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jueves, julio 18, 2024
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    Marcos 8 - Reina Valera 2004

    Alimentación de los cuatro mil

    1. EN aquellos días, siendo tan grande la multitud, y no teniendo que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

    2. Tengo compasión de la multitud, porque son ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;

    3. Y si los envió en ayunas a sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos.

    4. Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?

    5. Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.

    6. Entonces mandó a la multitud que se sentase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.

    7. Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.

    8. Y comieron, y se saciaron; y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete canastos.

    9. Y eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió.

    10. Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.

    La demanda de una señal

    11. Y vinieron los fariseos y comenzaron a altercar con él, y tentándole, le pidiéndole señal del cielo.

    12. Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.

    13. Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue al otro lado.

    La levadura de los fariseos

    14. Y los discípulos se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.

    15. Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.

    16. Y cavilaban entre ellos, diciendo: Es porque no tenemos pan.

    17. Y como Jesús lo entendió, les dijo: ¿Qué caviláis, porque no tenéis pan? ¿No consideráis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?

    18. ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?

    19. Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y le dijeron: Doce.

    20. Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.

    21. Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?

    Un ciego sanado en Betsaida

    22. Y vino a Betsaida; y le trajeron a un ciego, y le rogaron que le tocase.

    23. Entonces tomando de la mano al ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y poniendo las manos sobre él, le preguntó si veía algo.

    24. Y él mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, caminando.

    25. Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.

    26. Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.

    La confesión de Pedro

    27. Y salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

    28. Y ellos respondieron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Alguno de los profetas.

    29. Entonces él les dice: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.

    30. Y les apercibió que no hablasen de él a ninguno.

    Jesús anuncia su muerte

    31. Y comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, y ser rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.

    32. Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro tomándole, comenzó a reprenderle.

    33. Mas él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Quítate de delante de mí, Satanás; porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

    34. Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

    35. Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, éste la salvará.

    36. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

    37. ¿O qué dará el hombre en rescate por su alma?

    38. Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y perversa, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.