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miércoles, julio 17, 2024
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    1 Corintios 2 - Nueva Biblia Española (1975)

    Proclamando a Cristo crucificado

    1. Por eso yo, hermanos, cuando llegué a su ciudad, no llegué anunciándoles el secreto de Dios con ostentación de elocuencia o saber;

    2. con ustedes decidí ignorarlo todo excepto a Jesús Mesías y, a éste, crucificado.

    3. Por eso yo me presenté ante ustedes con una sensación de impotencia y temblando de miedo;

    4. mis discursos y mi mensaje no usaban argumentos hábiles y persuasivos, la demostración consistía en la fuerza del Espíritu,

    5. para que la fe de ustedes no se basara en saber humano, sino en la fuerza de Dios.

    La revelación por el Espíritu de Dios

    6. Con los hombres hechos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo éste ni de los jefes pasajeros de la historia presente;

    7. no, exponemos un saber divino y secreto, el saber escondido; ese que, conforme al decreto de Dios antes de los siglos, había de ser nuestra gloria,

    8. ese que ninguno de los jefes de la historia presente ha llegado a conocer, pues, si lo hubieran descubierto, no habrían crucificado al glorioso Señor.

    9. Pero, en cambio, aquello que dice la Escritura: "Lo que ojo nunca vio" ni oreja oyó ni hombre alguno ha imaginado, lo que Dios ha preparado para los que lo aman", nos lo ha revelado Dios a nosotros por medio del Espíritu.

    10. Porque el Espíritu lo penetra todo, incluso lo profundo de Dios.

    11. A ver, ¿quién conoce a fondo la manera de ser hombre si no es el espíritu del hombre que está dentro de él? Pues lo mismo: la manera de ser de Dios nadie la conoce si no es el Espíritu de Dios.

    12. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios; así conocemos a fondo los dones que Dios nos ha hecho.

    13. Eso precisamente exponemos, no con el lenguaje que enseña el saber humano, sino con el que enseña el Espíritu, explicando temas espirituales a hombres de espíritu.

    14. El hombre de tejas abajo no acepta la manera de ser del Espíritu de Dios, le parece una locura; y no puede captarla porque hay que enjuiciarla con el criterio del Espíritu.

    15. En cambio, el hombre de espíritu puede enjuiciarlo todo, mientras a él nadie puede enjuiciarlo;

    16. pues, ¿quién conoce el modo de pensar del Señor, para poder darle lecciones?. Y nuestro modo de pensar es el de Cristo.