Hechos 5 - Biblia Castilian 2003Ananías y Safira1. Cierto hombre llamado Anan as, de acuerdo con su mujer, Safira, vendió un campo 2. y, a sabiendas de ella, guardó parte de su precio y llevó y puso a los pies de los apóstoles sólo la otra parte. 3. Pedro le dijo: "Anan as, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón impulsándote a enga ar al Esp ritu Santo y a guardarte una parte del precio del campo? 4. ¿No eras due o para quedarte con él, y no pod as disponer plenamente de él aun después de vendido? ¿Por qué te decidiste a hacer lo que has hecho? No has defraudado a los hombres, sino a Dios". 5. Al o r Anan as estas palabras cayó al suelo y expiró. Y un gran temor se apoderó de todos los oyentes. 6. Se levantaron los jóvenes, lo amortajaron y lo llevaron a enterrar. 7. Unas tres horas más tarde, entró su mujer, ignorante de lo que hab a sucedido. 8. Pedro le preguntó: "Dime si habéis vendido el campo en tanto". Y ella le contestó: "S, en tanto". 9. Y Pedro a ella: "¿Conque os pusisteis de acuerdo entre vosotros para tentar al Esp ritu del Se or? Pues mira, están llegando a la puerta los que acaban de enterrar a tu marido, y te llevarán a ti". 10. Cayó al instante a sus pies y expiró. Al entrar los jóvenes la encontraron muerta y la llevaron a enterrar junto a su marido. 11. Y un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos los que oyeron estas cosas. Muchas señales y maravillas12. Por mano de los apóstoles se realizaban muchas se ales y prodigios en el pueblo. Se reun an todos juntos en el pórtico de Salomón. 13. De los demás, nadie se atrev a a mezclarse con ellos; pero el pueblo los ten a en gran estima. 14. Cada d a se agregaban nuevos creyentes en el Se or, multitud de hombres y de mujeres, 15. hasta el extremo de sacar los enfermos a las plazas y ponerlos sobre lechos y camillas, para que, al paso de Pedro, siquiera su sombra tocara a alguno de ellos. 16. Concurr a también muchedumbre de gente de los alrededores de Jerusalén llevando enfermos y atormentados por esp ritus impuros, y todos quedaban curados. Pedro y Juan son perseguidos17. Entonces el sumo sacerdote y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, se llenaron de ira, 18. echaron mano a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. 19. Pero, durante la noche, un ángel del Se or abrió las puertas de la cárcel, los sacó y les dijo: 20. "Id, presentaos en el templo y hablad al pueblo todas estas palabras de vida". 21. O do esto, entraron en el templo muy de ma ana y se pusieron a ense ar. Llegó el sumo sacerdote con los suyos, convocaron al sanedr n y a todo el senado de ancianos de los israelitas y ordenaron que los trajeran de la cárcel. 22. Fueron allá los guardias pero no los encontraron en la cárcel y se volvieron para informar: 23. "Hemos hallado la cárcel perfectamente cerrada y a los centinelas en pie junto a las puertas, pero, al abrirlas, no hemos encontrado a nadie dentro". 24. Cuando lo oyeron, ni el jefe de la guardia del templo ni los sumos sacerdotes acertaban a explicarse qué habr a sido de ellos. 25. Llegó entonces uno anunciándoles: "Los hombres que metisteis en la cárcel andan sueltos por el templo, ense ando al pueblo". 26. Fue entonces el jefe de la guardia con sus hombres y los condujeron, sin violencia, porque tem an al pueblo, no fueran a apedrearles. 27. Los llevaron, pues, y los presentaron al sanedr n. El sumo sacerdote los interrogó diciendo: 28. "Os hab amos ordenado severamente que no ense arais en ese nombre, y resulta que habéis llenado Jerusalén con vuestras ense anzas y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre". 29. Pedro y los apóstoles respondieron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros disteis muerte colgándolo de un madero. 31. A éste lo ha exaltado Dios a su diestra como pr ncipe y salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de los pecados. 32. Testigos de estas cosas somos nosotros y el Esp ritu Santo que Dios ha concedido a los que le obedecen". 33. Ellos, al o rlos, llenos de rabia, estaban resueltos a acabar con ellos. 34. Pero se levantó en el sanedr n un fariseo, llamado Gamaliel, doctor de la Ley, estimado por todo el pueblo, el cual mandó que los hicieran salir por un momento, 35. y dijo: "Israelitas, pensad bien qué vais a hacer con estos hombres. 36. Porque hace tiempo apareció Teudas, haciéndose pasar por un personaje, y se le unieron alrededor de cuatrocientos hombres. Él fue muerto, y todos sus adeptos se dispersaron y fueron reducidos a la nada. 37. Después de él se presentó Judas de Galilea, en los d as del censo, y arrastró gente en su seguimiento; también éste pereció, y todos sus adeptos se dispersaron. 38. Y ahora yo os digo: dejad en paz a estos hombres y soltadlos. Porque, si fuese cosa de hombres, este plan o esta obra se vendrán abajo; 39. pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos. Y no vayáis a encontraros con que estáis en lucha contra Dios". Siguieron este parecer. 40. Llamaron a los apóstoles, después de azotarlos les ordenaron que no volvieran a hablar del nombre de Jesús, y los soltaron. 41. Ellos, pues, sal an gozosos de la presencia del sanedr n, porque hab an sido dignos de padecer afrentas por el Nombre. 42. Y no cesaban de ense ar y anunciar el evangelio de Cristo Jesús todos los d as en el templo y por las casas. |