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sábado, agosto 17, 2024
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    Marcos 8 - La Palabra (HispanoAmericana)

    Alimentación de los cuatro mil

    1. Por aquellos días se reunió otra vez mucha gente. Como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

    2. — Me da lástima esta gente. Ya hace tres días que están conmigo y no tienen nada que comer.

    3. Si los despido y los dejo ir a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Y algunos han venido de lejos.

    4. Los discípulos le contestaron: — Pero ¿de dónde podrá uno sacar pan para dar de comer a todos estos en este lugar apartado?

    5. Jesús les preguntó: — ¿Cuántos panes tienen ustedes? Ellos contestaron: — Siete.

    6. Jesús dispuso que la gente se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes, dio gracias a Dios, los partió y se los fue dando a sus discípulos para que ellos los distribuyeran. Y los discípulos los distribuyeron entre la gente.

    7. Tenían además unos cuantos peces; Jesús los bendijo y mandó que los repartieran.

    8. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía se recogieron siete espuertas de los trozos sobrantes de pan.

    9. Luego Jesús despidió a la multitud, que era de unas cuatro mil personas.

    10. A continuación subió a la barca con sus discípulos y se dirigió a la región de Dalmanuta.

    La demanda de una señal

    11. Llegaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús. Para tenderle una trampa, le pidieron que hiciera alguna señal milagrosa de parte de Dios.

    12. Pero Jesús, suspirando profundamente, dijo: — ¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? ¡Les aseguro que no se les dará señal alguna!

    13. Y, dejándolos, se embarcó de nuevo y pasó a la otra orilla del lago.

    La levadura de los fariseos

    14. Los discípulos habían olvidado llevar pan. Solamente tenían uno en la barca.

    15. Jesús les recomendó: — Miren, cuídense de la levadura de los fariseos y de Herodes.

    16. Los discípulos comentaban unos con otros: “Esto lo dice porque no hemos traído pan”.

    17. Pero, dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: — ¿Por qué están comentando que les falta el pan? ¿Tan embotada tienen la mente que no son capaces de entender ni comprender nada?

    18. ¡Ustedes tienen ojos, pero no ven; tienen oídos, pero no oyen! ¿Ya no se acuerdan

    19. de cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas? ¿Cuántos cestos llenos de trozos sobrantes recogieron? Le contestaron: — Doce.

    20. — Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas espuertas de trozos sobrantes recogieron? Le contestaron: — Siete.

    21. Y Jesús les dijo: — ¿Y aún siguen sin entender?

    Un ciego sanado en Betsaida

    22. Cuando llegaron a Betsaida, le presentaron a Jesús un ciego y le pidieron que lo tocase.

    23. Jesús tomó de la mano al ciego y lo condujo fuera de la aldea. Allí le untó los ojos con saliva, puso las manos sobre él y le preguntó: — ¿Ves algo?

    24. El ciego abrió los ojos y dijo: — Veo a la gente. Son como árboles que andan.

    25. Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y entonces el ciego comenzó a ver perfectamente. Estaba curado y hasta de lejos podía ver todo con toda claridad.

    26. Después Jesús lo mandó a su casa, encargándole que ni siquiera entrase en la aldea.

    La confesión de Pedro

    27. Jesús y sus discípulos se fueron a las aldeas de Cesarea de Filipo. Por el camino les preguntó: — ¿Quién dice la gente que soy yo?

    28. Ellos contestaron: — Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los profetas.

    29. Jesús volvió a preguntarles: — Y ustedes, ¿quién dicen que soy? Entonces Pedro declaró: — ¡Tú eres el Mesías!

    30. Pero Jesús les mandó que no hablaran a nadie sobre él.

    Jesús anuncia su muerte

    31. Entonces Jesús empezó a explicarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho; que había de ser rechazado por los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que luego lo matarían, pero que al tercer día resucitaría.

    32. Les hablaba con toda claridad. Pedro entonces, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.

    33. Pero Jesús se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a su vez a Pedro, diciéndole: — ¡Apártate de mí, Satanás! ¡Tú no piensas como piensa Dios, sino como piensa la gente!

    34. Luego Jesús convocó a la gente y a sus propios discípulos y les dijo: — Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme.

    35. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por mi causa* y por la causa de la buena noticia, ese la salvará.

    36. Pues ¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su propia vida?

    37. ¿O qué podrá dar una persona a cambio de su vida?

    38. Pues bien, si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga rodeado de la gloria de su Padre y acompañado de los santos ángeles.