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lunes, julio 22, 2024
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    Salmos 55 - El Libro del Pueblo de Dios

    Plegaria pidiendo la destrucción de enemigos traicioneros Al músico principal; en Neginot. Masquil de David.

    1. Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema de David.

    2. Dios mío, escucha mi oración, no seas insensible a mi súplica;

    3. atiéndeme y respóndeme. La congoja me llena de inquietud;

    4. estoy turbado por los gritos del enemigo, por la opresión de los malvados: porque acumulan infamias contra mí y me hostigan con furor.

    5. Mi corazón se estremece dentro de mi pecho, me asaltan los horrores de la muerte,

    6. me invaden el temor y el temblor, y el pánico se apodera de mí.

    7. ¡Quién me diera alas de paloma para volar y descansar!

    8. Entonces huiría muy lejos, habitaría en el desierto. Pausa

    9. Me apuraría a encontrar un refugio contra el viento arrasador y la borrasca.

    10. Confunde sus lenguas, Señor, divídelas, porque no veo más que violencia y discordia en la ciudad,

    11. rondando día y noche por sus muros. Dentro de ella hay maldad y opresión,

    12. en su interior hay ruindad; la crueldad y el engaño no se apartan de sus plazas.

    13. Si fuera mi enemigo el que me agravia, podría soportarlo; si mi adversario se alzara contra mí, me ocultaría de él.

    14. ¡Pero eres tú, un hombre de mi condición, mi amigo y confidente,

    15. con quien vivía en dulce intimidad: juntos íbamos entre la multitud a la Casa del Señor!

    16. Que la muerte los sorprenda, que bajen vivos al Abismo, porque dentro de sus moradas sólo existe la maldad.

    17. Yo, en cambio, invoco al Señor, y él me salvará.

    18. De tarde, de mañana, al mediodía, gimo y me lamento, pero él escuchará mi clamor.

    19. El puso a salvo mi vida; se acercó cuando eran muy numerosos los que estaban contra mí.

    20. Dios, que reina desde siempre, los oyó y los humilló. Pausa Porque ellos no se corrigen ni temen a Dios;

    21. alzan las manos contra sus aliados y violan los pactos.

    22. Su boca es más blanda que la manteca, pero su corazón desea la guerra; sus palabras son más suaves que el aceite, pero hieren como espadas.

    23. Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá: nunca permitirá que el justo perezca.