La Biblia dice: Tú Perteneces a Dios

«¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo!» (Sal 139:14 NLT)

Cuando era niño, había una serie de televisión que me gustaba mucho, es más, mi hermano y yo queríamos ser como Lee Major, el actor que encarnaba al famoso «el hombre nuclear» Creo que en inglés el nombre de la serie era algo como el «hombre de los seis millones de dólares». Este poderoso hombre estaba equipado con extremidades e implantes biónicos nucleares, todo lo nuclear en la época era poderoso.

La verdad es que no hay nada que debas envidiarle. Eres excepcional, único en tu clase, singular en tu especie; una maravilla auténtica del divino creador. Mira tu lengua, con sus cuatrocientas diminutas papilas gustativas, cada una experta en distinguir entre espárragos y un pie de limón y merengue. ¿Y qué tal tu sistema digestivo? 20 millones de pequeñas bocas que pueden descomponer prácticamente cualquier alimento. Y luego está tu sistema de enfriamiento: trabajé en General Electric, la compañía de las refrigeradoras, y te aseguro que nada se compara: 350 mil glándulas sudoríparas por centímetro cuadrado. Trabajé en IBM, y te lo aseguro: la PC fue modelada a partir del cerebro humano. Redes Neuronales Artificiales, Aprendizaje Automático, Aprendizaje Profundo, Procesamiento Paralelo, Memoria y Almacenamiento: y qué decir de tu sistema sensorial, una red de diez millones de nervios que envían, interpretan mensajes y formulan respuestas únicas. Eres uno entre siete mil millones de personas. Nadie más posee tu tono de voz, tus huellas dactilares o tu ADN.

Cuando naciste, Dios no se paró y se preguntó: ¿Qué vamos a hacer con este? No, a ti te dio el nombre de tu Padre (Isaías 43:1). Fuiste comprado por precio (1 Corintios 6:20). Fuiste hecho miembro de Su familia redimida (1 Juan 3:2). Él ordena tus pasos (Salmos 37:23). Él ya ha planeado tu éxito (Jeremías 29:11). Él te amó aún más allá de tu pecado y te eligió antes de que pudieras hacer el bien o el mal. ¿No le da eso el derecho de decir: «Quiero tu alabanza y obediencia, quiero que pases tiempo conmigo, quiero que leas las cartas que te he escrito, y no quiero que nadie ni nada se interponga entre nosotros»? Así que, la palabra para ti hoy es: ¡Tú perteneces a Dios!