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sábado, agosto 17, 2024
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    Mateo 12 - Biblia de nuestro Pueblo

    Los discípulos recogen espigas en el día de reposo

    1. Jesús y el sábado Mc 2,23-28; Lc 6,1-5 En cierta ocasión, Jesús atravesaba unos campos de trigo en día sábado. Sus discípulos, hambrientos, se pusieron a arrancar espigas y comérselas.

    2. Los fariseos le dijeron: -Mira, tus discípulos están haciendo en sábado una cosa prohibida.

    3. Él les respondió: -¿No han leído lo que hizo David y sus compañeros cuando estaban hambrientos?

    4. Entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes.

    5. ¿No han leído en la ley que, en el templo y en sábado, los sacerdotes quebrantan el reposo sin incurrir en culpa?

    6. Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien mayor que el templo.

    7. Si comprendieran lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.

    8. Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado.

    El hombre de la mano seca

    9. Mc 3,1-6; Lc 6,6-11 Se dirigió a otro lugar y entró en su sinagoga.

    10. Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Le preguntaron, con intención de acusarlo, si era lícito sanar en sábado.

    11. Él respondió: -Supongamos que uno de ustedes tiene una oveja y un sábado se le cae en un pozo: ¿no la agarraría y la sacaría?

    12. Ahora bien, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, está permitido en sábado hacer el bien.

    13. Entonces dijo al hombre: -Extiende la mano. Él la extendió y se le quedó tan sana como la otra.

    14. Los fariseos salieron y deliberaron cómo acabar con él.

    El siervo escogido

    15. Pero Jesús se dio cuenta y se fue de allí. Jesús, el Siervo de Dios Le seguían muchos; sanaba a todos

    16. y les pedía encarecidamente que no lo divulgaran.

    17. Así se cumplió lo que anunció el profeta Isaías:

    18. Miren a mi siervo, a mi elegido, a quien prefiero. Sobre él pondré mi Espíritu para que anuncie la justicia a las naciones.

    19. No gritará, no discutirá, no voceará por las calles.

    20. No quebrará la caña débil, no apagará la vela vacilante, hasta que haga triunfar la justicia.

    21. Y en su nombre esperarán las naciones.

    La blasfemia contra el Espíritu Santo

    22. Jesús y Satanás 9,32-34; Mc 3,22-30; Lc 11,14-23; 12,10 Entonces le llevaron un endemoniado ciego y mudo. Él lo sanó, de modo que recobró la vista y el habla.

    23. La multitud asombrada comentaba: -¿No será éste el Hijo de David?

    24. Pero los fariseos al oírlo dijeron: -Éste expulsa demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.

    25. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: -Un reino dividido internamente va a la ruina; una ciudad o casa dividida internamente no se mantiene en pie.

    26. Si Satanás expulsa a Satanás, ¿cómo se mantendrá su reino?

    27. Si yo expulso demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán.

    28. Pero si yo expulso los demonios con el Espíritu de Dios, es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.

    29. ¿Puede alguien acaso entrar en casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas si primero no lo ata? Sólo así podrá saquear la casa.

    30. El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.

    31. Por eso les digo que cualquier pecado o blasfemia se les puede perdonar a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no tiene perdón.

    32. A quien diga algo contra el Hijo del Hombre se le puede perdonar; a quien lo diga contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en el presente ni en el futuro.

    33. 7,16-20; Lc 6,43-45 Planten un árbol bueno y tendrán un fruto bueno; planten un árbol enfermo y tendrán un fruto dañado. Pues por el fruto conocerán al árbol.

    34. ¡Raza de víboras! ¿Cómo podrán decir palabras buenas si son malos? De la abundancia del corazón habla la boca.

    35. El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro de bondad; el hombre malo saca cosas malas de su tesoro de maldad.

    36. Les digo que el día del juicio los hombres deberán dar cuenta de cualquier palabra inconsiderada que hayan dicho.

    37. Porque por tus palabras te absolverán y por tus palabras serás condenado.

    La generación perversa demanda señal

    38. La señal de Jonás 16,1-4; Mc 8,11s; Lc 11,29-32 Entonces algunos letrados y fariseos le dijeron: -Maestro, queremos verte hacer alguna señal.

    39. Él les contestó: -Una generación malvada y adúltera reclama una señal, y no se le concederá más señal que la señal del profeta Jonás.

    40. Como estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra, tres días y tres noches.

    41. Durante el juicio se alzarán los habitantes de Nínive contra esta generación y la condenarán porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien mayor que Jonás.

    42. La reina del sur se alzará en el juicio contra esta generación y la condenará, porque ella vino del extremo de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien mayor que Salomón.

    El espíritu inmundo que vuelve

    43. Lc 11,24-26 Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, recorre lugares áridos buscando descanso, y no lo encuentra.

    44. Entonces dice: Me vuelvo a la casa de donde salí. Al volver, la encuentra deshabitada, barrida y arreglada.

    45. Entonces va, se asocia a otros siete espíritus peores que él, y se meten a habitar allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo. Así le sucederá a esta generación malvada.

    La madre y los hermanos de Jesús

    46. La madre y los hermanos de Jesús Mc 3,31-35; Lc 8,19-21 Todavía estaba hablando a la multitud, cuando se presentaron su madre y sus hermanos, que estaban afuera, deseosos de hablar con él.

    47. [Uno le dijo: -Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo.]

    48. Él contestó al que se lo decía: -¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos?

    49. Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: -¡Ahí están mi madre y mis hermanos!

    50. Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.