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jueves, julio 18, 2024
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    Nehemías 4 - Version Moderna (1929)

    Precauciones contra los enemigos

    1. Y ACONTECIÓ que como oyese Sanbalat que nosotros estábamos edificando el muro, se encendió su cólera y enojóse mucho, e hizo escarnio de los Judíos.

    2. Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, diciendo: ¿Qué están haciendo esos débiles judíos? ¿se les ha de permitir? ¿querrán sacrificar? ¿acabarán en un solo día? ¿resucitarán las piedras de los montones de escombros, después de quemadas?

    3. Y Tobías ammonita que estaba a su lado, dijo: Aun lo que están edificando, ¡si subiere allí alguna zorra, acabará de derribar su muro de piedra!

    4. ¡Oye, oh Jehová, Dios nuestro, cómo somos despreciados; y vuelve la afrenta de ellos sobre su misma cabeza, entregándolos a ser despojados en tierra de cautiverio;

    5. y no encubras su iniquidad, ni borres de delante de ti su pecado! porque te han provocado a ira delante de los que edifican tu ciudad.

    6. Nosotros empero habíamos edificado el muro; y habíamos trabado todo el muro hasta la mitad de su altura; porque tuvo el pueblo corazón para trabajar.

    7. ¶Y fué así que cuando oyó Sanbalat, y Tobías, y los Árabes, y los Ammonitas, y los Asdoditas, cómo se estaba reparando el muro de Jerusalem, cuando ya comenzaron a cerrarse las partes derribadas, se encendió su cólera en gran manera;

    8. y se conjuraron todos ellos juntos para venir a pelear contra Jerusalem, y causarle fracaso.

    9. Entonces nosotros oramos a nuestro Dios; y pusimos una guarda contra ellos de día y de noche, por temor de ellos.

    10. ¶Mientras tanto decía Judá: ¡Desfallecen ya las fuerzas de los cargadores, y los escombros son muchos, de modo que nosotros no tenemos fuerzas para edificar el muro!

    11. Por otra parte, decían entre sí nuestros adversarios: ¡Ellos nada sabrán, ni verán, hasta que nosotros entremos en medio de ellos y los matemos; y así haremos cesar la obra!

    12. Y fué así que conforme llegaban los judíos que moraban junto a ellos, nos decían hasta diez veces: De todos los lugares a donde os volviereis, ellos caerán sobre nosotros.

    13. Por lo cual aposté por las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los claros--aposté allí la gente, por parentelas, con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.

    14. Y mirando a todas partes, me puse en pie, y dije a los nobles, y a los magistrados, y al resto del pueblo: ¡No temáis a causa de ellos! ¡Acordaos del Señor, el grande y el terrible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y vuestras hijas, por vuestras mujeres y vuestras casas!

    15. ¶Y aconteció que cuando supieron nuestros enemigos que la cosa era conocida de nosotros, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, volvimos todos al muro, cada cual a su obra.

    16. Y sucedió desde aquel día en adelante que la mitad de mis mancebos trabajaban en la obra, y la otra mitad de ellos tenían asidas las lanzas, y los escudos, y los arcos, y las lorigas; mientras que los príncipes se quedaban a espaldas de toda la casa de Judá.

    17. Asimismo los que edificaban el muro, y los que llevaban cargas, y los que les cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y con la otra tenían asida un arma arrojadiza.

    18. También los que edificaban, tenían cada cual su espada ceñida sobre sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba alarma con la trompeta estaba a mi lado.

    19. Dije pues a los nobles, y a los magistrados, y al resto del pueblo: La obra es grande y de mucha extensión, y nosotros estamos separados unos de otros a grandes trechos sobre el muro;

    20. dondequiera pues que oyereis el sonido de la trompeta, allí reuníos con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.

    21. De esta suerte estábamos trabajando en la obra; y la mitad de los trabajadores tenían asidas las lanzas desde el despuntar del alba hasta asomarse las estrellas.

    22. También en este tiempo dije al pueblo: Alójese cada hombre con su mozo dentro de Jerusalem; así nos servirán de guarda por las noches, y de día trabajarán en la obra.

    23. Y ni yo, ni mis hermanos, ni mis mozos, ni la gente de la guardia que me seguía, ninguno de nosotros se quitaba la ropa; y cada uno iba con su arma al agua.