1 Samuel 5 - Reina Valera 1995El arca en tierra de los filisteos1. Cuando los filisteos capturaron el Arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod.[1] 2. Tomaron los filisteos el Arca de Dios, la metieron en la casa de Dagón[2] y la pusieron junto a Dagón.[3] 3. Cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, encontraron a Dagón postrado en tierra delante del Arca de Jehová. Tomaron a Dagón y lo devolvieron a su lugar. 4. Al levantarse de nuevo de mañana, al siguiente día, Dagón había caído postrado en tierra delante del Arca de Jehová, y la cabeza de Dagón y sus dos manos estaban cortadas sobre el umbral; a Dagón solamente le quedaba el tronco.[4] 5. Por esta causa, los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral[5] de Dagón en Asdod, hasta el día de hoy. 6. La mano de Jehová cayó sobre los de Asdod y los destruyó, hiriéndolos con tumores, en Asdod y en todo su territorio. 7. Al ver esto, los de Asdod dijeron: "Que no se quede entre nosotros el Arca del Dios de Israel, porque su mano se ha endurecido contra nosotros y contra nuestro dios Dagón". 8. Convocaron, pues, a todos los príncipes de los filisteos, y les preguntaron: --¿Qué haremos con el Arca del Dios de Israel? Ellos respondieron: --Trasládese el Arca del Dios de Israel a Gat. Y trasladaron allá el Arca del Dios de Israel. 9. Pero cuando se la llevaron, la mano de Jehová cayó sobre la ciudad provocando un gran pánico; y afligió a los hombres de aquella ciudad, y desde el más pequeño hasta el mayor se llenaron de tumores. 10. Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero cuando el Arca de Dios llegó a Ecrón, los ecronitas exclamaron: "Nos han traído el Arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo". 11. Convocaron y reunieron a todos los príncipes de los filisteos y les dijeron: "Enviad el Arca del Dios de Israel, y regrese a su lugar, para que no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo", pues había un terror mortal en toda la ciudad, porque la mano de Dios los había castigado duramente. 12. Los que no morían estaban llenos de tumores, y el clamor de la ciudad subía al cielo. |