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miércoles, julio 17, 2024
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    Job 37 - Biblia de nuestro Pueblo

    1. Al ver eso tiembla mi corazón y se me salta de su sitio.

    2. ¡Atención!, oigan el trueno de su voz y el retumbar que sale de su boca;

    3. suelta bajo el cielo su rayo, que alcanza hasta el extremo del mundo;

    4. luego se oye un estruendo, cuando hace resonar su voz majestuosa y ya no detiene sus rayos una vez que se escucha su voz.

    5. Dios truena con voz maravillosa y realiza proezas que no comprendemos.

    6. Ordena a la nieve: Cae al suelo, y al aguacero: Apresúrate.

    7. Hace que los hombres se queden en sus casas para que todos reconozcan su obra.

    8. Las fieras se meten en sus madrigueras y se quedan en sus guaridas.

    9. Del sur viene la tormenta, de los vientos del norte la helada;

    10. al soplo de Dios se forma el hielo y se congela la superficie del agua.

    11. Él carga de humedad los nubarrones y dispersa las nubes de tormenta,

    12. que giran y se revuelven, timoneadas por él, para cumplir todos sus encargos sobre la superficie de la tierra;

    13. sea para castigar o para bendecir, siempre se cumple su voluntad.

    14. Escúchame esto, Job, detente y fíjate en las maravillas de Dios:

    15. ¿Sabes cómo dirige Dios las nubes y cómo hace brillar el relámpago en su nube?

    16. ¿Sabes cómo equilibra las nubes, maravillas de sabiduría consumada?

    17. Tú, que te sofocas de calor en tu ropa cuando la tierra se adormece bajo el viento del desierto,

    18. ¿puedes ayudar a Dios a extender el firmamento, y dejarlo firme como espejo de metal fundido?

    19. Enséñanos qué debemos decirle, porque a oscuras no podemos argumentar.

    20. ¿Hay que advertirle sobre qué quiero hablar?, si uno dice algo, ¿hay que informarle?

    21. Ahora no se ve la luz, oscurecida entre nubes; pero un viento pasará limpiándolas.

    22. Del norte vienen resplandores de oro, Dios se rodea de imponente grandeza;

    23. no podemos alcanzar al Todopoderoso: sublime en poder, rico en justicia, no viola el derecho.

    24. Por eso lo temen todos los hombres y él no teme a los sabios.