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miércoles, julio 17, 2024
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    Lucas 19 - Biblia del Siglo de Oro

    Jesús y Zaqueo

    1. Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.

    2. Y sucedió que un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,

    3. procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.

    4. Y, corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí.

    5. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba lo vio, y le dijo: —Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa.

    6. Entonces él descendió aprisa y lo recibió gozoso.

    7. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un hombre pecador.

    8. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: —Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado.

    9. Jesús le dijo: —Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham,

    10. porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

    Parábola de las diez minas

    11. Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.

    12. Dijo, pues: «Un hombre noble se fue a un país lejano para recibir un reino y volver.

    13. Llamó antes a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: “Negociad entre tanto que regreso”.

    14. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron tras él una embajada, diciendo: “No queremos que este reine sobre nosotros”.

    15. »Aconteció que, al regresar él después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

    16. Se presentó el primero, diciendo: “Señor, tu mina ha ganado diez minas”.

    17. Él le dijo: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”.

    18. Llegó otro, diciendo: “Señor, tu mina ha producido cinco minas”.

    19. También a este dijo: “Tú también sé sobre cinco ciudades”.

    20. »Se presentó otro, diciendo: “Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo,

    21. porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste”.

    22. Entonces él le dijo: “Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo que tomo lo que no puse y siego lo que no sembré.

    23. ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que, al volver, lo hubiera recibido con los intereses?”.

    24. Y dijo a los que estaban presentes: “Quitadle la mina y dadla al que tiene las diez minas”.

    25. Ellos le dijeron: “Señor, tiene diez minas”.

    26. “Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

    27. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y decapitadlos delante de mí”».

    La entrada triunfal en Jerusalén

    28. Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.

    29. Al acercarse a Betfagé y a Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

    30. diciendo: —Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un asno atado en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo.

    31. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?” le responderéis así: “Porque el Señor lo necesita”.

    32. Fueron los que habían sido enviados y hallaron como les dijo.

    33. Cuando desataban el asno, sus dueños les dijeron: —¿Por qué desatáis el asno?

    34. Ellos dijeron: —Porque el Señor lo necesita.

    35. Lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el asno, subieron a Jesús encima.

    36. Y a su paso tendían sus mantos por el camino.

    37. Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto.

    38. Decían: —¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!

    39. Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: —Maestro, reprende a tus discípulos.

    40. Él, respondiendo, les dijo: —Os digo que si estos callaran las piedras clamarían.

    41. Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella,

    42. diciendo: —¡Si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.

    43. Vendrán días sobre ti cuando tus enemigos te rodearán con cerca, te sitiarán y por todas partes te estrecharán;

    44. te derribarán a tierra y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

    Purificación del templo

    45. Entrando en el Templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,

    46. diciéndoles: —Escrito está: “Mi casa es casa de oración”, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

    47. Enseñaba cada día en el Templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los altos dignatarios del pueblo procuraban matarlo.

    48. Pero no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.