32.5 C
Miami
miércoles, julio 17, 2024
Más


    Ester 8 - Serafín de Ausejo 1975

    Decreto de Asuero a favor de los judíos

    1. Aquel mismo día, el rey Asuero dio a la reina Ester la hacienda de Amán, el enemigo de los judíos; y Mardoqueo fue presentado al rey, porque Ester le dio a conocer quién era él para ella.

    2. El rey se quitó el anillo del que había despojado a Amán y se lo entregó a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo al frente de la hacienda de Amán.

    3. Ester volvió para hablar en presencia del rey: cayó a sus pies, se echó a llorar y le suplicó que apartara la maldad y el proyecto que Amán, el de Agag, había concebido contra los judíos.

    4. El rey extendió hacia Ester el cetro de oro. Ester se levantó, se quedó de pie en presencia del rey,

    5. y le dijo: "Si al rey le parece bien y si cuento con su favor, si la petición le parece justa al rey y yo soy agradable a sus ojos, que se escriba para que sean revocadas las cartas y los proyectos que Amán, hijo de Hamdatá, el de Agag, escribió para exterminar a los judíos que se encuentran en todas las provincias del rey.

    6. Porque, ¿cómo podré yo contemplar la desgracia que va a caer sobre mi pueblo? ¿Cómo podré yo ver el exterminio de mi raza?".

    7. El rey Asuero dijo a la reina Ester y al judío Mardoqueo: "Ved que he dado a Ester la hacienda de Amán, al que ya han colgado de la horca, por haber extendido su mano contra los judíos.

    8. Escribid vosotros mismos sobre el asunto de los judíos como bien os parezca, en nombre del rey, y selladlo con el anillo real; pues documento escrito en nombre del rey y sellado con el anillo real no puede ser revocado".

    9. Llamaron, pues, a los secretarios del rey en aquel momento, en el tercer mes, que es el mes de siván, el veintitrés del mismo, y siguiendo las instrucciones de Mardoqueo, escribieron a los judíos, a los sátrapas, a los gobernadores y a los grandes de las provincias, desde la India hasta Etiopía, o sea, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, y a los judíos según su escritura y según su lengua.

    10. Escribieron en nombre del rey Asuero, lo sellaron todo con el anillo del rey y enviaron las cartas por medio de correos montados en los rápidos caballos de las caballerizas reales.

    11. Por estas cartas concedía el rey a los judíos de cualquier ciudad autorización para reunirse y defender sus vidas, para destruir y matar y exterminar a todas las gentes de cualquier pueblo o provincia que los hostigara, incluso a niños y mujeres y para apoderarse de sus bienes como botín.

    12. Y esto en un mismo día, en todas las provincias del rey Asuero, el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar. La copia de la carta es como sigue: El gran rey Asuero, a los sátrapas de las ciento veintisiete provincias comprendidas desde la India hasta Etiopía, y a cuantos sienten afecto por nuestras cosas, salud. Hay muchos hombres que, cuanto más singulares honores reciben de la extremada benevolencia de sus bienhechores, tanto más se ensoberbecen. Y no sólo buscan hacer daño a nuestros súbditos, sino que, incapaces de sobreponerse a su insolencia, intentan conspirar contra sus mismos bienhechores. Y no sólo hacen que desaparezca la gratitud de entre los hombres, sino que, engreídos por la presunción, como la de aquellos que no tienen sentimiento del bien, piensan que podrán escapar a la justicia de Dios, que todo lo ve y que aborrece el mal. Con frecuencia, incluso a muchos de los constituidos en autoridad, el consejo de amigos a quienes confiaron la administración de los negocios los hizo cómplices de sangre inocente y los envolvió en desgracias irreparables, por haber engañado estos amigos, con mentirosos y perversos razonamientos, la sincera nobleza de sentimientos de los soberanos. Así podemos comprobarlo, no sólo por las historias antiguas a las que hemos aludido, sino también con lo que sucede en el presente, viendo las impiedades que cometen esa peste de los que ejercen indignamente el poder. Por consiguiente, procuraremos mirar en lo sucesivo por la tranquilidad y la paz del reino en favor de todos los hombres, recurriendo a cambios oportunos y juzgando siempre con discreta benevolencia los asuntos que se nos presenten. Amán, hijo de Hamdatá, macedonio, extraño realmente a la sangre de los persas, y muy indigno de nuestra benignidad, después de haber sido acogido como huésped por nosotros, fue objeto de la benevolencia que tenemos para con todas las gentes, y en tanto grado que fue proclamado como padre nuestro, jefe reverenciado por todos con la postración, llegando a ser el segundo personaje del trono real. Pero cegado por su encumbramiento, trató de privarnos del poder y de la vida; y, además, con toda suerte de falacias e intrigas, pidió la muerte de nuestro salvador y constante bienhechor Mardoqueo, la de la irreprochable consorte de nuestra realeza, Ester, y la de todo su pueblo. Con estos manejos, después de privarnos de ellos, pretendía apoderarse de nosotros y transferir el imperio de los persas a los macedonios. Pero nosotros hemos averiguado que los judíos, entregados al exterminio por este tres veces criminal, no sólo no son malhechores, sino que se gobiernan por leyes justísimas; que son hijos del Altísimo, del gran Dios vivo, que dirige el reino en provecho nuestro y en el de nuestros padres en el más floreciente estado. Así que haréis muy bien no dando cumplimiento a las cartas enviadas por Amán, hijo de Hamdatá, por cuanto que su autor ha sido colgado de un madero con toda su familia a las puertas de Susa: merecido castigo que así, sin tardanza, le ha dado el Dios que domina todas las cosas. Fijad en público en todo lugar una copia de esta carta, y dejad que los judíos se rijan libremente por sus propias leyes; prestadles vuestro apoyo para que rechacen a los que se lanzaren contra ellos en el tiempo de la tribulación, que será el día trece del duodécimo mes de adar en ese mismo día. Porque el Dios que todo lo domina, ha hecho de él, en vez de día de exterminio de la raza elegida, un día de alegría para ellos. Por lo mismo, también vosotros, judíos, entre vuestras fiestas oficiales celebrad con toda clase de regocijos este día señalado, de suerte que ahora y en el futuro ese día sea salvación para nosotros y para quienes se muestran afectos a los persas; y sea a la vez recuerdo del exterminio de quienes conspiran contra nosotros. Toda ciudad o provincia entera que no actúe en conformidad con esto será devastada con todo rigor a lanza y fuego. Y no sólo quedará inhabitable para los hombres, sino que aun para las fieras y para las aves será detestable para siempre.

    13. Una copia de este escrito debía ser promulgada como ley en cada provincia y dada a conocer a todos los pueblos. Los judíos debían estar preparados en aquel día para vengarse de sus enemigos.

    14. Los correos, montados en los rápidos caballos de las caballerizas reales, salieron a toda prisa y a toda velocidad en virtud del mandato del rey. La ley fue promulgada también en la ciudadela de Susa.

    15. Mardoqueo salió de la presencia del rey con vestidura real, morada y blanca, con una gran corona de oro y un manto de lino y de púrpura; y la ciudad de Susa se alegró y se regocijó.

    16. Para los judíos hubo felicidad y júbilo, alegría y gloria.

    17. En cada provincia y en cada ciudad, dondequiera llegaba la orden del rey y su edicto, había entre los judíos regocijo y alegría, banquete y día de fiesta. Muchos de los habitantes del país se hicieron judíos, porque el temor a los judíos se había apoderado de ellos.