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sábado, agosto 17, 2024
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    Mateo 18 - Jünemann Septuaginta en español

    ¿Quién es el mayor?

    1. Enseñanzas El niño En aquella hora acercáronse los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Quién, pues, mayor es en el reino de los cielos?»

    2. Y llamando a sí a un pequeñuelo púsole en medio de ellos,

    3. y dijo: «En verdad dígoos; si no os mudareis e hiciereis como los pequeñuelos, no entraréis, no, en el reino de los cielos».

    4. Quien, pues, se humillare como este pequeñuelo, ése es el mayor en el reino de los cielos».

    5. «Y el que recibe un pequeñuelo tal, en mi nombre, a mí recibe;

    Ocasiones de caer

    6. mas, el que escandalizare a uno de estos pequeños, de los que creen en mí, conviénele que se cuelgue muela asinina(a) alrededor de su cuello y se sumerja en el piélago de la mar(b).

    7. Ay, del mundo por los escándalos; necesario es, por cierto, que vengan los escándalos; empero ¡ay del hombre, por quien el escándalo viene!

    8. Y si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo de ti; bello te es entrar en la vida manco o cojo que, dos manos o dos pies teniendo, ser arrojado al fuego al eterno.

    9. Y si tu ojo te escandaliza, sácalo y arrójalo de ti; bello te es monóculo a la vida entrar que, dos ojos teniendo, ser arrojado a la gehenna del fuego.

    Parábola de la oveja perdida

    10. Mirad que no despreciéis a uno de estos pequeños; pues, dígoos que sus ángeles en los cielos de continuo miran el rostro de mi Padre, del de los cielos.

    11. Pues ha venido el Hijo del hombre a salvar lo perdido.

    12. ¿Qué os parece? si tuviera algún hombre cien ovejas y se descarriare una de ellas —¿no dejará las noventa y nueve en los montes, y, yendo, busca la descarriada?

    13. Y si aconteciere hallarla, en verdad dígoos que se alegra de ella más que de las noventa y nueve no descarriadas.

    14. Así no hay voluntad delante de mi Padre, el de los cielos, de que perezca uno de estos pequeños.

    Cómo se debe perdonar al hermano

    15. Y, si pecare tu hermano, ve, repréndele entre ti y él solo. Si te oyere, has ganado a tu hermano;

    16. mas, si no oyere, tómate contigo todavía uno o dos para que en boca de dos testigos o tres conste toda palabra.

    17. Pero, si les desoyere, di a la iglesia;(c) pero, si también a la iglesia desoyere, séate tal como el gentil y el publicano.

    18. En verdad, os digo: cuanto atareis sobre la tierra, estará atado en el cielo; y cuanto desatareis sobre la tierra, desatado estará en el cielo.

    19. De nuevo, en verdad, dígoos que, si dos se concertaren de vosotros sobre la tierra, acerca de toda cosa que pidieren, seráles(d) desde mi Padre, el de los cielos.

    20. Pues donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.»

    21. Entonces, acercándose Pedro, díjole: «Señor ¿cuántas veces pecará contra mí mi hermano y le perdonaré? ¿hasta siete veces?»

    22. Dícele Jesús: «No te digo: hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

    Los dos deudores

    23. Por esto se ha asemejado el reino de los cielos a un hombre rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos.

    24. Y principiando él a ajustar, fue traído uno a él, deudor de diez mil talentos(e).

    25. Y no teniendo él cómo pagar, mandóle el señor vender y la mujer y los hijos y todo cuanto tiene, y pagarse.

    26. Cayendo, pues, el siervo, adoróle diciendo: «Magnánimo sé conmigo, y todo te pagaré».

    27. Y lastimado el señor de aquel siervo, soltóle y la deuda perdonóle.

    28. Pero, saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios(f) y cogiendo le ahogaba, diciendo: «Paga, si algo debes».

    29. Cayendo(g) pues, su consiervo, rogábale diciendo: «Magnánimo sé conmigo y te pagaré»;

    30. pero él no quiso, sino que yéndose, le arrojó en prisión hasta que pagase lo debido.

    31. Viendo, pues, sus consiervos lo acontecido, se entristecieron sobremanera, y, viniendo, contaron a su señor todo lo acontecido.

    32. Entonces, llamándole a sí, su señor dícele: «Siervo malo, toda aquella deuda te perdoné, cuando me rogaste;

    33. ¿no era necesario también apiadarte tú de tu consiervo, como yo también me apiadé de ti?

    34. Y airado su señor, entrególe a los verdugos hasta que pagase todo lo a él debido.

    35. Así también mi Padre, el celestial, hará con vosotros si no perdonareis, cada cual a su hermano, de vuestros corazones.»