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sábado, agosto 17, 2024
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    Ezequiel 37 - La Palabra (HispanoAmericana)

    El valle de los huesos secos

    1. El Señor puso su mano sobre mí, me sacó por medio de su espíritu y me dejó en medio de la llanura, que estaba llena de huesos.

    2. Me hizo pasar por entre ellos, de aquí para allá, y pude ver que eran muchísimos; cubrían la superficie de la llanura y estaban completamente secos.

    3. Me dijo: — Hijo de hombre, ¿volverán a vivir estos huesos? Yo respondí: — Señor Dios, tú lo sabes.

    4. De nuevo me dirigió la palabra: — Profetiza sobre estos huesos. Diles: ¡Huesos secos, escuchen la palabra del Señor!

    5. Esto dice el Señor Dios a estos huesos: Voy a infundir en ustedes un espíritu que los hará revivir.

    6. Les pondré nervios y haré que les crezca carne; los cubriré de piel y les infundiré un espíritu que los hará revivir. Y reconocerán que yo soy el Señor.

    7. Yo profeticé conforme me fue ordenado. Mientras estaba profetizando, oí un ruido y sentí que todo temblaba. Entonces los huesos se ensamblaron entre sí.

    8. Pude ver cómo les crecían nervios y carne, y cómo se cubrían de piel de abajo arriba. Pero no tenían espíritu.

    9. Entonces me dijo: — Habla* al espíritu, hijo de hombre, habla al espíritu y dile: “Esto dice el Señor Dios: Espíritu, ven de los cuatro vientos y sopla en estos muertos para que revivan”.

    10. Yo hablé conforme me fue ordenado. Entonces el espíritu penetró en ellos, recobraron la vida y se pusieron de pie. Era un ejército enorme, inmenso.

    11. Después me dijo: — Hijo de hombre, estos huesos son el pueblo entero de Israel. Andan diciendo: “Nuestros huesos están secos, hemos perdido la esperanza, todo ha acabado para nosotros”.

    12. Por eso, profetiza y diles: Esto dice el Señor Dios: Voy a abrir sus tumbas y a sacarlos de ellas, pueblo mío; los llevaré a la tierra de Israel.

    13. Y sabrán que yo soy el Señor cuando abra sus tumbas y los saque de ellas, pueblo mío.

    14. Les infundiré un espíritu para que vivan y los estableceré en su tierra. Yo, el Señor, lo digo y lo hago. —Oráculo del Señor—.

    La reunión de Judá e Israel

    15. El Señor me dirigió la palabra:

    16. — En cuanto a ti, hijo de hombre, toma una vara y escribe en ella: “Judá y los israelitas asociados a él”. Toma otra vara y escribe en ella: “José, vara de Efraín, y todos los israelitas asociados a él”.

    17. Júntalas después de modo que, cuando las agarres, parezcan una sola vara.

    18. Y, cuando tus compatriotas te digan: “¿No nos vas a decir qué es eso que tienes ahí?”,

    19. les responderás: “Esto dice el Señor Dios: Voy a tomar la vara de José, que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel asociadas a él, y pondré encima de ellas la vara de Judá: así los convertiré en una sola vara; serán una sola cosa en mi mano”.

    20. Sujetarás con la mano las varas en las que has escrito, de modo que las vean,

    21. y les dirás: Esto dice el Señor Dios: Voy a recoger a los israelitas de entre las naciones por las que han vagado, los reuniré de los países limítrofes y los traeré a su tierra.

    22. Los convertiré en una nación en el país, en los montes de Israel, y seré para todos un rey único; no volverán a ser dos naciones ni se escindirán de nuevo en dos reinos.

    23. No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus imágenes y sus crímenes; los pondré a salvo de las infidelidades que cometieron y los purificaré. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

    24. Mi siervo David será su rey: será un único pastor para todos ellos; se conducirán según mis leyes y respetarán y cumplirán mis normas.

    25. Se instalarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, donde estuvieron instalados vuestros antepasados; en ella vivirán siempre ellos, sus hijos y sus nietos, y mi siervo David será su príncipe para siempre.

    26. Haré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna, y haré que se multipliquen. Pondré mi santuario en medio de ellos para siempre;

    27. mi morada estará junto a ellos. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

    28. Las naciones reconocerán que yo soy el Señor, que santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.