Mateo 8 - Biblia de Jerusalem 1976Jesús sana a un leproso1. Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. 2. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme.» 3. El extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante quedó limpio de su lepra. 4. Y Jesús le dice: «Mira, no se los digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. Jesús sana al siervo de un centurión5. Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó 6. diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.» 7. Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.» 8. Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. 9. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.» 10. Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. 11. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, 12. mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.» 13. Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído.» Y en aquella hora sanó el criado. Jesús sana a la suegra de Pedro14. Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. 15. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. 16. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, 17. para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: = El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. = Los que querían seguir a Jesús18. Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. 19. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.» 20. Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» 21. Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.» 22. Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.» Jesús calma la tempestad23. Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. 24. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. 25. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» 26. Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. 27. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» Los endemoniados gadarenos28. Al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. 29. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» 30. Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. 31. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos.» 32. El les dijo: «Id.» Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. 33. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. 34. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término. |