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jueves, julio 18, 2024
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    Marcos 8 - Reina Valera 1865

    Alimentación de los cuatro mil

    1. EN aquellos dias, como hubo una muy grande multitud de gente, y no tenían que comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:

    2. Tengo misericordia de la multitud, porque ya hace tres dias que están conmigo; y no tienen que comer.

    3. Y si los envio en ayunas a sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de léjos.

    4. Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien hartar a estos de pan aquí en el desierto?

    5. Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.

    6. Entónces mandó a la multitud que se recostasen sobre la tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los rompió, y dió a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante a la multitud.

    7. Tenían también unos pocos pececillos, y habiendo bendecido, dijo que también se los pusiesen delante.

    8. Y comieron, y se hartaron, y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete espuertas.

    9. Y eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió.

    10. Y luego entrando en la nave con sus discípulos, vino a las partes de Dalmanuta.

    La demanda de una señal

    11. Y vinieron los Fariseos, y comenzaron a altercar con él, demandándole señal del cielo, tentándole.

    12. Y gimiendo profundamente en su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo, que no se dará señal a esta generación.

    13. Y dejándoles, volvió a entrar en la nave, y se fué a la otra parte.

    La levadura de los fariseos

    14. Y los discípulos se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en la nave.

    15. Y les mandó, diciendo: Mirád, guardáos de la levadura de los Fariseos, y de la levadura de Heródes.

    16. Y discurrían entre sí, diciendo: Es porque no tenemos pan.

    17. Y como Jesús lo entendió, les dice: ¿Qué discurrís, porque no tenéis pan? ¿No consideráis, ni entendéis? ¿Aun tenéis endurecido vuestro corazón?

    18. ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oidos no oís? ¿Y no os acordáis?

    19. Cuando rompí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Doce.

    20. Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.

    21. Y les dijo: ¿Cómo aun no entendéis?

    Un ciego sanado en Betsaida

    22. Y vino a Betsaida, y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase.

    23. Entónces tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea, y escupiendo en sus ojos, y poniéndole las manos encima, le preguntó, si veía algo.

    24. Y él mirando, dijo: Veo los hombres como árboles que andan.

    25. Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y quedó restituido, y vió de léjos y claramente a todos.

    26. Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.

    La confesión de Pedro

    27. Y salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

    28. Y ellos respondieron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Alguno de los profetas.

    29. Entónces él les dice: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro le dice: Tú eres el Cristo.

    30. Y mandóles con rigor que a ninguno dijesen esto de él.

    Jesús anuncia su muerte

    31. Y comenzó a enseñarles, que era menester que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres dias.

    32. Y claramente decía esta palabra. Entónces Pedro le tomó, y le comenzó a reñir.

    33. Y él, volviéndose, y mirando a sus discípulos, riñó a Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás; porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres.

    34. Y llamando a la multitud con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

    35. Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, éste la salvará.

    36. Porque ¿qué aprovechará al hombre si grangeare todo el mundo, y pierde su alma?

    37. ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

    38. Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles.