Marcos 8 - Reina Valera 1977Alimentación de los cuatro mil1. Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llamó a sus discípulos y les dijo: 2. Se me enternecen las entrañas de compasión sobre la multitud, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer; 3. y si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de muy lejos. 4. Le respondieron sus discípulos: ¿De dónde podrá alguien, en este despoblado, sacar suficiente pan para satisfacer a éstos? 5. Él les preguntaba: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. 6. Entonces manda a la multitud recostarse en el suelo; y tomando los siete panes, dio gracias, los partió, y comenzó a darlos a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente; y ellos los sirvieron a la multitud. 7. Tenían también unos pocos pececillos; y después de haberlos bendecido, dijo que fueran servidos también. 8. Comieron y quedaron satisfechos, y recogieron de las sobras de los pedazos siete canastas. 9. Eran unos cuatro mil; y los despidió. 10. Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta. La demanda de una señal11. Entonces salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, reclamando de él una señal del cielo, para ponerle a prueba. 12. Él, habiendo gemido en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide esta generación una señal? En verdad os digo que no se dará señal a esta generación. 13. Y dejándolos, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla. La levadura de los fariseos14. Se habían olvidado de proveerse de panes, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan. 15. Y él les encargaba diciendo: Mirad bien que os guardéis de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. 16. Ellos razonaban entre sí: Es que no tenemos panes. 17. Percatado de ello, les dice Jesús: ¿Por qué razonáis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni os dais cuenta? ¿Tenéis embotada vuestra inteligencia? 18. Teniendo ojos ¿no veis? Y teniendo oídos ¿no oís? Y no recordáis, 19. cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Le dicen: Doce. 20. Y cuando los siete para los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Y le dicen: Siete. 21. Y continuaba: ¿Todavía no os dais cuenta? Un ciego sanado en Betsaida22. Llegan a Betsaida. Y le traen un ciego, suplicándole que lo toque. 23. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupirle en los ojos y de poner las manos sobre él, le preguntaba: ¿Ves algo? 24. Él alzó los ojos y dijo: Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que están andando. 25. Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos; él miró fijamente y quedó restablecido, y comenzó a ver todas las cosas con claridad. 26. Y le envió a su casa, diciendo: Ni siquiera entres en la aldea, [ni se lo digas a nadie en el pueblo]. La confesión de Pedro27. Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino preguntaba a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28. Ellos le respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que uno de los profetas. 29. Él continuó preguntándoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. 30. Y él les amonestó seriamente que a nadie dijesen esto de él. Jesús anuncia su muerte31. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser condenado a muerte y resucitar a los tres días. 32. Y les hablaba esto con toda franqueza. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle. 33. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres. 34. Y llamando a la multitud, así como a sus discípulos, les dijo: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. 35. Pues cualquiera que desee salvar su vida, la perderá; pero cualquiera que haya de perder su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. 36. Porque ¿qué provecho hay en que una persona gane el mundo entero y que pierda su alma? 37. Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su alma? 38. Porque quienquiera que se avergüence de mí y de mis palabras, en medio de esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. |