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miércoles, julio 17, 2024
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    Hebreos 6 - Reina Valera 1995

    1. Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo,[1] vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios,

    2. de la doctrina de bautismos,[2] de la imposición de manos,[3] de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

    3. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.

    4. Es imposible que los que una vez fueron iluminados,[4] gustaron del don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo

    5. y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero,

    6. y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla.[5]

    7. La tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;

    8. pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida y su fin es ser quemada.[6]

    9. Pero en cuanto a vosotros, amados, estamos persuadidos de cosas mejores, pertenecientes a la salvación, aunque hablamos así,

    10. porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndolos aún.[7]

    11. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,

    12. a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

    13. Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo

    14. diciendo: "De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente".[8]

    15. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.

    16. Los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación.

    17. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento,

    18. para que por dos cosas inmutables,[9] en las cuales es imposible que Dios mienta,[10] tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.

    19. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,[11]

    20. donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho Sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.[12]