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    Santiago 3 - Biblia de Jerusalén 1998

    La lengua

    1. No queráis ser maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo,

    2. pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae al hablar, ése es un hombre perfecto, capaz de refrenar todo su cuerpo.

    3. Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo.

    4. Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere.

    5. Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego y qué bosque tan grande incendia.

    6. La lengua es también fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos.

    7. Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el género humano;

    8. en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero.

    9. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios;

    10. de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así.

    11. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?

    12. ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce.

    La sabiduría de lo alto

    13. ¿Quién hay entre vosotros sabio o con experiencia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la mansedumbre de la sabiduría.

    14. Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y ambición, no os jactéis ni mintáis contra la verdad.

    15. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca.

    16. Pues donde hay envidia y ambición, allí hay desconcierto y toda clase de maldad.

    17. En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía.

    18. Fruto de justicia siembran en paz los que procuran la paz.