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miércoles, julio 17, 2024
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    Mateo 8 - Reina Valera 1995

    Jesús sana a un leproso

    1. [1] Cuando descendió Jesús del monte, lo seguía mucha gente.

    2. En esto se le acercó un leproso[2] y se postró ante él, diciendo: --Señor, si quieres, puedes limpiarme.

    3. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: --Quiero, sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.

    4. Entonces Jesús le dijo: --Mira, no lo digas a nadie,[3] sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés,[4] para testimonio a ellos.

    Jesús sana al siervo de un centurión

    5. [5] Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión,[6] que le rogaba

    6. diciendo: --Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.

    7. Jesús le dijo: --Yo iré y lo sanaré.[7]

    8. Respondió el centurión y dijo: --Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará,

    9. pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este: "Ve", y va; y al otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.

    10. Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: --De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

    11. Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente,[8] y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos;[9]

    12. pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.[10]

    13. Entonces Jesús dijo al centurión: --Vete, y como creíste te sea hecho. Y su criado quedó sano en aquella misma hora.

    Jesús sana a la suegra de Pedro

    14. Fue Jesús a casa de Pedro y vio a la suegra de este postrada en cama, con fiebre.

    15. Entonces tocó su mano y la fiebre la dejó; ella se levantó, y los servía.

    16. Al caer la noche le llevaron muchos endemoniados, y con la palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos,

    17. para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: "Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias".[11]

    Los que querían seguir a Jesús

    18. Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, dio orden de pasar al otro lado.[12]

    19. Se le acercó un escriba y le dijo: --Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

    20. Jesús le dijo: --Las zorras[13] tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre[14] no tiene donde recostar su cabeza.

    21. Otro de sus discípulos le dijo: --Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.[15]

    22. Jesús le dijo: --Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.[16]

    Jesús calma la tempestad

    23. Entró él en la barca y sus discípulos lo siguieron.

    24. Y se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía.

    25. Se acercaron sus discípulos y lo despertaron, diciendo: --¡Señor, sálvanos, que perecemos!

    26. Él les dijo: --¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.

    27. Los hombres, maravillados, decían: --¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?[17]

    Los endemoniados gadarenos

    28. Cuando llegó a la otra orilla,[18] a la tierra de los gadarenos,[19] vinieron a su encuentro dos endemoniados[20] que salían de los sepulcros,[21] feroces en gran manera, tanto que nadie podía pasar por aquel camino.

    29. Y clamaron diciendo: --¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?[22]

    30. Estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos.[23]

    31. Y los demonios le rogaron diciendo: --Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos.

    32. Él les dijo: --Id. Ellos salieron y se fueron a aquel hato de cerdos, y entonces todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero, y perecieron en las aguas.

    33. Los que los apacentaban huyeron y, llegando a la ciudad, contaron todas las cosas y lo que había pasado con los endemoniados.

    34. Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, cuando lo vieron, le rogaron que se fuera de su territorio.