecado. Los creyentes ahora deben vivir a la luz del conocimiento de que el dominio del pecado ha sido roto. Deben ofrecerse a sí mismos a Dios como instrumentos de justicia. El creyente tiene un nuevo amo espiritual: la justicia. Ser esclavo del pecado no beneficia a los pecadores sino que los condena a muerte. Ser esclavo de la justicia, en cambio, produce santidad y lleva a la vida eterna.
El creyente ha sido liberado de la ley. La muerte anula los pactos, de modo que ya no son vinculantes. Cuando un cónyuge muere, el otro queda liberado de la ley del matrimonio y puede volver a casarse. De manera similar, la muerte anula el poder de la ley. Por la unión con Cristo en Su muerte, el creyente es liberado de la ley y es libre para consagrarse a Dios. La liberación de la ley, la unión con Dios en Cristo y el poder del Espíritu permiten que el creyente lleve una vida justa, algo que la ley no podía realizar.
La ley incita a los incrédulos a pecar, pero esto no significa que sea mala. La ley es santa, justa y buena, pero la naturaleza pecadora utilizó la ley para destruir a los pecadores. Aun así, la ley cumplió una función positiva; mostró la corrupción absoluta del hombre y su esclavitud al pecado. No obstante, no podía liberar al hombre de dicha esclavitud. Pablo lo ilustró al describir su propia frustración al intentar cumplir con los requisitos de la ley. Pablo batallaba entre deleitarse en la ley de Dios y ser dominado por el pecado, y confesó que este conflicto solo terminaría mediante la resurrección corporal.
Aun así, el creyente puede gozar de victoria sobre el pecado. El Espíritu le da al creyente lo que la ley no podía otorgarle: lo libera de la esclavitud al pecado y lo mueve a cumplir las justas exigencias de la ley de un modo natural y espontáneo. A fin de producir nueva vida en el creyente, el Espíritu ejerce el mismo poder que utilizó para resucitar a Jesús de la muerte. Quienes viven según el Espíritu de Dios son hijos de Dios y, por lo tanto, herederos que tendrán parte en Su gloria. Toda la creación anhela esta gloria. El creyente anhela ser adoptado por Dios mediante la redención del cuerpo.
En el presente, Dios obra a través de cada circunstancia para el bien espiritual del creyente. El designio eterno de Dios no se verá frustrado, e indefectiblemente hará que aquellos a quienes amó desde la eternidad pasen a ser como Su hijo. Tanto la culminación de la salvación de los creyentes en el juicio final mediante la justificación como también su glorificación son ciertas porque se basan en el amor eterno de Dios.
El rechazo de Cristo por parte de Israel, el pueblo elegido de Dios, podría parecer contradictorio a la infalibilidad de las promesas de Dios, y podría debilitar la esperanza del creyente. Sin embargo, las promesas divinas a Israel no han fallado. No todos los descendientes físicos de Abraham son verdaderos israelitas. Las promesas de Dios son para aquellos a quienes Él escogió. Esta elección no está basada en el modo de ser ni en el comportamiento humano sino en los misteriosos designios de Dios.
No podemos acusar a Dios de ser injusto. Él tiene libertad de mostrar misericordia con quien desee porque el Creador tiene autoridad absoluta sobre Sus criaturas. Si Él elige glorificarse a sí mismo expresando ira hacia unos y generosa misericordia hacia otros no podemos cuestionar Su modo de ser. Dios habría sido justo aun si no hubiese salvado a nadie, y es ciertamente justo si escoge salvar a gran parte de la humanidad.
De todos modos, Israel es completamente responsable de su condición espiritual. Los gentiles obtuvieron la verdadera justicia por la fe. Israel procuró justicia pero intentó establecerla mediante obediencia a la ley antes que por fe en Cristo. A pesar de sus esfuerzos, Israel no encontró la verdadera justicia porque solo se consigue cumplir la ley por medio de la fe en Cristo. La salvación viene solo por la fe en Cristo, tal como se demuestra en el AT.
Lo que impidió que Israel confesara su fe en Cristo no fue falta de información. Aunque escuchó el mensaje de Jesús, la mayoría lo rechazó a causa de obstinada desobediencia. Aun así, Dios no ha rechazado completamente a Israel sino que por Su gracia ha elegido a una parte de Su pueblo para que se salve. Este remanente obtendrá la justicia buscada por Israel. Dios endureció al resto.
Dios utilizó el rechazo de Israel al evangelio para concretar Sus designios de gracia: llevar la salvación a los gentiles. Ahora Dios usará la acogida del evangelio por parte de los gentiles para inducir a algunos israelitas a confiar en Cristo. Los gentiles no deben presumir ante Israel. Su salvación depende de las promesas hechas por Dios a Israel y de la fe. Él está dispuesto a aceptar al resto de los israelitas cuando se arrepientan de su incredulidad.
Los gentiles no deben suponer que su condición delante de Dios es privilegiada. Después de que todos los gentiles elegidos en la presciencia divina hayan sido salvos, Dios volverá a centrar su atención en el pueblo de Israel. Gran cantidad de judíos serán salvos porque los dones de Dios y Su llamamiento son irrevocables. Dios ha mostrado Su misteriosa sabiduría al hacer que gentiles y judíos se animen mutuamente a creer en Cristo.
Los creyentes responden a la misericordia de Dios al consagrarse por completo a Él con una mente renovada que conoce la voluntad divina. La mente renovada reconoce la interdependencia de los miembros de la iglesia y no establece jerarquía basada en los dones espirituales recibidos. La mente renovada se caracteriza por el amor, el cual se expresa a través de perdón, compasión, armonía, humildad y bondad.
Los creyentes deben someterse a las autoridades gubernamentales. Dichas autoridades son designadas por Dios, mantienen el orden y buscan impedir el desorden y la anarquía. Por este motivo, los creyentes pagan sus impuestos y muestran respeto hacia líderes políticos.
Los cristianos deben cumplir la ley expresando amor hacia los demás. Dado que la segunda venida de Cristo se acerca, es especialmente importante expresar dicho amor a los demás y vivir de manera recta. Los creyentes deben aceptarse mutuamente con amor aun cuando no estén de acuerdo en cuestiones de conciencia, incluso al hacer lo que uno considere correcto. Deben tener cuidado de no permitir que su comportamiento perturbe a otros creyentes con diferentes convicciones. Deben tener especial cuidado de no alentar a otros a hacer algo que ellos piensen que está mal. Está mal comer, beber o hacer cualquier cosa que turbe la propia conciencia.
Los creyentes judíos y gentiles, los débiles y los fuertes deben vivir en unidad y procurar edificarse mutuamente. Deben aprender a glorificar a Dios en unidad de corazón y de expresión. Jesús mismo vino al mundo a servir a los judíos al cumplir las promesas que les fueron hechas, y además incluir a los gentiles en el plan de Dios para que pudieran glorificar a Dios como fue profetizado en el AT. Ver Ética; Justicia; Salvación.
Bosquejo
I. Introducción (Rom 1:1-15)
A.  Jesucristo es el centro del evangelio; Pablo está capacitado para proclamar el evangelio (Rom 1:1-7)
B.  Pablo agradece a Dios por los cristianos romanos y expresa su amor hacia ellos (Rom 1:8-15)
II. Tema: El evangelio revela el poder salvador de Dios y Su justicia (Rom 1:16-17)
III. La promesa ofrecida por el evangelio: justificación por la fe (Rom 1:18-32; Rom 2:1-29; Rom 3:1-31; Rom 4:1-25)
A.  La necesidad de ser justificado (Rom 1:18-32; Rom 2:1-29; Rom 3:1-20)
1. Todos los gentiles son pecadores (Rom 1:18-32)
2. Todos los judíos son pecadores (Rom 2:1-29; Rom 3:1-8)
3. Todas las personas son pecadoras (Rom 3:9-20)
B.  El don divino de la justificación (Rom 3:21-31; Rom 4:1-25)
1. Dios otorga justificación a través de Cristo por la fe (Rom 3:21-26)
2. La justificación tanto de judíos como de gentiles se basa en la fe y no en las obras (Rom 3:27-31; Rom 4:1-25)
IV. Los beneficios conferidos por el evangelio (Rom 5:1-21; Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39)
A.  El creyente tiene paz, justicia y gozo (Rom 5:1-11)
B.  El creyente escapa de las consecuencias de la trasgresión de Adán y el reinado del pecado en la muerte (Rom 5:12-21)
C.  El creyente es liberado de la esclavitud del pecado (Rom 6:1-23)
D. El creyente es liberado de las ataduras de la ley (Rom 7:1-25)
E. El creyente vive una vida justa por el poder del Espíritu (Rom 8:1-17)
F. El creyente gozará finalmente de victoria completa sobre la corrupción (Rom 8:18-39)
V. El rechazo de Israel al evangelio (Rom 9:1-33; Rom 10:1-21; Rom 11:1-36)
A.  Israel ha rechazado a Cristo (Rom 9:1-5)
B.  El rechazo temporal de Israel a Cristo es congruente con el plan eterno de Dios (Rom 9:6-29)
C.  El rechazo temporal de Israel a Cristo se debe a su obstinada desobediencia en la búsqueda de justicia propia (Rom 9:30-33; Rom 10:1-21)
D. Dios ha elegido un remanente actual de judíos para que sean salvos y ha endurecido al resto (Rom 11:1-10)
E. Dios finalmente salvará a la nación de Israel (Rom 11:11-32)
F. El plan de Dios es misterioso y sabio (Rom 11:33-36)
VI. Las consecuencias prácticas del evangelio (Rom 12:1-21; Rom 13:1-14; Rom 14:1-23; Rom 15:1-13)
A.  Los cristianos deben responder a la misericordia de Dios mediante la transformación de sus vidas (Rom 12:1-2)
B.  La transformación de vida afectará las relaciones en la iglesia (Rom 12:3-21)
C.  La transformación de vida afectará las relaciones con autoridades políticas (Rom 13:1-7)
D. La transformación de vida es urgente porque la segunda venida de Cristo está cerca (Rom 13:8-14)
E. La transformación de vida llevará a la aceptación mutua de cristianos débiles y fuertes (Rom 14:1-23; Rom 15:1-13)
VII. Conclusión (Rom 15:14-33; Rom 16:1-27)

Charles L. Quarles