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sábado, agosto 17, 2024
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    Jeremías 44 - La Palabra (HispanoAmericana)

    Jeremías profetiza a los judíos en Egipto

    1. Palabra que recibió Jeremías sobre los judaítas instalados en territorio egipcio: en Migdol, en Tafne, en Menfis y en la región de Patros. Estas fueron sus palabras:

    2. — Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Ustedes son testigos de las desgracias que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, que aún siguen arruinadas y deshabitadas,

    3. debido a las maldades que cometieron: me irritaron quemando ofrendas de incienso y dando culto a dioses extraños que ni ellos, ni ustedes ni sus antepasados conocían.

    4. Les envié continuamente a mis siervos los profetas para que les dijeran: “No cometan esas abominaciones que tanto odio”.

    5. Pero no quisieron escuchar, no obedecieron mi mandato de abandonar la maldad y dejar de quemar ofrendas de incienso a otros dioses.

    6. Por eso estallaron mi ira y mi cólera, que prendieron en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, dejándolas desoladas y arruinadas hasta el día de hoy.

    7. Ahora pues, así dice el Señor, Dios del universo, Dios de Israel: ¿Por qué se hacen tanto daño a ustedes mismos provocando en Judá el exterminio de hombres y mujeres, niños y lactantes? ¿No se dan cuenta de que no les quedará un resto?

    8. Además me irritan con sus obras, pues queman ofrendas de incienso a dioses extraños en el país de Egipto, al que han venido a vivir como forasteros; de esa forma ustedes mismos serán exterminados y se convertirán en maldición e ignominia para todas las naciones de la tierra.

    9. ¿Han olvidado las maldades de sus antepasados, las de los reyes de Judá y de sus mujeres, las propias maldades de ustedes y las de sus mujeres, las que todos cometieron en territorio de Judá y en las calles de Jerusalén?

    10. Hasta el presente no se han arrepentido, no me han respetado ni han vivido conforme a mi ley y a mis preceptos que les di a ustedes y a sus antepasados.

    11. Por eso, así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Estoy dirigiendo mi mirada hacia ustedes para mal, para extirpar a todos los de Judá.

    12. Aniquilaré al resto de Judá que dirigió su mirada hacia Egipto con el deseo de residir allí como forasteros; todos tendrán su fin en Egipto: serán víctimas de la espada y del hambre. Morirán pequeños y grandes, víctimas de la espada y del hambre; y se convertirán en maldición y espanto, en objeto de execración e ignominia.

    13. Castigaré a los habitantes del país de Egipto como castigué a Jerusalén: con la espada, el hambre y la peste;

    14. y de los supervivientes de Judá que vinieron a Egipto a residir como forasteros, no quedará uno con vida, nadie podrá ponerse a salvo. Tampoco podrán regresar a Judá, a pesar de que ansían ardientemente volver para instalarse allí. [Sólo algunos fugitivos conseguirán volver].

    15. Todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban ofrendas de incienso a dioses extraños, todas las mujeres presentes en aquella gran asamblea y la gente en general residente en Patros, en el país de Egipto, respondieron a Jeremías:

    16. — No queremos escuchar la palabra que nos has dirigido en nombre del Señor,

    17. sino que vamos a hacer todo lo que hemos decidido: quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y hacerle libaciones, como hemos venido haciendo nosotros, nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros dignatarios en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces nos saciábamos de comida, nos iba bien y no experimentábamos desgracias.

    18. Pero desde que hemos dejado de quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones, nos falta de todo y vamos muriendo a espada o de hambre.

    19. Y cuando nosotras quemamos ofrendas de incienso a la Reina del Cielo, le ofrecemos libaciones o le hacemos tortas con su efigie, no lo hacemos sin el consentimiento de nuestros maridos.

    20. Respondió Jeremías a toda la gente, hombres, mujeres y niños, que así le habían contestado:

    21. — ¿Piensan que el Señor no recordaba y tenía presente el incienso que ofrecían en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes, sus padres, sus reyes, sus dignatarios y la gente del país?

    22. El Señor ya no pudo aguantar la maldad de sus acciones y las abominaciones que cometían, y su tierra se convirtió en ruinas, desolación y maldición, y se quedó sin habitantes hasta el día de hoy.

    23. Y es que quemaban ofrendas de incienso y pecaban contra el Señor, sin hacerle caso y sin vivir conforme a su ley, a sus mandatos y a sus decisiones. Por eso les sobrevino aquella desgracia, que continúa hoy.

    24. Y añadió Jeremías a toda la gente y a las mujeres: — Escuchen la palabra del Señor, judaítas que viven en el país de Egipto.

    25. Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Ustedes y sus mujeres lo dicen de palabra y lo realizan en la práctica: “Pensamos cumplir los votos que hemos hecho de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones”; y seguro que mantendrán sus votos y cumplirán sus promesas por todos los medios.

    26. Pero escuchen la palabra del Señor, judaítas todos que habitan en el país de Egipto: He jurado por mi ilustre nombre —dice el Señor— que mi nombre no volverá a ser invocado por ninguna persona de Judá, por esos que suelen jurar: “Por vida del Señor Dios” en el país de Egipto.

    27. Los estoy vigilando con intención de enviarles no beneficios, sino calamidades; hacerles daño, no bien. Todos los judaítas que viven en Egipto morirán víctimas de la espada y del hambre, hasta que yo acabe con ellos.

    28. [Serán unos pocos los que escapen de la espada y regresen del país Egipto a territorio de Judá]. Y entonces los supervivientes de Judá que han venido a Egipto a residir como forasteros sabrán qué palabra es la que se cumple, si la mía o la de ellos.

    29. Y esto les servirá de señal —oráculo del Señor—: Pienso castigarlos en este lugar para que reconozcan que las calamidades que les anuncié se cumplirán sin falta.

    30. Así dice el Señor: Voy a entregar al faraón Ofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, de los que quieren quitarle la vida, del mismo modo que entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el enemigo que quería quitarle la vida.