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    1 Juan 3 - Reina Valera 1995

    Hijos de Dios

    1. Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;[1] [2] por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él.[3]

    2. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.[4]

    3. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

    4. Todo aquel que comete pecado,[5] infringe también la Ley, pues el pecado es infracción de la Ley.

    5. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados,[6] y no hay pecado en él.[7]

    6. Todo aquel que permanece en él, no peca. Todo aquel que peca, no lo ha visto ni lo ha conocido.[8]

    7. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.

    8. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio.[9] Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.[10]

    9. Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

    10. En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, no es de Dios.

    11. Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.[11]

    12. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano.[12] ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas y las de su hermano, justas.

    13. Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os odia.[13]

    14. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,[14] porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano[15] permanece en muerte.

    15. Todo aquel que odia a su hermano es homicida[16] y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.

    16. En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros;[17] también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

    17. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?

    18. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.[18]

    19. En esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él,

    20. pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón[19] es Dios, y él sabe todas las cosas.[20]

    21. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;[21]

    22. y cualquiera cosa que pidamos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él.[22]

    23. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.[23]

    24. El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.[24]