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    Jeremías 26 - Biblia Castilian 2003

    Jeremías es amenazado de muerte

    1. Al principio del reinado de Joaqu n, hijo de Jos as, rey de Judá, llegó esta palabra de parte de Yahveh:

    2. as dice Yahveh: "Ponte en el atrio del templo de Yahveh y di a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en el templo de Yahveh todas las palabras que te he mandado decirles, sin omitir una sola.

    3. Tal vez escuchen y se convierta cada uno de su mala conducta, y entonces me arrepentiré de la desgracia que pensaba causarles por la maldad de sus obras".

    4. Diles, pues: "As dice Yahveh: si no me escucháis, obrando según la ley que he puesto delante de vosotros,

    5. y escuchando las palabras de mis siervos, los profetas, que os he enviado a su tiempo y sin cesar, pero que vosotros no escuchasteis,

    6. entonces haré de este templo como del de Siló, y haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra.

    7. Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron pronunciar a Jerem as estas palabras en el templo de Yahveh.

    8. Y cuando Jerem as acabó de decir todo lo que Yahveh le hab a mandado decir a todo el pueblo, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo lo prendieron, diciendo: "Tienes que morir sin remisión.

    9. ¿Por qué profetizas en nombre de Yahveh, diciendo: "Este templo quedará como Siló, y esta ciudad será arrasada sin que quede un habitante?"". Y todo el pueblo se amotinó contra Jerem as en el templo de Yahveh.

    10. Cuando los pr ncipes de Judá tuvieron noticia de estas cosas, subieron desde el palacio real al templo de Yahveh y se sentaron a la entrada de la puerta nueva del templo de Yahveh.

    11. Los sacerdotes y los profetas hablaron entonces a los pr ncipes en estos términos: "Este hombre es reo de muerte, pues ha profetizado contra esta ciudad, como habéis o do con vuestros propios o dos".

    12. Jerem as habló a todos los pr ncipes y a todo el pueblo, diciéndoles: "Yahveh me ha enviado a profetizar contra este templo y contra esta ciudad todas las palabras que habéis o do.

    13. Ahora, pues, enmendad vuestra conducta y vuestras obras y escuchad la voz de Yahveh, vuestro Dios, para que Yahveh se arrepienta del mal que ha predicho contra vosotros.

    14. En cuanto a m, aqu estoy en vuestras manos; haced de m lo que mejor os parezca.

    15. Pero debéis saber bien que, si me matáis, echáis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes, porque es Yahveh quien me ha enviado a vosotros para pronunciar ante vuestros o dos todas estas palabras".

    16. Los pr ncipes y todo el pueblo dijeron entonces a los sacerdotes y a los profetas: "Este hombre no merece pena de muerte, porque nos ha hablado en nombre de Yahveh, vuestro Dios.

    17. Pues se hab an levantado algunos de los ancianos del pa s y hab an hablado a toda la asamblea del pueblo en estos términos:

    18. "Miqueas de Moréset, que profetizó en tiempo de Ezequ as, rey de Judá, habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: As habla Yahveh Sebaot: Sión será arada como un campo, Jerusalén reducida a un montón de ruinas, y el monte del templo a un cerro de maleza.

    19. ¿Lo condenó a muerte Ezequ as, rey de Judá, y todo Judá? ¿No temió a Yahveh y aplacó la faz de Yahveh, y as se arrepintió Yahveh del mal que hab a predicho contra ellos? ¿Y nosotros bamos a cargarnos con un delito tan grande?".

    20. Hubo también otro hombre que actuó como profeta en nombre de Yahveh, Ur as, hijo de Sema as, de Quiriat - Year n, que profetizó contra esta ciudad y contra este pa s con palabras totalmente semejantes a las de Jerem as.

    21. Pero cuando Joaqu n, todos sus guerreros y todos los pr ncipes tuvieron noticia de sus palabras, el rey trató de darle muerte. Al enterarse Ur as tuvo miedo, huyó y se refugió en Egipto.

    22. El rey Joaqu n envió entonces hombres a Egipto: a Elnatán, hijo de Acbor, y a otros hombres con él,

    23. los cuales sacaron a Ur as de Egipto, lo llevaron ante el rey Joaqu n y éste lo pasó a cuchillo y arrojó luego su cadáver a la fosa común.

    24. Sin embargo, la mano de Ajicán, hijo de Safán, veló por Jerem as, para que no fuera entregado en manos del pueblo y le dieran muerte.