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jueves, julio 18, 2024
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    Ester 4 - Biblia Septuaginta al Español

    Ester promete interceder por su pueblo

    1. Pero Mardoqueo, sabiendo lo que pasaba, rasgó sus vestiduras y se vistió de saco y se espolvoreó con ceniza, y precipitándose por las calles de la ciudad; gritaba con voz grande: «Arrebátese a una gente que nada ha prevaricado».

    2. Y vino hasta la puerta del rey, y detúvose; pues no le era lícito entrar en el aula teniendo saco y ceniza.

    3. Y en toda región, donde se publicaban las letras, hubo vociferación y plañido y luto grande, para los judíos, y se echaron saco y ceniza.

    4. Y entraron las doncellas y los eunucos de la reina, y anunciáronle; y conturbóse oyendo lo sucedido, y envió a que se vestimentara Mardoqueo y se quitara el saco; pero él no obedeció.

    5. Mas Ester llamó a Acratayo, el eunuco de ella, que la asistía y envió a saber ella misma de Mardoqueo lo exacto.

    6. --(a)

    7. Y Mardoqueo le manifestó lo sucedido y la promesa que prometió Amán al rey: para el tesoro de talentos diez mil, para quien perdiese a los judíos;

    8. y la copia del edicto publicado para perderlos diole para mostrar a Ester. Y díjole mandarla que entrando suplicase al rey a rogarle por el pueblo: «Acordándote de los días de tu humillación; cómo te criaste en mano mía; por esto, porque Amán, el segundo después del rey, ha hablado contra nosotros de muerte; invoca al Señor, y habla al rey acerca de nosotros, para librarnos de la muerte».

    9. Y, entrando Acratayo le habló todas estas palabras.

    10. Y dijo Ester a Acratayo: «Ve a Mardoqueo y di,

    11. que las gentes todas del reino conocen que todo hombre o mujer que entrare al rey, en el aula interior, sin ser llamado, no tiene para él salvación, fuera del a quien extendiere el rey la áurea vara, porque sólo ese se salvará; y ya no he sido llamada a entrar al rey, en estos treinta días».

    12. Y anunció Acratayo a Mardoqueo todas estas palabras de Ester.

    13. Y dijo Mardoqueo a Acratayo: «Ve y dile»: «Ester, no te digas que salvarás sola en el reino, de entre todos los judíos.

    14. Porque, si desoyeres en esta sazón, de otra parte vendrá auxilio y protección a los judíos; tú, empero, y la casa de tu padre, pereceréis. Y ¿quién sabe si para esta razón has sido entronizada?».

    15. Y reenvió Ester al que llegó a ella, a Mardoqueo, diciendo:

    16. «Caminando, congrega a los judíos, los de Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis por tres días, noche y día; y yo y mis doncellas no comeremos, y entonces entraré al rey, contra la ley, aun cuando yo debiere perecer»

    17. Y, caminando Mardoqueo, hizo cuanto le mandó Ester, y rogó a Señor acordándose de todas las obras del Señor y dijo: «Señor, Señor, rey todopoderoso, pues en tu poder todo está, y no hay quien te contradiga, queriendo tú salvar a Israel; porque tú has hecho el cielo y la tierra, y todo lo maravilloso que hay(b) debajo del cielo; tú, Señor, eres de todo; y no hay quien se oponga al Señor. Tú todo conoces; tú sabes, Señor, que no en altanería, ni en soberbia, ni en vana gloria he hecho esto: de no adorar al soberbio Amán; (porque placíame besar las plantas de sus pies, para salvación de Israel) sino que hice esto por no poner gloria de hombre sobre la gloria de Dios. Y no adoraré a nadie sino a ti, mi Señor, y no lo haré en soberbia. Y ahora, Señor, el Dios, el rey, el Dios de Abrahán, apiádate de tu pueblo; porque nos miran para perdición, y han deseado perder desde principio la heredad tuya. No te desentiendas de la porción tuya que te has redimido, de tierra de Egipto. Escucha mi plegaria y reconcíliate con tu heredad y trueca nuestro llanto en regocijo; para que, viviendo, cantemos tu nombre, Señor, y no destruyas la boca de los que te loan, Señor». Y todo Israel vociferó con fuerza, porque tenían la muerte en sus ojos. Y Ester, la reina, se refugió en el Señor, en agonía de muerte abandonada, y quitándose las vestiduras de su gloria, púsose vestiduras de angustia y luto, y en vez de los soberbios perfumes, de ceniza y fimo llenó su cabeza; de polvo y ceniza, y su cuerpo humilló sobremanera; y todo sitio de su atavío de regocijo llenó de retorcidos(c) cabellos suyos. Y oró al Señor, Dios de Israel y dijo: «Señor mío, rey nuestro, tú eres sólo, ampárame a la sola que no tiene amparador sino a ti; pues el peligro está en mi mano. Yo oía, de mi linaje, de la tribu de mi familia, que tú, Señor, has tomado a Israel de todas las gentes, y a nuestros padres, de todos sus progenitores, en herencia eterna; y les has hecho, cuanto has hablado. Y ahora hemos pecado ante tu faz, y nos has entregado en manos de nuestros enemigos; por cuanto hemos glorificado a los dioses de ellos. Justo eres, Señor, y ahora no se han contentado con la amargura de nuestra servidumbre, sino puesto sus manos sobre las manos de sus ídolos, para quitar la determinación de tu boca, desvanecer la herencia tuya; obturar la boca de los que alaban; extinguir la gloria de tu casa y tu altar; y abrir la boca de las gentes para oír(d) virtudes de los vanos(e) y para ser maravillado rey carnal por el siglo. No entregues, Señor, tu cetro a los que no son; y no se rían en nuestra caída, sino vuelve su determinación contra ellos; y al que ha empezado contra nosotros, pon por ejemplo. Acuérdate, Señor, conózcasete en tiempo de nuestra tribulación; y a mí envalentona, rey de los dioses, y sobre toda dominación poderoso. Da palabra bien sonante a mi boca a faz del león, y muda el corazón de él en odio del que guerrea contra nosotros, para consumación de él y de los que sienten como él. Mas a nosotros salva en tu mano, y ampárame a la sola y que no tiene sino a ti, Señor. De todas las cosas conocimiento tienes, y sabes que he aborrecido la gloria de impíos, y abomino el lecho de incircuncisos y de todo extraño. Tú sabes mi necesidad, que abomino la señal de mi soberbia que está sobre mi cabeza en días de mi ostentación. Abomínolo como trapo de menstruo, y no lo llevo en días de mi reposo. Y no ha comido tu sierva mesa(f) de Amán; y no he glorificado simposio(g) de rey, ni bebido vino de libaciones; y no se ha regocijado tu sierva, desde el día de mi translación hasta ahora; sino en ti, Señor, Dios de Abrahán. El Dios, el fuerte sobre todos, escucha la voz de los desesperados y líbranos de mano de los malobrantes, y líbrame de mi temor».