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    Lucas 9 - Reina Valera 1995

    Misión de los doce discípulos

    1. Reuniendo a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.

    2. Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.[1]

    3. Les dijo: --No toméis nada para el camino: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.[2]

    4. En cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.

    5. Dondequiera que no os reciban, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies[3] en testimonio contra ellos.

    6. Y saliendo, pasaban por todas las aldeas anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

    Muerte de Juan el Bautista

    7. Herodes,[4] el tetrarca, oyó de todas las cosas que hacía Jesús, y estaba perplejo, porque decían algunos: "Juan ha resucitado de los muertos";

    8. otros: "Elías ha aparecido"; y otros: "Algún profeta de los antiguos ha resucitado".[5]

    9. Y dijo Herodes: --A Juan yo lo hice decapitar; ¿quién, pues, es este de quien oigo tales cosas? Y procuraba verlo.[6]

    Alimentación de los cinco mil

    10. [7] Al regresar[8] los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.[9]

    11. Cuando la gente lo supo, lo siguió; y él los recibió, les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser curados.

    12. Pero el día comenzaba a declinar. Acercándose los doce, le dijeron: --Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor y se alojen y encuentren alimentos, porque aquí estamos en lugar desierto.

    13. Él les dijo: --Dadles vosotros de comer. Dijeron ellos: --No tenemos más que cinco panes y dos peces, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.

    14. Eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: --Hacedlos sentar en grupos de cincuenta.

    15. Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.

    16. Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo,[10] los partió y dio a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente.

    17. Comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que les sobró: doce cestas de pedazos.[11]

    La confesión de Pedro

    18. Aconteció que mientras Jesús oraba aparte,[12] estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: --¿Quién dice la gente que soy yo?

    19. Ellos respondieron: --Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.[13]

    20. Él les dijo: --¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces, respondiendo Pedro, dijo: --El Cristo de Dios.[14]

    Jesús anuncia su muerte

    21. Pero él les mandó que a nadie dijeran esto,[15] encargándoselo rigurosamente,

    22. y diciendo: --Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día.[16]

    23. Y decía a todos: --Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.

    24. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará,[17]

    25. pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se destruye o se pierde a sí mismo?,

    26. porque el que se [email protected] de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles.[18]

    27. Pero en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.[19]

    La transfiguración

    28. [20] Como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.[21]

    29. Mientras oraba, la apariencia de su rostro cambió[22] y su vestido se volvió blanco y resplandeciente.

    30. Y dos varones hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías.[23]

    31. Estos aparecieron rodeados de gloria; y hablaban de su partida,[24] que Jesús iba a cumplir en Jerusalén.

    32. Pedro y los que lo acompañaban estaban rendidos de sueño; pero, permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús y a los dos varones que estaban con él.

    33. Y sucedió que, mientras estos se alejaban de él, Pedro dijo a Jesús: --Maestro, bueno es para nosotros estar aquí. Hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés y una para Elías. Pero no sabía lo que decía.

    34. Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.[25]

    35. Y vino una voz desde la nube, que decía: "Este es mi Hijo amado; a él oíd".[26]

    36. Cuando cesó la voz, Jesús se encontraba solo.[27] Ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

    Jesús sana a un muchacho endemoniado

    37. Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.

    38. Y un hombre de la multitud clamó diciendo: --Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;

    39. y sucede que un espíritu lo toma y, de repente, lo hace gritar, lo sacude con violencia, lo hace echar espuma y, estropeándolo, a duras penas se aparta de él.[28]

    40. Rogué a tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron.

    41. Respondiendo Jesús, dijo: --¡Generación incrédula y perversa![29] ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.

    42. Mientras se acercaba el muchacho, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre.

    43. Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Estando todos maravillados de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

    Jesús anuncia otra vez su muerte

    44. --Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras, porque acontecerá que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.[30]

    45. Pero ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendieran; y temían preguntarle sobre esas palabras.

    ¿Quién es el mayor?

    46. Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.[31]

    47. Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño,[32] lo puso junto a sí

    48. y les dijo: --Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió,[33] porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande.

    El que no es contra nosotros, por nosotros es

    49. Entonces respondiendo Juan, dijo: --Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.

    50. Jesús le dijo: --No se lo prohibáis, porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.[34]

    Jesús reprende a Jacobo y a Juan

    51. [35] Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

    52. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.

    53. Pero no lo recibieron, porque su intención era ir a Jerusalén.[36]

    54. Al ver esto, Jacobo y Juan, sus discípulos, le dijeron: --Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo,[37] como hizo Elías,[38] y los consuma?

    55. Entonces, volviéndose él, los reprendió diciendo:[39] --Vosotros no sabéis de qué espíritu sois,

    56. porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.

    Los que querían seguir a Jesús

    57. Yendo por el camino, uno le dijo: --Señor, te seguiré adondequiera que vayas.

    58. Jesús le dijo: --Las zorras[40] tienen guaridas y las aves de los cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.

    59. Y dijo a otro: --Sígueme. Él le respondió: --Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

    60. Jesús le dijo: --Deja que los muertos entierren a sus muertos;[41] pero tú vete a anunciar el reino de Dios.

    61. Entonces también dijo otro: --Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

    62. Jesús le contestó: --Ninguno que, habiendo puesto su mano en el arado, mira hacia atrás[42] es apto para el reino de Dios.