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jueves, julio 18, 2024
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    Lucas 9 - Reina Valera 1865

    Misión de los doce discípulos

    1. Y JUNTANDO sus doce discípu- los, les dió virtud y potestad sobre todos los demonios, y que sanasen enfermedades.

    2. Y los envió a que predicasen el reino de Dios, y que sanasen los enfermos.

    3. Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordones, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos vestidos.

    4. Y en cualquiera casa que entrareis, quedád allí, y salíd de allí.

    5. Y todos los que no os recibieren, saliéndoos de aquella ciudad, aun el polvo sacudíd de vuestros piés en testimonio contra ellos.

    6. Y saliendo ellos, rodeaban por todas las aldeas anunciando el evangelio, y sanando por todas partes.

    Muerte de Juan el Bautista

    7. Y oyó Heródes el tetrarca todas las cosas que hacía, y estaba en duda, porque decían algunos: Que Juan había resucitado de los muertos;

    8. Y otros: Que Elías había aparecido; y otros: Que algún profeta de los antiguos había resucitado.

    9. Y dijo Heródes: A Juan yo le degollé: ¿quién pues será éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.

    Alimentación de los cinco mil

    10. Y vueltos los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se apartó aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.

    11. Lo cual como las gentes entendieron, le siguieron; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios; y sanó a los que tenían necesidad de cura.

    12. Y el día había comenzado a declinar; y llegándose los doce, le dijeron: Despide la multitud, para que yendo a las aldeas y heredades de al derredor, se alberguen y hallen viandas; porque aquí estamos en lugar desierto.

    13. Y les dice: Dádles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más de cinco panes y dos peces, si no vamos nosotros a comprar viandas para toda esta gente.

    14. Y eran como cinco mil hombres. Entónces dijo a sus discípulos: Hacédlos recostar por ranchos de cincuenta en cincuenta.

    15. Y así lo hicieron; y recostáronse todos.

    16. Y tomando los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo los bendijo; y rompió, y dió a sus discípulos para que pusiesen delante de la multitud.

    17. Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo que les sobró, los pedazos, doce esportones.

    La confesión de Pedro

    18. Y aconteció, que estando él solo orando, estaban con él los discípulos, y les preguntó, diciendo: ¿Quién dicen las gentes que soy yo?

    19. Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.

    20. Y él les dijo: ¿Mas vosotros, quién decís que soy? Entónces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.

    Jesús anuncia su muerte

    21. Entónces él encomendándoles estrechamente, les mandó que a nadie dijesen esto,

    22. Diciendo: Es menester que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y ser desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercero día.

    23. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.

    24. Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará.

    25. Porque ¿qué aprovecha al hombre, si grangeare todo el mundo, y se pierda él a sí mismo, o corra peligro de sí?

    26. Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este tal el Hijo del hombre se avergonzará, cuando vendrá en su gloria, y del Padre, y de los santos ángeles.

    27. Y os digo de verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios.

    La transfiguración

    28. Y aconteció que después de estas palabras, como ocho dias, tomó a Pedro, y a Juan, y a Santiago, y subió a un monte a orar.

    29. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra; y su vestido blanco y resplandeciente.

    30. Y, he aquí, dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés, y Elías,

    31. Que aparecieron en gloria, y hablaban de su salida, la cual había de cumplir en Jerusalem.

    32. Y Pedro, y los que estaban con él, estaban cargados de sueño; y como despertaron, vieron su gloria, y a los dos varones que estaban con él.

    33. Y aconteció, que apartándose ellos de él, Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí; y hagamos tres cabañas, una para tí, y una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que se decía.

    34. Y estando él hablando esto, vino una nube que los hizo sombra; y tuvieron temor entrando ellos en la nube.

    35. Y vino una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, a él oid.

    36. Y pasada aquella voz, Jesús fué hallado solo, y ellos callaron, y por aquellos dias no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

    Jesús sana a un muchacho endemoniado

    37. Y aconteció el día siguiente, que bajando ellos del monte, un gran gentío le salió al encuentro;

    38. Y, he aquí, que un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, ruégote que veas a mi hijo el único que tengo.

    39. Y, he aquí, un espíritu le toma, y de repente da voces; y le despedaza de modo que echa espuma, y apenas se aparta de él, quebrantándole.

    40. Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.

    41. Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿hasta cuándo tengo de estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.

    42. Y como aun se acercaba, el demonio le derribó, y le despedazó; mas Jesús riñó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y le volvió a su padre.

    43. Y todos estaban fuera de sí de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos:

    Jesús anuncia otra vez su muerte

    44. Ponéd vosotros en vuestros oidos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.

    45. Mas ellos no entendían esta palabra; y les era encubierta para que no la entendiesen, y temían de preguntarle de esta palabra.

    ¿Quién es el mayor?

    46. Entónces entraron en disputa, cual de ellos sería el mayor.

    47. Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y le puso junto a si,

    48. Y les dice: Cualquiera que recibiere este niño en mi nombre, a mi recibe; y cualquiera que me recibiere a mí, recibe al que me envió; porque el que fuere el menor entre todos vosotros, éste será el grande.

    El que no es contra nosotros, por nosotros es

    49. Entónces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre, y se lo vedamos, porque no te sigue con nosotros.

    50. Jesús le dijo: No se lo vedeis, porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.

    Jesús reprende a Jacobo y a Juan

    51. Y aconteció que como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalem.

    52. Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron, y entraron en una ciudad de los Samaritanos, para aderezarle allí.

    53. Mas no le recibieron, porque su rostro era de hombre que iba a Jerusalem.

    54. Y viendo esto sus discípulos, Santiago y Juan dijeron: Señor, ¿quiéres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como también hizo Elías?

    55. Entónces volviendo él, les riñó, diciendo: Vosotros no sabéis de que espíritu sois:

    56. Porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las vidas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.

    Los que querían seguir a Jesús

    57. Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, yo te seguiré donde quiera que fueres.

    58. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline su cabeza.

    59. Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya, y entierre a mi padre.

    60. Y Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren a sus muertos; mas tú vé, y anuncia el reino de Dios.

    61. Entónces también dijo otro: Seguirte he, Señor: mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

    62. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano al arado mirare atrás, es apto para el reino de Dios.