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jueves, julio 18, 2024
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    Mateo 20 - La Palabra (HispanoAmericana)

    Los obreros de la viña

    1. El reino de los cielos puede compararse al amo de una finca que salió una mañana temprano a contratar jornaleros para su viña.

    2. Convino con los jornaleros en pagarles el salario correspondiente a una jornada de trabajo, y los envió a la viña.

    3. Hacia las nueve de la mañana salió de nuevo y vio a otros jornaleros que estaban en la plaza sin hacer nada.

    4. Les dijo: “Vayan también ustedes a la viña. Les pagaré lo que sea justo”.

    5. Y ellos fueron. Volvió a salir hacia el mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo.

    6. Finalmente, sobre las cinco de la tarde, volvió a la plaza y encontró otro grupo de desocupados. Les preguntó: “¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada?”.

    7. Le contestaron: “Porque nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Pues vayan también ustedes a la viña”.

    8. Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: “Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros”.

    9. Se presentaron, pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y cada uno recibió el salario correspondiente a una jornada completa.

    10. Entonces los que habían estado trabajando desde la mañana pensaron que recibirían más; pero, cuando llegó su turno, recibieron el mismo salario.

    11. Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo

    12. diciendo: “A estos que sólo han trabajado una hora, les pagas lo mismo que a nosotros, que hemos trabajado toda la jornada soportando el calor del día”.

    13. Pero el amo contestó a uno de ellos: “Amigo, no te trato injustamente. ¿No convinimos en que trabajarías por esa cantidad?

    14. Pues tómala y vete. Si yo quiero pagar a este que llegó a última hora lo mismo que a ti,

    15. ¿no puedo hacer con lo mío lo que quiera? ¿O es que mi generosidad va a provocar tu envidia?”.

    16. Así, los que ahora son últimos serán los primeros, y los que ahora son primeros serán los últimos.

    Nuevamente Jesús anuncia su muerte

    17. Cuando Jesús iba de camino subiendo hacia Jerusalén, llamó aparte a los doce discípulos y les dijo:

    18. — Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley que lo condenarán a muerte;

    19. luego lo pondrán en manos de extranjeros para que se burlen de él, lo golpeen y lo crucifiquen. Pero al tercer día resucitará.

    Petición de Santiago y de Juan

    20. Por entonces se presentó a Jesús la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y se puso de rodillas con intención de pedirle algo.

    21. Jesús le preguntó: — ¿Qué es lo que deseas? Ella dijo: — Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

    22. Jesús respondió: — No saben lo que están pidiendo. ¿Pueden beber ustedes la misma copa de amargura que yo estoy a punto de beber? Ellos le contestaron: — ¡Sí, podemos beberla!

    23. Jesús les dijo: — Pues bien, beberán mi copa de amargura; pero el que se sienten el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; eso es para quienes mi Padre lo ha reservado.

    24. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se sintieron muy molestos con los dos hermanos.

    25. Pero Jesús los reunió y les dijo: — Como muy bien saben ustedes, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente.

    26. Pero entre ustedes no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás;

    27. y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos.

    28. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos*.

    Dos ciegos reciben la vista

    29. Cuando salían de Jericó, una multitud acompañaba a Jesús.

    30. En esto, dos ciegos* que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba por allí, se pusieron a gritar: — ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!

    31. La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban cada vez más: — ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!

    32. Entonces Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: — ¿Qué quieren que haga por ustedes?

    33. Los ciegos le contestaron: — Señor, que podamos ver.

    34. Jesús, conmovido, les tocó los ojos, y al punto los ciegos recobraron la vista y se fueron tras él.