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    Hechos 27 - Biblia Castilian 2003

    Pablo es enviado a Roma

    1. Cuando se decidió que nos embarcáramos para Italia, pusieron a Pablo y a otros cuantos presos bajo la custodia de un centurión, por nombre Julio, de la cohorte Augusta.

    2. Subidos a bordo de un barco de Adramicio que se dispon a a navegar hacia las costas de Asia, levamos anclas, acompa ados de Aristarco, macedonio de Tesalónica.

    3. Al d a siguiente tocamos tierra en Sidón; Julio se portó amablemente con Pablo y le permitió visitar a sus amigos y recibir sus atenciones.

    4. De all nos hicimos a la mar y navegamos al abrigo de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

    5. Atravesamos el mar bordeando las costas de Cilicia y Panfilia y llegamos a Mira de Licia.

    6. All encontró el centurión un barco alejandrino que navegaba hacia Italia y nos hizo subir a bordo.

    7. Durante bastantes d as navegamos lentamente, y nos acercamos a Cnido con dificultad, porque el viento nos era contrario. Seguimos al abrigo de Creta junto a Salmona;

    8. y costeándola con mucho esfuerzo, llegamos a cierto lugar llamado Puertos Hermosos, en cuyas proximidades se encuentra la ciudad de Lasea.

    9. Transcurrido mucho tiempo y resultando ya peligrosa la navegación por haber pasado ya el ayuno, Pablo les aconsejaba,

    10. diciendo: "Se ores, veo que la navegación va a ser con da o y perjuicio grave, no sólo para la carga y para el barco, sino también para nuestras personas".

    11. Pero el centurión se fiaba más del piloto y del patrón de la nave que de las advertencias de Pablo.

    12. Y como aquel puerto no era a propósito para invernar, decidieron los más que hab a que hacerse a la mar y tratar de conseguir pasar el invierno en Fenice, puerto de Creta orientado a suroeste y noroeste.

    La tempestad en el mar

    13. Se levantó viento sur y, pensando que podr an conseguir su intento, levaron anclas y navegaron costeando la isla de Creta.

    14. Pero muy pronto se desencadenó contra ella un viento huracanado que se llama Euraquilón.

    15. Arrastrada la nave, y no pudiendo hacer frente al viento, nos dejábamos ir a la deriva.

    16. Al amparo de una isleta llamada Cauda, logramos a duras penas hacernos con el esquife.

    17. Izado éste, reforzaron el casco de la nave con maromas y, por miedo de encallar en la Sirte, echaron el ancla flotante y se dejaban ir as a la deriva.

    18. Al d a siguiente, como el temporal segu a azotándonos furiosamente, comenzaron a soltar lastre.

    19. Al tercer d a, arrojaron por su propia mano los aparejos de la nave.

    20. A medida que pasaban más y más d as sin que aparecieran el sol ni las estrellas y sin que la tempestad amainara, se iba perdiendo toda esperanza de salvación.

    21. Como llevábamos tanto tiempo sin comer, Pablo, de pie en medio de ellos, dijo: "Mejor hubiera sido, amigos, que me hubierais hecho caso y no hubiéramos zarpado de Creta; as nos habr amos ahorrado este da o y perjuicio.

    22. Pero ahora os aconsejo que tengáis buen ánimo; porque no perecerá ninguno de vosotros, sino sólo el barco.

    23. Pues esta noche se me ha aparecido un ángel del Dios a quien pertenezco y doy culto,

    24. y me ha dicho: "No tengas miedo, Pablo; tú has de comparecer ante el César, y en vista de ello, Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo".

    25. ¡Ánimo, pues, amigos! Porque yo conf o en Dios que sucederá tal como se me ha dicho.

    26. Pero tendremos que encallar en una isla".

    27. Cuando llegó la noche decimocuarta desde que bamos a la deriva por el Adriático, hacia la media noche, comenzaron a barruntar los marineros que estaban próximos a alguna costa.

    28. Lanzaron una sonda y encontraron fondo a veinte brazas; un poco más adelante volvieron a lanzarla, y lo encontraron a quince brazas.

    29. Temiendo no fuéramos a dar contra alguna escollera, arrojaron desde popa cuatro anclas y esperaban ansiosos que se hiciera de d a.

    30. Ante el intento de los marineros por escapar de la nave lanzando al mar el esquife con el pretexto de que iban a tensar el ancla de proa,

    31. dijo Pablo al centurión y a los soldados: "Si ésos no se quedan en la nave, vosotros no podréis salvaros".

    32. Al punto, los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron caer.

    33. En tanto que amanec a, Pablo rogaba a todos que comieran algo, diciéndoles: "Catorce d as con hoy lleváis en tensión, sin comer y sin probar bocado.

    34. Os aconsejo que toméis algún alimento, porque os es necesario para sobrevivir, ya que ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá".

    35. Dicho esto, tomó un pan, pronunció la acción de gracias a Dios delante de todos, lo partió y empezó a comer.

    36. Animáronse todos y tomaron también alimento.

    37. Éramos en total doscientas setenta y seis personas en la nave.

    38. Una vez saciados, comenzaron a aligerar el barco, arrojando el trigo al mar.

    El naufragio

    39. Cuando, por fin, se hizo de d a, no reconoc an la tierra; pero divisaron una ensenada que ten a playa, en la cual decidieron encallar la nave, si pod an.

    40. Soltando las anclas por uno y otro lado, las arrojaban al mar, al mismo tiempo que desataban las amarras de los timones; luego izaron la vela artimón al viento y pusieron rumbo a la playa.

    41. Toparon con un lugar con mar a los dos costados y lanzaron la nave, cuya proa encalló y quedó inmóvil, mientras la popa se deshac a por la violencia del oleaje.

    42. La opinión de los soldados era que se deb a dar muerte a los presos, no fuera que alguno se escapara a nado.

    43. Pero el centurión, deseando salvar a Pablo, impidió su propósito y ordenó a los que sab an nadar que se tiraran los primeros y salieran a tierra;

    44. y que los demás lo hicieran unos sobre tablas y otros sobre los restos de la nave. Y as fue cómo todos llegaron salvos a tierra.