“Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores” Juan 4:38 (RV1960).
Hace algún tiempo, el hermano de un amigo se hizo un examen de ADN para determinar sus antepasados. Cuando los resultados fueron presentados, me contó que el 90% de sus ancestros eran de Italia, y el otro 10% de alguna parte de Europa. Este tipo de pruebas se realizan para rastrear y construir el famoso árbol genealógico. Solo por curiosidad, supe que pueden rastrear hasta unos 1,000 años en la antigüedad. Esta situación me dejó bastante curioso, confieso, y con muchas ganas de realizarme el mismo examen. Creo con certeza que no encontrarían reyes o príncipes en mis antepasados, pero con seguridad, reyes y sacerdotes para Dios nuestro padre.
Esta situación me hizo meditar y reflexionar en la palabra de Dios, y recordar a mis familiares devotos que vivieron antes de mí: la bisabuela, mi abuela, mi madre, tías, todas ellas personas justas e fervientes en las cosas de Dios.
Creo firmemente que las cosas que estoy viviendo y cosechando tienen mucho que ver con las bendiciones y beneficios del pacto de Dios. Todos mis familiares eran personas de bien, que oraban por sus hijos, por sus nietos y bisnietos. Como dice la palabra, debemos orar por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, y así hasta la cuarta generación. Puedo ver las bendiciones en mi vida y en la vida de mis hijos porque tenía familiares que amaban a Dios y oraban por las generaciones futuras.
Quizás te estés preguntando cuánto desearía tener una familia como la tuya, pastor. Sin embargo, la realidad es que nadie en mi familia sigue el camino de Dios; al contrario, muchos de ellos actúan de manera malvada.
Recuerda que en este momento estás cosechando tanto lo bueno como lo malo de tus ancestros. Puedes sentirte sorprendido y preguntarte, ¿por qué? La respuesta es simple: en la vida, no eres el único que siembra ni mucho menos el único que cosecha. Por eso, es crucial que tomes decisiones sabias, ya que tu vida impactará de alguna manera a las generaciones venideras. Aquí tienes una clave vital: No puedes alterar la siembra del pasado, pero sí puedes romper los lazos de sufrimiento, abuso y pecado hoy, en el nombre de Jesús. Tienes el poder de cambiar el destino de tu hogar y tu familia. Puedes ser el iniciador causante de una herencia y legado sagrados, sembrando los frutos de amor, fe y esperanza en tu entorno familiar.
El Señor Jesucristo dijo en Juan 4:38: “Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores” (RV1960).
Es posible que la cosecha nunca sea vista por tus ojos en esta tierra. Pero puedes tener la certeza de que tu integridad y fidelidad iluminarán, inspirarán e impactarán a tus generaciones hasta la eternidad y la gloria.
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