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viernes, agosto 16, 2024
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    Juan 3 - Reina Valera 2000

    Jesús y Nicodemo

    1. Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos.

    2. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios [por] maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no estuviere Dios con él.

    3. Respondió Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el Reino de Dios.

    4. Le dice Nicodemo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?

    5. Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.

    6. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es.

    7. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez.

    8. El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde vaya; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

    9. Respondió Nicodemo, y le dijo: ¿Cómo puede esto hacerse?

    10. Respondió Jesús, y le dijo: ¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto?

    11. De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

    12. Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

    13. Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.

    14. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado;

    15. para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino [que] tenga vida eterna.

    De tal manera amó Dios al mundo

    16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

    17. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

    18. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del Unigénito Hijo de Dios.

    19. Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas.

    20. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece a la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean redargüidas.

    21. Mas el que obra verdad, viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios.

    El amigo del esposo

    22. Pasado esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos, y bautizaba.

    23. Y bautizaba también Juan en Enón junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.

    24. Porque Juan, no había sido aún puesto en la cárcel.

    25. Y hubo cuestión entre los discípulos de Juan y los Judíos acerca de la purificación.

    26. Y vinieron a Juan, y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del cual tú diste testimonio, he aquí bautiza, y todos vienen a él.

    27. Respondió Juan, y dijo: No puede el hombre recibir algo, si no le fuere dado del cielo.

    28. Vosotros mismos me sois testigos que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.

    29. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo es cumplido.

    30. A él conviene crecer; a mí, ser disminuido.

    El que viene de arriba

    31. El que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas habla; el que viene del cielo, sobre todos es.

    32. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.

    33. El que recibe su testimonio, éste ha puesto su sello que Dios es Verdadero.

    34. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; porque no [le] da Dios el Espíritu por medida.

    35. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas dio en su mano.

    36. El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que al Hijo es incrédulo, no verá la vida, sino [que] la ira de Dios permanece sobre él.