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jueves, julio 18, 2024
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    Romanos 8 - Biblia de nuestro Pueblo

    Viviendo en el Espíritu

    1. Vida por el Espíritu En conclusión, no hay condena para los que pertenecen a Cristo Jesús.

    2. Porque la ley del Espíritu que da la vida, por medio de Cristo Jesús, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

    3. Lo que no podía hacer la ley, por la debilidad de la condición carnal, lo ha hecho Dios enviando a su Hijo, en condición semejante a la del hombre pecador para entendérselas con el pecado; en su carne ha condenado al pecado,

    4. para que la justa exigencia de la ley la cumpliéramos los que no procedemos movidos por bajos instintos, sino por el Espíritu.

    5. En efecto, los que se dejan guiar por los bajos instintos tienden a lo bajo; los que se dejan guiar por el Espíritu tienden a lo espiritual.

    6. Los bajos instintos tienden a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y la paz.

    7. Porque la tendencia de los bajos instintos se opone a Dios; ya que no se someten a la ley de Dios ni pueden hacerlo;

    8. y los que se dejan arrastrar por ellos no pueden agradar a Dios.

    9. Pero ustedes no están animados por los bajos instintos, sino por el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece.

    10. Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia.

    11. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes.

    12. Hermanos, no somos deudores de los bajos instintos para vivir a su manera.

    13. Porque, si viven de ese modo, morirán; pero, si con el Espíritu dan muerte a las bajas acciones, entonces vivirán.

    14. Todos los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

    15. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos permite llamar a Dios Abba, Padre.

    16. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

    17. Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios, coherederos con Cristo; si compartimos su pasión, compartiremos su gloria.

    18. Esperanza de gloria Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de revelar en nosotros.

    19. La humanidad aguarda ansiosamente que se revelen los hijos de Dios.

    20. Ella fue sometida al fracaso, no voluntariamente, sino por imposición de otro; pero esta humanidad, tiene la esperanza

    21. de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

    22. Sabemos que hasta ahora la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto.

    23. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos por dentro esperando la condición de hijos adoptivos, el rescate de nuestro cuerpo.

    24. Con esa esperanza nos han salvado. Una esperanza que ya se ve, no es esperanza; porque, lo que uno ve no necesita esperarlo.

    25. Pero, si esperamos lo que no vemos, aguardamos con paciencia.

    26. De ese modo el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad. Aunque no sabemos pedir como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar.

    27. Y el que sondea los corazones sabe lo que pretende el Espíritu cuando suplica por los consagrados de acuerdo con la voluntad de Dios.

    Más que vencedores

    28. El amor de Dios Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los llamados según su designio.

    29. A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos.

    30. A los que había destinado los llamó, a los que llamó los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó.

    31. Teniendo todo esto en cuenta, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra?

    32. El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él?

    33. ¿Quién acusará a los que Dios eligió? Si Dios absuelve,

    34. ¿quién condenará? ¿Será acaso Cristo Jesús, el que murió y después resucitó y está a la diestra de Dios y suplica por nosotros?

    35. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada?

    36. Como dice el texto: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte, nos tratan como a ovejas destinadas al matadero.

    37. En todas esas circunstancias salimos más que vencedores gracias al que nos amó.

    38. Estoy seguro que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes

    39. ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.