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miércoles, julio 17, 2024
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    Job 2 - Version Moderna (1929)

    1. Y ACONTECIÓ otro día en que los hijos de Dios fueron a presentarse delante de Jehová, que Satanás fué en medio de ellos a presentarse él también delante de Jehová.

    2. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? y Satanás respondió a Jehová, diciendo: De recorrer la tierra, y de andar por ella.

    3. Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a mi siervo Job? pues no hay ninguno como él en la tierra, varón perfecto y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal: y retiene aún su integridad, aunque tú me has incitado contra él, para destruirle sin causa.

    4. A lo cual Satanás respondió a Jehová, diciendo: ¡Piel por piel; que todo cuanto tiene el hombre lo dará por su vida!

    5. Empero ruégote que extiendas tu mano y toques su hueso y su carne; y verás como reniega de ti en tu misma presencia.

    6. Dijo pues Jehová a Satanás: He aquí que él está en tu mano; mas guarda su vida.

    7. Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job de una úlcera maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.

    8. Y tomó Job un tiesto de olla para raerse con él  la podredumbre, sentado en medio de ceniza.

    9. ¶Entonces le dijo su mujer: ¿Todavía retienes tu integridad? ¡reniega de Dios, y muere!

    10. Pero él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las insensatas, has hablado tú. ¿Qué? ¿aceptaremos el bien de parte de Dios, y el mal no lo hemos de aceptar? En todo esto no pecó Job con sus labios.

    11. ¶Y tres amigos de Job oyeron hablar de toda esta calamidad que le había sobrevenido; y acudieron cada cual de su lugar; es a saber, Elifaz temanita, y Bildad suhita, y Zofar naamatita; porque entre sí habían convenido en ir a condolerse con él y consolarle.

    12. Mas cuando levantaron los ojos desde lejos, no le conocieron; con lo cual alzaron su voz y lloraron; y rasgando cada uno su manto, esparcieron polvo sobre sus cabezas, hacia el cielo;

    13. y sentáronse con él en tierra siete días y siete noches, sin hablarle palabra; pues veían que era muy grande su dolor.