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miércoles, julio 17, 2024
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    Jeremías 4 - Biblia de nuestro Pueblo

    1. Nueva exhortación al arrepentimiento Si quieres volver, Israel, vuelve a mí -oráculo del Señor-; si apartas de mí tus ídolos detestables, no irás errante;

    2. si juras por el Señor con verdad, justicia y derecho, las naciones desearán tu dicha y tu fama.

    3. Así dice el Señor a los habitantes de Judá y Jerusalén: Preparen los campos y no siembren cardos.

    4. Circuncídense para el Señor quiten el prepucio de sus corazones, habitantes de Judá y Jerusalén, no sea que por sus malas acciones, estalle como fuego mi cólera y arda sin que nadie pueda apagarla. El enemigo del norte Is 5,26-30 Mírenle subir

    Judá es amenazada de invasión

    5. Anúncienlo en Judá, proclámenlo en Jerusalén, toquen la trompeta en el país, griten a pleno pulmón: júntense para marchar a la ciudad fortificada,

    6. levanten la bandera hacia Sión; escapen sin detenerse; que yo traigo del norte la desgracia, una gran calamidad:

    7. sale el león de la maleza, sale de su guarida, está en marcha un asesino de pueblos, para arrasar tu país e incendiar tus ciudades dejándolas despobladas.

    8. Por eso vístanse de sayal, hagan duelo y laméntense, porque no cede el incendio de la ira del Señor.

    9. Aquel día -oráculo del Señor- se acobardarán el rey y los príncipes, se espantarán los sacerdotes, se turbarán los profetas.

    10. Yo dije: ¡Ay Señor mío! Realmente has engañado a este pueblo y a Jerusalén, prometiéndole paz, cuando tenemos al cuello la espada.

    11. En aquel tiempo dirán a este pueblo y a Jerusalén: Un viento sopla de las dunas del desierto hacia la capital de mi pueblo: no viento de aventar ni de limpiar el trigo,

    12. sino viento huracanado a mis órdenes: ahora me toca a mí pronunciar su sentencia.

    13. Mírenle avanzar como una nube, sus carrozas como un huracán, sus caballos más rápidos que águilas: ¡ay de nosotros! Estamos perdidos.

    14. Jerusalén, lava tu corazón de maldades, para salvarte, ¿hasta cuándo anidarán en tu pecho planes criminales?

    15. Escucha al mensajero de Dan, al que anuncia desgracias desde la sierra de Efraín:

    16. Díganselo a los paganos, anúncienlo en Jerusalén: de tierra lejana llega el enemigo lanzando gritos contra los poblados de Judá;

    17. como los guardianes de un campo te cercan, porque te rebelaste contra mí -oráculo del Señor-;

    18. tu conducta y tus acciones te lo han traído, ése es tu castigo, el dolor que te hiere el corazón.

    19. El alarido de guerra ¡Ay mis entrañas, mis entrañas! Me tiemblan las paredes del pecho, tengo el corazón turbado y no puedo callar; porque yo mismo escucho el toque de trompeta, el alarido de guerra,

    20. un golpe llama a otro golpe, el país está deshecho; de repente quedan destrozadas las tiendas de campaña y en un momento los pabellones.

    21. ¿Hasta cuándo tendré que ver la bandera y escuchar el toque de la trompeta?

    22. Mi pueblo es insensato, no me reconoce, son hijos necios que no recapacitan: son hábiles para el mal, ignorantes para el bien.

    23. Miro a la tierra: ¡caos informe!; al cielo: está sin luz;

    24. miro a los montes: tiemblan; a las colinas: danzan;

    25. miro: no hay hombres, las aves del cielo han volado;

    26. miro: el vergel es un desierto, los poblados están arrasados: por el Señor, por el incendio de su ira.

    27. El grito de Sión Así dice el Señor: El país quedará desolado, pero no lo aniquilaré;

    28. la tierra guardará luto, el cielo arriba se ennegrecerá; lo dije y no me arrepiento, lo pensé y no me vuelvo atrás.

    29. Al oír a los jinetes y arqueros, huyen los vecinos, se meten en cuevas, se esconden en la maleza, trepan a los peñascos, y la ciudad queda abandonada, sin un habitante.

    30. Y tú, ¿qué haces que te vistes de púrpura, te enjoyas de oro, te maquillas los ojos con negro? En vano te embelleces, tus amantes te rechazan, sólo buscan tu vida.

    31. Oigo un grito como de parturienta, sollozos como en el primer parto: el grito angustiado de Sión, estirando los brazos: ¡Ay de mí, que desfallezco, que me quitan la vida!