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domingo, agosto 18, 2024
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    Job 29 - Torres Amat

    Job recuerda su felicidad anterior

    1. Añadió también Job, continuando su parábola, y dijo:

    2. ¡Quién me diera volver a ser como en los tiempos pasados, como en aquellos días venturosos en que Dios me tenía bajo su custodia y amparo!

    3. Entonces su antorcha resplandecía sobre mi cabeza, y guiado por esta luz caminaba yo seguro entre las tinieblas;

    4. como fui en los días de mi mocedad, cuando Dios moraba secretamente en mi casa;

    5. cuando el Todopoderoso estaba conmigo, y alrededor de mí toda mi familia;

    6. cuando lavaba, por decirlo así, mis pies con la nata de la leche, y hasta las peñas me brotaban arroyos de aceite;

    7. cuando salía a las puertas de la ciudad, y allí en la plaza me disponían un asiento distinguido.

    8. Y viéndome los jóvenes se retiraban, y los ancianos se lavantaban y mantenían en pie.

    9. Los magnates no hablaban más y cerraban sus labios con el dedo.

    10. Quedaban sin hablar los capitanes, y con la lengua pegada al paladar.

    11. Bienaventurado me llamaba todo el que oía mis palabras; y decía bien de mí cualquiera que me miraba;

    12. pues yo había librado al pobre que gritaba por socorro; y al huérfano que no tenía defensor.

    13. Me llenaba de bendiciones el que hubiera perecido sin mi auxilio; y yo confortaba el corazón de la viuda desolada.

    14. Porque siempre me revestí de justicia y mi equidad me ha servido como de regio manto y diadema.

    15. Era yo ojos para el ciego y pies para el cojo.

    16. Era el padre de los pobres; y me informaba con la mayor diligencia de los pleitos de los desválidos, de que no estaba enterado.

    17. Quebrantaba las quijadas a los malvados, y les sacaba la presa de entre sus dientes.

    18. Con este tenor de vida decía yo: Moriré en paz en mi nido; y como la palma multiplicaré mis días.

    19. Está mi raíz extendida junto a la corriente de las aguas, y el rocío descansará sobre mis ramos.

    20. Se irá siempre renovando mi gloria, y mi arco, o el poder mío, será de cada día más fuerte en mis manos.

    21. Los que me escuchaban estaban aguardando mi parecer, y atendían silenciosos mi consejo.

    22. Ni una palabra se atrevían a añadir a las mías; y como rocío, así caían sobre ellos mis discursos.

    23. Me aguardaban como a la lluvia los campos, y abrían su boca como hace la tierra seca a las aguas tardías o del otoño.

    24. Si alguna vez me les mostraba risueño, de gozosos apenas lo creían; pero no quedaba sin fruto la alegría de mi semblante.

    25. Si quería ir a sus reuniones, me sentaba en el primer lugar; y estando sentado como un rey rodeado de sus guardias, no por eso dejaba de ser el consolador de los afligidos.