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sábado, julio 20, 2024
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    Deuteronomio 9 - Torres Amat

    Dios destruirá a las naciones de Canaán

    1. Escucha, Israel: Tú estás hoy día a punto de pasar el Jordán para conquistar naciones grandísimas y más fuertes que tú, ciudades magníficas, y cuyos muros llegan hasta el cielo,

    2. un pueblo de grande y alta estatura, los hijos de los enaceos, que tú mismo has visto y cuya fama has oído, y a quienes nadie puede contrarrestar.

    3. Pues has de saber hoy que irá delante de ti el mismo Dios tuyo, fuego devorador y consumidor, que los ha de desmenuzar y consumir, y disipar delante de tus ojos rápidamente, como te lo ha prometido.

    4. No digas en tu corazón cuando el Señor Dios tuyo los haya deshecho en tu presencia: Por razón de la justicia que ha visto en mí, me ha introducido el Señor en la posesión de esta tierra; siendo cierto que por sus impiedades son asoladas estas naciones.

    5. Porque no por tus virtudes, ni por la rectitud de corazón entrarás a poseer sus tierras; sino porque aquéllas obraron impíamente, por eso al entrar tú han sido destruidas; y a fin de cumplir Dios su palabra, que confirmó con juramento a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob .

    La rebelión de Israel en Horeb

    6. Ten, pues, entendido que no por tus virtudes te ha dado el Señor Dios tuyo en posesión esta excelente tierra, pues eres un pueblo de durísima cerviz.

    7. Acuérdate y no te olvides que provocaste a ira al Señor Dios tuyo en el desierto. Desde el día que saliste de Egipto hasta este lugar, siempre has sido rebelde al Señor.

    8. Pues ya en Horeb lo provocaste, y airado te quiso destruir,

    9. cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas de la Alianza que hizo el Señor con vosotros, y me mantuve en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber.

    10. Entonces me dio el Señor dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios, y que contenían todas las palabras que os habló en el monte, desde el medio del fuego, estando junto todo el pueblo.

    11. Pasados, como digo, los cuarenta días y cuarenta noches, me dio el Señor las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza,

    12. y díjome: Vete, y desciende de aquí luego; pues ese tu pueblo, que sacaste de Egipto, ha abandonado bien presto el camino que le enseñaste, y se ha fundido un ídolo.

    13. Díjome también el Señor: Veo que ese pueblo es de dura cerviz:

    14. déjame que lo reduzca a polvo, y borre su nombre de debajo del cielo, y te haga caudillo de otra nación que sea más grande y poderosa que no ésta.

    15. Bajando, pues, del monte, el cual estaba ardiendo, y teniendo en las manos las dos tablas de la Alianza,

    16. visto que habíais pecado contra el Señor Dios vuestro, y que os habíais hecho un becerro fundido, y abandonado tan presto el camino que él os había enseñado,

    17. arrojé las tablas de mis manos, y las hice pedazos a vuestra vista.

    18. Me postré después en el acatamiento del Señor como antes, por espacio de cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber, por causa de todos aquellos pecados que cometisteis contra el Señor, y con que le provocasteis a ira;

    19. porque temí la indignación y saña que había concebido contra vosotros, y que lo estimulaban a exterminaros. Y el Señor me oyó aún por esta vez.

    20. Irritado asimismo en gran manera contra Aarón, quiso aniquilarle, e intercedí por él del mismo modo.

    21. Y arrebatando vuestro pecado, es a saber, el becerro que habíais hecho, lo eché al fuego, y desmenuzándolo y reduciéndolo todo a polvo, lo arrojé al arroyo que desciende del monte.

    22. También en el lugar que por eso se llamó del Incendio, en el otro de la Tentación, y en el llamado Sepulcros de la Concupiscencia o antojo, provocasteis al Señor;

    23. y cuando os encaminó desde Cadesbarne, diciendo: Subid a tomar posesión de la tierra que os he dado, también despreciasteis el mandato del Señor Dios vuestro, y no le creísteis, y ni quisisteis escuchar su voz;

    24. sino que siempre habéis sido rebeldes desde el día que comencé a tratar con vosotros.

    25. Estuve, pues, postrado delante del Señor cuarenta días y cuarenta noches, en que rendidamente le suplicaba que no acabase con vosotros, como lo tenía conminado.

    26. Y orando, dije: ¡Ah! Señor Dios, no destruyas a tu pueblo y a la herencia tuya, que rescataste con tu poderío; a los que sacaste de Egipto con mano esforzada.

    27. Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac y Jacob : no mires la dureza de este pueblo, ni su impiedad y pecado;

    28. no sea que digan los moradores de la tierra de donde nos has sacado: No podía el Señor introducirlos en la tierra que les prometió, y los aborrecía; por eso los sacó para matarlos en el desierto.

    29. Ellos son tu pueblo y la herencia tuya que sacaste de Egipto con tu gran poder y a fuerza de tu brazo.