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sábado, agosto 17, 2024
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    Lucas 19 - La Palabra (HispanoAmericana)

    Jesús y Zaqueo

    1. Jesús entró en Jericó e iba recorriendo la ciudad.

    2. Vivía allí un hombre rico llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores de impuestos

    3. y que deseaba conocer a Jesús. Pero era pequeño de estatura, y la gente le impedía verlo.

    4. Así que echó a correr y, adelantándose a todos, fue a encaramarse a un sicómoro para poder verlo cuando pasara por allí.

    5. Al llegar Jesús a aquel lugar, miró hacia arriba, vio a Zaqueo y le dijo: — Zaqueo, baja en seguida, porque es preciso que hoy me hospede en tu casa.

    6. Zaqueo bajó a toda prisa, y lleno de alegría recibió en su casa a Jesús.

    7. Al ver esto, todos se pusieron a murmurar diciendo: — Este se aloja en casa de un hombre de mala reputación.

    8. Zaqueo, por su parte, se puso en pie y, dirigiéndose al Señor, dijo: — Señor, estoy decidido a dar a los pobres la mitad de mis bienes y a devolver cuatro veces más a los que haya defraudado en algo.

    9. Entonces Jesús le dijo: — Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este es descendiente de Abrahán.

    10. En efecto, el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.

    Parábola de las diez minas

    11. Estaba la gente escuchando a Jesús y les contó otra parábola, pues se hallaba cerca de Jerusalén y ellos creían que el reino de Dios estaba a punto de manifestarse.

    12. Así que les dijo: — Un hombre de familia noble se fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar después.

    13. Antes de partir, llamó a diez criados suyos y a cada uno le entregó una cantidad de dinero, diciéndoles: “Negocien con este dinero en tanto que yo regreso”.

    14. Pero como sus conciudadanos lo odiaban, a espaldas suyas enviaron una delegación con este mensaje: “No queremos que ese reine sobre nosotros”.

    15. Sin embargo, él recibió la investidura real. A su regreso mandó llamar a los criados a quienes había entregado el dinero, para saber cómo habían negociado con él.

    16. Se presentó, pues, el primero de ellos y dijo: “Señor, tu capital ha producido diez veces más”.

    17. El rey le contestó: “Está muy bien. Has sido un buen administrador. Y porque has sido fiel en lo poco, yo te encomiendo el gobierno de diez ciudades”.

    18. Después se presentó el segundo criado y dijo: “Señor, tu capital ha producido cinco veces más”.

    19. También a este le contestó el rey: “Igualmente a ti te encomiendo el gobierno de cinco ciudades”.

    20. Pero luego se presentó otro criado, diciendo: “Señor, aquí tienes tu dinero. Lo he guardado bien envuelto en un pañuelo

    21. por miedo a ti, pues sé que eres un hombre duro, que pretendes tomar lo que no depositaste y cosechar lo que no sembraste”.

    22. El rey le contestó: “Eres un mal administrador, y por tus propias palabras te condeno. Si sabías que yo soy un hombre duro, que pretendo tomar lo que no he depositado y cosechar lo que no he sembrado,

    23. ¿por qué no llevaste mi dinero al banco? Así, a mi regreso, yo lo habría recibido junto con los intereses”.

    24. Y, dirigiéndose a los presentes, mandó: “Quítenle a este su capital y dénselo al que tiene diez veces más”.

    25. Ellos le dijeron: “Señor, ¡pero si ya tiene diez veces más!”.

    26. “Es cierto —asintió el rey—, pero yo les digo que a todo el que tiene, se le dará más. En cambio, al que no tiene, hasta lo poco que tenga se le quitará.

    27. En cuanto a mis enemigos, los que no querían que yo reinase sobre ellos, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”.

    La entrada triunfal en Jerusalén

    28. Después de haber dicho esto, Jesús siguió su camino subiendo hacia Jerusalén.

    29. Cuando ya estaba cerca de Betfagé y de Betania*, al pie del monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos

    30. con este encargo: — Vayan a la aldea que está ahí enfrente. En cuanto entren en ella encontrarán un pollino atado, sobre el que nunca ha montado nadie. Desátenlo y tráiganmelo.

    31. Y si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle que el Señor lo necesita.

    32. Fueron los que habían sido enviados y lo encontraron todo como Jesús les había dicho.

    33. Mientras desataban el pollino, los dueños les preguntaron: — ¿Por qué desatan al pollino?

    34. Ellos contestaron: — El Señor lo necesita.

    35. Trajeron el pollino adonde estaba Jesús, pusieron sus mantos encima del pollino e hicieron que Jesús montara sobre él.

    36. Y mientras él avanzaba, tendían mantos por el camino.

    37. Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, los discípulos de Jesús, que eran muchos, se pusieron a alabar a Dios llenos de alegría por todos los milagros que habían visto. A grandes voces

    38. decían: — ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria al Dios Altísimo!

    39. Algunos fariseos que estaban entre la gente dijeron a Jesús: — ¡Maestro, reprende a tus discípulos!

    40. Jesús contestó: — Les digo a ustedes que si estos se callan, gritarán las piedras.

    41. Cuando Jesús llegó cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, lloró a causa de ella

    42. y dijo: — ¡Si al menos en este día supieras cómo encontrar lo que conduce a la paz! Pero eso está ahora fuera de tu alcance.

    43. Días vendrán en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te pondrán sitio, te atacarán por todas partes

    44. y te destruirán junto con todos tus habitantes. No dejarán de ti piedra sobre piedra*, porque no supiste reconocer el momento en que Dios quiso salvarte.

    Purificación del templo

    45. Después de esto, Jesús entró en el Templo y se puso a expulsar a los que estaban vendiendo en él,

    46. diciéndoles: — Esto dicen las Escrituras: Mi casa ha de ser casa de oración; pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones.

    47. Y Jesús enseñaba en el Templo todos los días. Mientras tanto, los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los principales del pueblo andaban buscando cómo matarlo;

    48. pero no encontraban la manera de hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de su palabra.