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    Lucas 19 - Biblia Castilian 2003

    Jesús y Zaqueo

    1. Entró en Jericó y atravesaba la ciudad.

    2. Hab a all un hombre, llamado Zaqueo, muy rico, que era jefe de publicanos.

    3. Trataba de ver quién era Jesús, pero no pod a porque la multitud era mucha y él de peque a estatura.

    4. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues ten a que pasar por all.

    5. Cuando Jesús llegó a aquel sitio, miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja de prisa; porque conviene que hoy me quede en tu casa".

    6. Bajó de prisa y lo recibió en su casa muy contento.

    7. Al ver esto, todos murmuraban, comentando que hab a ido a hospedarse en casa de un pecador.

    8. Pero Zaqueo se levantó y dijo al Se or: "Mira, Se or: voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más".

    9. Entonces le dijo Jesús: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también éste es hijo de Abrahán.

    10. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido".

    Parábola de las diez minas

    11. Mientras ellos escuchaban estas cosas, Jesús a adió una parábola, porque estaba ya cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse dentro de muy poco.

    12. Dijo, pues: "Un hombre de familia noble se fue a un pa s lejano para recibir la investidura de un reino y volver luego.

    13. Llamó a diez criados suyos, les dio diez minas y les dijo: "Negociad hasta que yo vuelva".

    14. Pero sus compatriotas lo aborrec an; y enviaron tras él una embajada que dijera: "No queremos que éste sea nuestro rey".

    15. Cuando volvió, investido ya de la dignidad real, mandó llamar a aquellos criados a quienes hab a entregado el dinero, para saber cuánto hab a ganado cada uno.

    16. Se presentó, pues, el primero, diciendo: "Se or tu mina ha producido diez minas".

    17. Y le dijo: "Muy bien, criado bueno. Puesto que has sido fiel en lo poco, tendrás el gobierno de diez ciudades".

    18. Llegó el segundo, que dijo: "Tu mina, se or, me ha producido cinco minas".

    19. D jole también a éste: "También tú estarás al frente de cinco ciudades".

    20. Llegó luego el otro, que dijo: "Se or, aqu está tu mina, que ten a guardada en un pa uelo;

    21. pues ten a miedo de ti, porque eres hombre severo: te llevas lo que no depositaste y cosechas lo que no sembraste".

    22. Él le contesta: "Criado malo, por tus propias palabras te condeno. Sab as que yo soy hombre severo: que me llevo lo que no deposité, y cosecho lo que no sembré.

    23. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco? As yo, a mi vuelta, lo habr a retirado con sus intereses".

    24. Y mandó a los que estaban presentes: "Quitadle la mina y dádsela al que ya tiene las diez".

    25. Ellos le dijeron: "Se or, que ya tiene diez minas".

    26. Yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

    27. Y por lo que respecta a aquellos enemigos m os que no quer an que yo fuera su rey, traedlos aqu y degolladlos delante de m ".

    La entrada triunfal en Jerusalén

    28. Cuando acabó de decir estas cosas, caminaba a la cabeza, subiendo a Jerusalén.

    29. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus disc pulos,

    30. diciéndoles: "Id a esa aldea que está enfrente, y, al entrar en ella, encontraréis atado un pollino, en el cual no se ha montado nunca nadie; desatadlo y traedlo.

    31. Y si alguien os preguntara: "¿Por qué lo desatáis?", responderéis: "Porque el Se or lo necesita"".

    32. Fueron, pues, los enviados y encontraron conforme Jesús les hab a indicado.

    33. Mientras ellos estaban desatando el pollino, les preguntaron los due os: "¿Por qué lo desatáis?".

    34. Ellos respondieron: "Porque el Se or lo necesita".

    35. Lo llevaron, pues, ante Jesús; y echando encima del pollino sus mantos, hicieron que Jesús se montara en él.

    36. Mientras él caminaba, la gente extend a sus mantos por el camino.

    37. Acercándose ya a la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los disc pulos, llenos de alegr a, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los prodigios que hab an visto,

    38. y exclamaban: "¡Bendito el que viene, el rey, en el nombre del Se or! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!".

    39. Algunos de los fariseos que estaban entre la multitud, le dijeron: "Maestro, reprende a tus disc pulos".

    40. Pero él contestó: "Yo os digo que, si éstos se callan, gritarán las piedras".

    41. Cuando se acercó, al contemplar la ciudad, lloró por ella,

    42. diciendo: "¡Ah, si tú también hubieras comprendido en este d a el mensaje de paz! Pero ¡ay! queda oculto a tus ojos.

    43. Porque d as llegarán sobre ti, en que tus enemigos te cercarán de empalizadas, te sitiarán y te oprimirán por todas partes;

    44. te arrasarán a ti y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por no haber conocido el tiempo en que fuiste visitada".

    Purificación del templo

    45. Entrando en el templo, comenzó a expulsar a los vendedores,

    46. diciéndoles: "Escrito está: Mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en guarida de ladrones".

    47. Todos los d as estaba ense ando en el templo. Los pont fices, los escribas y los principales del pueblo intentaban acabar con él;

    48. pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus labios.