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jueves, julio 18, 2024
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    Marcos 8 - Reina Valera 1977

    Alimentación de los cuatro mil

    1. Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llamó a sus discípulos y les dijo:

    2. Se me enternecen las entrañas de compasión sobre la multitud, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer;

    3. y si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de muy lejos.

    4. Le respondieron sus discípulos: ¿De dónde podrá alguien, en este despoblado, sacar suficiente pan para satisfacer a éstos?

    5. Él les preguntaba: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete.

    6. Entonces manda a la multitud recostarse en el suelo; y tomando los siete panes, dio gracias, los partió, y comenzó a darlos a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente; y ellos los sirvieron a la multitud.

    7. Tenían también unos pocos pececillos; y después de haberlos bendecido, dijo que fueran servidos también.

    8. Comieron y quedaron satisfechos, y recogieron de las sobras de los pedazos siete canastas.

    9. Eran unos cuatro mil; y los despidió.

    10. Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

    La demanda de una señal

    11. Entonces salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, reclamando de él una señal del cielo, para ponerle a prueba.

    12. Él, habiendo gemido en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide esta generación una señal? En verdad os digo que no se dará señal a esta generación.

    13. Y dejándolos, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

    La levadura de los fariseos

    14. Se habían olvidado de proveerse de panes, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan.

    15. Y él les encargaba diciendo: Mirad bien que os guardéis de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

    16. Ellos razonaban entre sí: Es que no tenemos panes.

    17. Percatado de ello, les dice Jesús: ¿Por qué razonáis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni os dais cuenta? ¿Tenéis embotada vuestra inteligencia?

    18. Teniendo ojos ¿no veis? Y teniendo oídos ¿no oís? Y no recordáis,

    19. cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Le dicen: Doce.

    20. Y cuando los siete para los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Y le dicen: Siete.

    21. Y continuaba: ¿Todavía no os dais cuenta?

    Un ciego sanado en Betsaida

    22. Llegan a Betsaida. Y le traen un ciego, suplicándole que lo toque.

    23. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupirle en los ojos y de poner las manos sobre él, le preguntaba: ¿Ves algo?

    24. Él alzó los ojos y dijo: Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que están andando.

    25. Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos; él miró fijamente y quedó restablecido, y comenzó a ver todas las cosas con claridad.

    26. Y le envió a su casa, diciendo: Ni siquiera entres en la aldea, [ni se lo digas a nadie en el pueblo].

    La confesión de Pedro

    27. Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino preguntaba a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

    28. Ellos le respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que uno de los profetas.

    29. Él continuó preguntándoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.

    30. Y él les amonestó seriamente que a nadie dijesen esto de él.

    Jesús anuncia su muerte

    31. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser condenado a muerte y resucitar a los tres días.

    32. Y les hablaba esto con toda franqueza. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle.

    33. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.

    34. Y llamando a la multitud, así como a sus discípulos, les dijo: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.

    35. Pues cualquiera que desee salvar su vida, la perderá; pero cualquiera que haya de perder su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

    36. Porque ¿qué provecho hay en que una persona gane el mundo entero y que pierda su alma?

    37. Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su alma?

    38. Porque quienquiera que se avergüence de mí y de mis palabras, en medio de esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.